Les pregunto: ¿Quién se puede creer que un hombre con una cornada de 15 centímetros sobre la cresta ilíaca posterior con una trayectoria hacia adelante que rodea la cresta ilíaca anterosuperior y otra en el pene con desgarro de 5 centímetros puede salir a torear con los puntos de sutura zurcidos sobre la piel? Pues, bien, eso ocurrió ayer en Madrid, al careo de las nueve de la tarde-noche, cuando todavía faltaba un toro de Dolores Aguirre por lidiarse. Salió el toro por la puerta de chiqueros con sus 669 kilos sobre los lomos. Silencio en las masas. El de Dolores, por nombre Burgalito, se paró en seco entre las rayas de picar y frente a él, la figura de un hombre vestido de luces le esperaba arrodillado, como si tuviera que pedirle perdón a alguien, un poco antes de que le burlara con una larga afarolada y se fuera camino de los terrenos umbríos de tablas.
Así fue, y así lo cuento. Juan de Castilla, el torero colombiano de Medellín que había salvado milagrosamente la vida por entre los cuernos de un "aguirre" aguerrido en su artera mansedumbre, cuando lo arrolló de lleno al citar para una serie de muletazos. Las cornadas violentas rondaron varias partes de la anatomía del torero, pero, por fortuna, no profundizaron los derrotes en las zonas blandas y principales de su cuerpo. Había sido una lucha a cara de perro ante la cara de un toro que, curiosamente, se llamaba Caracorta. Ahora el que se hace llamar "de Castilla", ponía en un albur milagroso un nuevo ingreso en el quirófano de Las Ventas. Una verdadera pesadilla que concluyó cuando el toraco dobló las manos contra el estribo de la barrera, tras una colosal estocada hasta las cintas. Venía Juan de las tierras de Medellín a buscarse un hueco entre la gente de coleta que pide sitio en los carteles de la temporada, pero no pudo redondear el triunfo, porque hay toros que no tienen un pase y son más malos que la madre que los parió. Otro de fuera que pide sitio en el panorama taurino de España: Juan de Castilla , el héroe de la tarde de ayer en Madrid.
Sitio también para Damián castaño, que realizó lo más artístico de la tarde, con dos toros de parecida condición: ambos mansones que acabaron metiendo la cara en la muleta de Damián, con la que practica un toreo verdaderamente caro. Sobre todo en el quinto de la corrida, al que le endilgó varias series con ambas manos, de lambreazos ligados y mandones, que mansueto animal acabó tragando con resignación bovina. Hizo Damián dos faenas de temple y mando realmente exquisitos, pero manejó la espada con escaso acierto y puntería.
El que salió peor librado de la terna fue Fernando Robleño, a quien el público recibió con una cariñosa ovación. Sorprendentemente, el primer toro, mansurrón descarado, le regaló media docena de embestidas boyantes, y Fernando las aprovechó hasta el final. El cuarto, que se rajó descaradamente, tampoco valió y Robleño lo lidió con sobrado magisterio. Con la espada, una vez más, falló y los premios no llegaron.
En fin, que la tarde veraniega de toros en Las Ventas se cumplió entre sobresaltos y beneplácitos, en la que también sobresalieron Teo Caballero con la pica y Alberto Carrero, Juan Sierra e Iván García en banderillas.
Tarde, pues, de sofocos de variado jaez, donde un colombiano salió por su pie de la Plaza, con la cara bien alta y los puntos frescos. Si al inicio de la temporada de fútbol se los hubieran dado al Valladolid, seguro que no desciende.