La obra de Lope de Vega es ingente, inabarcable. Escribió de continuo, con la facilidad con que le dotó la naturaleza y apretado por su propio ímpetu y la necesidad de procurar con ello sustento, tanto para él como para las diversas proles y familias que había de mantener. Produjo tal cantidad de poemas, comedias, dramas y novelas que es imposible no solo compendiarlas, son millares, sino ni siquiera, y más aún en una publicación periodística, resumirlas. Escribió sobre todo lo divino y lo humano, se nutrió de todas las fuentes, desde la mitología a las coplas populares, recurrió a todos tipo de personajes, héroes, reyes, santos, canallas, pícaros, graciosos, trágicos y ridículos, de todo sexo, edad, condición y gobierno. Glosó a San Isidro, el popular patrón de Madrid, y ajustó cuentas con el pirata Francis Drake, en La Dragontea. Es un relato que representa su última y desastrosa expedición contra las ciudades españolas del Nuevo Mundo, donde encontraría, al igual que su maestro en asesinatos y saqueos, John Hawkins, su fin, alegrándose de que allá por la bahía de Portobelo (Panamá) «roerán los peces tus huesos mudos». Con sus versos buscó las sendas del corazón hacia sus amadas, con ellos despechado, les escarneció o manifestó su dolor más hondo ante su pérdida. En ellos, tantas veces, se preguntó por su propia y contradictoria vida y su sentido.
En cada uno de sus géneros podemos encontrar y a vuela pluma obras maestras que han trascendido el tiempo y siguen estando, no solo en la memoria, sino que gozan de actualidad plena. Lope estrena todos los años y sigue cosechando un enorme éxito. ¿Qué sería del Festival de Teatro de Almagro sin su concurrencia? Las compañías de teatro clásico saben que es el primero e imprescindible en su repertorio. El público, que jamás le falló, cuatro siglos y medio después, sigue aplaudiéndole.
Puede que sus novelas ahora solo queden para los eruditos, pero la representación de sus comedias y sus dramas, así como algunas perlas de sus poemarios mantienen plena vigencia, siendo en este sentido, el teatral, el autor que mejor ha soportado el paso del tiempo. Fuenteovejuna, El caballero de Olmedo, Peribáñez y el comendador de Ocaña, El mejor alcalde, el rey, El castigo sin venganza (1631) o El villano en su rincón son algunos de sus referentes mayores. También sus comedias de enredo, en las que las mujeres son las protagonistas: La dama boba, Los melindres de Belisa, El perro del hortelano, El acero de Madrid, La viuda valenciana o La mal casada, por señalar tan solo una docena entre los muchos cientos que escribió y que fueron representados. En este último género tuvo en su discípulo y admirador, el también dramaturgo Tirso de Molina un gran continuador.
Obra, amigos, rivales y enemigos íntimos (IV)Asimismo, fue Lope un gran pionero en algo que no deja de seguir debatiéndose y puede que aún más en el futuro, si la inteligencia artificial, esa que lo que hace es suplantar a los creadores, los derechos de autor. Como tal no existían y las obras eran manipuladas al antojo de empresarios teatrales y editores que las publicaban sin autorización alguna.
El prestigioso literato madrileño bien pudiera considerarse como el primer escritor profesional de la Historia de nuestra literatura que se enzarzó en disputas y pleitos ante aquellos abusos para conseguir tales derechos sobre quienes imprimían sus comedias sin su permiso. No lo consiguió del todo, pero al menos logró el poder revisar y corregir su propia y extensa obra. Algo, pues, le debemos ahora todos los del oficio.
Apoyo de Quevedo
Durante su larga vida y como hemos ido viendo, gozó Lope de grandes protectores y de la admiración popular. Ni por vida ni por genio no le faltaron tampoco enemigos ni envidiosos. Dentro del propio mundillo de las letras tuvo también buenos amigos entre los escritores más relevantes de la época y por encima de todos estuvo Francisco de Quevedo, con quien siempre congenió y mantuvo una muy cordial relación de mutua admiración y respeto. No se lo tuvo, y se equivocó mucho en ello, a Miguel de Cervantes, a quien despreció de manera displicente, algo que no fue igual por la otra parte, pues el autor de El Quijote fue quien lo bautizó como «Monstruo de la Naturaleza» por su don natural para la escritura.
Obra, amigos, rivales y enemigos íntimos (IV) - Foto: RAFA ALCAIDELo que sobresalió sobre toda relación fue su enemistad total, absoluta e íntima con el otro gran poeta del momento, el cordobés Luis de Góngora. Chocaron en todo, en estilo literario, en carácter y en manera y modo de vida. Aunque quizás podría decirse que hasta en la disputa y la desavenencia hubo gozo. Porque parecieron disfrutarla utilizando el verso como látigo y sacándose la piel a tiras el uno al otro de forma contínua.
Resulta hermoso y curioso que hoy en día las estatuas de Lope de Vega y Cervantes flanqueen las puertas de la Biblioteca Nacional en Madrid, en homenaje a aquella gran enemistad que les unió en vida y los junta ahora en la memoria.