Éxito del PP, muy buen resultado del BNG que se convierte en el segundo gran partido de Galicia, y fracaso estrepitoso del PSdeG, que hay que adjudicar a Pedro Sánchez
Si las elecciones de Galicia eran un plebiscito sobre la figura de Alberto Núñez Feijóo, como pretendía La Moncloa, el presidente del PP se ha coronado como líder indiscutible del centro-derecha, mientras Pedro Sánchez sigue cuesta abajo en la aceptación de los españoles.
Ha vuelto a sufrir una nueva derrota electoral, no suma ninguna victoria desde que es presidente del gobierno. No vale el argumento de que él no se presentaba a estas elecciones, porque se ha implicado directamente en la campaña, dio instrucciones a los miembros de su gobierno de que también participaran … y eligió a Juan Ramón como candidato, un político de poco carácter, que ha tenido que callar ante la estrategia de Moncloa de centrarse en potenciar al BNG para lograr así gobernar como socio del partido nacionalista gallego. Será Alfonso Rueda quien gobierne, un hombre tranquilo, previsible, que se forjó a la sombra de Alberto Núñez Feijóo y que es fundamentalmente un gestor eficaz que conoce muy bien Galicia. Necesitaba esta mayoría absoluta, ser presidente elegido, no presidente que "heredó" la Xunta cuando Feijóo dejó Galicia para asumir la presidencia del PP.
Ana Pontón se ha convertido en una nueva referencia en la política española. Ya lo era en Galicia desde hacía unos años, pero el éxito que ha tenido este 18 de febrero ha sido excepcional. No solo lidera un BNG que ha tenido el mejor resultado de su historia, sino que ha dejado tan atrás al socialismo gallego que es impensable que se pueda recuperar a medio plazo. No desde luego, si sigue Sánchez el frente de la secretaría general, en el éxito del BNG tiene mucho que ver el rechazo creciente a Pedro Sánchez en toda España, visualizado en estas elecciones gallegas más que nunca.
Ana Pontón es una política sólida, con trayectoria. Veinte años de parlamentaria la han curtido en el debate, se defiende bien, tiene buena imagen y ha tenido la inteligencia de mostrar una imagen moderada del BNG, una cara amable, cercana. Sin embargo, y lo sabían los gallegos, es una mujer que defiende posiciones extremas, que con toda seguridad querría llevar a la práctica si fuera presidencia de la Xunta: referéndum de autodeterminación, inmersión lingüística total, y desaparición gradual de los cuerpos de seguridad del Estado del territorio gallego.
Pedro Sánchez ha salido mal parado de su público desprecio a Núñez Feijóo. El presidente de gobierno, en uno de sus últimos días de campaña en Galicia dijo que el PP es un partido "desnortado, desfondado, ausente y desesperado" y que "Todo en Feijóo es mentira". Pues no debe conocer bien Pedro Sánchez a Galicia y a los gallegos, porque han votado masivamente al PP de Feijóo y Rueda, y han dado al PSdeG- PSOE, el castigo más duro de toda su historia.
Sánchez lleva tiempo llevando al PSOE a las honduras de la desaparición, ver su nombre en un cartel electoral, asusta a los candidatos, castigados con el rechazo total hacia el presidente. Si en las elecciones de mayo perdió cinco gobiernos autonómicos e incontables ayuntamientos, Galicia ha sido la primera región que ha puesto al presidente de gobierno frente al espejo: es un político que resta, no suma, un político que lastra al PSOE y a sus candidatos, un partido que desaparecerá si Pedro Sánchez continúa en la secretaria general. Es más, en ese espejo Pedro Sánchez ha visto la imagen de los millones de españoles que, como han hecho los gallegos este 18 de febrero, abominan de sus pactos con Puigdemont, de sus trampas para salvarlo de la justicia, de sus maniobras para que tanto él como sus colaboradores independentistas sean amnistiados a través de una ley que los expertos más serios consideran inconstitucional o, como ha anunciado el propio gobierno los últimos días, con un indulto si no cuaja la ley de amnistía.
En el capítulo de perdedores, además del PSOE hay que apuntar a Yolanda Díaz, la más inconsistente de las líderes nacionales, lo que sabían la mayoría de los gallegos mucho antes de que Pablo Iglesias la nombrara ministra primero y vicepresidenta después. Soñaba con lograr media docena de escaños en su tierra, y se han quedado en cero. En nada. Solo ha sido una sorpresa para ella misma, en Galicia la daban por amortizada hace mucho tiempo.
En cuanto al otro gran perdedor, Vox, mejor le iría a Abascal retirarse a sus cuarteles de invierno. El problema es que no los tiene, siempre ha vivido gracias al PP y los cargos regionales que le ofrecía el PP. No fue muy agradecido a su antiguo partido. Se ha convertido en el mejor aliado de Pedro Sánchez: mientras exista Vox, el PP tendrá muy difícil gobernar porque Vox pierde escaños a docenas, pero esos votos que no le sirven para conseguir representación parlamentaria regional, local o en el Congreso impiden que el PP incremente los suyos.
¿Y ahora? Algo tendrá que suceder en la izquierda, aunque el PSOE que hizo historia está muerto, abducido por un Pedro Sánchez que ha cambiado los estatutos para mantenerse al frente del partido hasta que él quiera. Habrá que ver cómo reacciona frente a sus socios independentistas cuando asuma que el fracaso gallego está directamente relacionado con sus negociaciones con Puigdemont. Y habrá que ver si alguien en el PSOE es capaz de cuestionar seriamente el liderazgo de Sánchez, que hoy lleva al partido al desastre.
En cuanto al PP… Feijóo se asienta como líder. Pero se equivocaría si se deja ir por la inercia triunfal de este 18-F. El PP necesita cambios, potenciar el partido con figuras que sepan de política nacional, de estrategia, de cómo abordar situaciones de crisis, de profesionales que vean el peligro desde lejos, que impidan a las figuras cometer errores de bulto como los varios que han puesto en peligro lograr la mayoría necesaria para seguir gobernando en Galicia.
Hay vida para Feijóo tras este éxito gallego, pero habría más vida todavía si hiciera el esfuerzo de estructurar el PP como debe estar estructurado un partido de gobierno.