Una impotencia que no cesa

Cándido de la Cruz
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El Yugo Socuéllamos no encuentra consuelo tras no lograr el ascenso a Segunda División B y pone el punto de mira en el arbitraje sufrido en el campo del Unionistas de Salamanca.

Primero fue el asombro, después vino la furia y por último estalló una oleada de impotencia para la que ya no hubo consuelo. Apenas unos segundos separaron al Yugo Socuéllamos el pasado sábado del ascenso a Segunda División B, y es que el Unionistas de Salamanca firmaba el 3-1 que le daba el billete a la categoría de bronce con un penalti que no sólo fue tremendamente discutido, sino que además era objeto de múltiples interpretaciones. Andoni despejó el balón en una acción en la que Cristo caía al suelo, jugada en la que el contacto fue considerado objeto de pena máxima por parte del colegiado cántabro Valero Alonso, que fue designado para este encuentro avanzada la semana después de que García García, también del colegio cántabro, adujese motivos personales para no arbitrar este choque. 

Razvan marcó en el 93 el 3-1 y ya sin tiempo de reacción, la desolación  recorrió sin piedad a jugadores, cuerpo técnico, directiva y aficionados. 

Los mensajes de apoyo que recibió el equipo fueron muy numerosos tras este cruel desenlace, pero era imposible encontrar consuelo. 

El presidente del club, Jordi López, era la viva imagen del enorme mazazo sufrido en Las Pistas del Helmántico. El dirigente, muy afectado,  señalaba que «tanto trabajo, tantos meses  trabajando por  esto y es tremendamente injusto». 

Más sereno, el técnico del equipo, Manu Calleja, que tuvo que ver el partido en la grada por la sanción que sufrió en el partido de ida, que había finalizado 1-0, manifestó que «me siento robado. En la última jugada se ha decantado muy claro el árbitro. No sé si alguien dijo que nosotros no subiéramos, es muy injusto. Es el trabajo de un año que un señor en 30 segundos lo ha tirado por la borda», reflexionaba el preparador cántabro.