Un 'puñao' que se hizo de rogar

I. Ballestero
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El retraso acumulado en el resto de citas de la tarde se llevó el tradicional reparto de limoná y garbanzos hasta las 23.00 horas

Las tradiciones se convierten en tal por su repetición a lo largo del tiempo, y fue el paso del tiempo precisamente lo que reunió a muchos ciudadrealeños en torno al balcón del Antiguo Casino en espera de una de las tradiciones de la ciudadrealeña cita de la Pandorga, la entrega del ‘puñao’. 750 litros de limoná y más de un centenar de kilos de garbanzos esperaban al cierre de esta edición la llegada del pandorgo en un calendario de actos empujado hacia atrás en el reloj por el retraso acumulado del resto de citas de la tarde.

Horas antes de que el primer reparto se produjera, una cuadrilla de quince amigos del pandorgo, Francisco José Turrillo, entre los que se encontraba su hermano, se habían ‘adueñado’ del balcón del Antiguo Casino para hacer de esa zona su base de operaciones. 500 litros de vino y el resto de ingredientes propios de la limoná se iban a convertir, con el paso de las horas, en una ofrenda al pueblo ciudadrealeño en la que el pandorgo y su cuadrilla iban a invitar a todos a 750 litros de una bebida que estos días se convierte en el elixir de la fiesta en la capital.

Desde las seis de la tarde se habían iniciado los preparativos para tenerlo todo a punto a las diez de la noche. Fue entonces cuando la gente empezó a agolparse junto al acceso del vetusto edificio ciudadrealeño para esperar su turno y recoger cualquiera de las dos cosas que se iban a repartir:por un lado, la limoná;por otro, el tradicional ‘puñao’ de garbanzos tostados que forman parte de esta fiesta.

Mientras los que esperaban apagaban su nerviosismo con la conversación que llenaba los jardines del Prado, y mientras de fondo sonaban las notas y la música tradicional que tocaban desde el escenario del fondo los miembros de la agrupación municipal de música, la cuadrilla de amigos del pandorgo se preparaba para el reparto. Junto a ellos había una mesa con un pequeño ágape para reponer fuerzas en espera de la cita. Miradas al reloj y algún trago furtivo para comprobar cómo estaba la limoná. Después, con la llegada de Turrillo daría inicio el reparto. Ciudad Real volvía a responder a la llamada de su fiesta.