La genuflexión de la izquierda al nacionalismo

Antonio Pérez Henares
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No hay base ideológica que sustente la relación, pero los progresistas permanecen plegados al pensamiento más rancio que hay en Europa

El hecho es tan evidente como inaudito. La izquierda española mantiene ante el nacionalismo una actitud de genuflexión tan total como suicida, sin parangón en el mundo del pensamiento político y absolutamente contraindicada en lo que a resultados se refiere. No solo no existe base ideológica que lo sustente, sino que, muy al contrario, los cuerpos de doctrina son en sí mismos contradictorios. Y, sin embargo, ahí los tienen, una y otra vez sometidos a un complejo que los hace mantenerse de rodillas e incapaces ni siquiera de plantar cara a lo que es la ideología más rancia, reaccionaria y nociva de cuantas circulan por la actual Europa.
El origen de semejante aberración quizás haya de buscarse en la vergüenza ante la propia Nación, con mayúsculas: España. La izquierda considera tanto el concepto como sus símbolos como algo manchado y de lo que avergonzarse. Como si esa idea al haber sido secuestrada y violada por la dictadura hubiera quedado ya para siempre sucia, sin que haya servido la democracia, la Constitución y los años de progreso y libertad para rehabilitarla. Y siendo, pues, España algo vergonzoso, cabe entonces que todo lo que se haga, cualquier cosa, para despedazarla y destruirla ha de ser saludado con alborozo. De otra manera no puede entenderse el sinsentido.
La izquierda, desde sus extremos, se ha pasado la vida comprendiendo y justificando cualquier atrocidad nacionalista, hasta mantener en ciertos casos empatías emocionales mucho más próximas a los verdugos terroristas, que actuaban como ejecutores de esos delirios, que con sus víctimas, aunque entre ellas estuviera su propia gente. Los caso de Lluch o de tantas personas asesinadas en el País Vascos resultan estremecedores cuando lo que aflora a nada que se rasque es que quienes proclaman de manera más explícita militancias izquierdistas son quienes más se abrazan a quienes justifican los hechos más repulsivos y criminales o se ponen a mirar para otro lado cuando se trata de abordarlos. Y solo hay que mirar a los podemitas o a lo que está sucediendo en Navarra. O en cualquier otro lado.
Pero hay otro elemento de sustento ideológico que supone la base de otra argumentación delirante. El presunto derecho de autodeterminación de los pueblos de España, o sea, la falacia absoluta del derecho a decidir. Como si esos pueblos fueran colonias y España la metrópoli opresora. Porque ese es el único sustento que tal razón tiene en derecho internacional, desde luego aquí quimérico y delirante. Pero ahí lo tienen, aceptado y hasta bendecido por quienes se entienden a sí mismos como el purismo izquierdista más acrisolado.
En Cataluña, esa ha sido la deriva, pero también en cualquier otro sitio donde el nacionalismo, de uno u otro pelaje y mayor o menor radicalismo coyuntural, se abre paso. En esa trampa cayó tras la Transición el PCE-PSUC, luego IU y ahora Podemos y en ella se ha metido desde entonces también y cada vez más el socialismo. Y de nada le vale, excepto como imagen de marketing y engaño, a Pedro Sánchez vendarse de cuerpo entero con la bandera. Lo cierto y comprobable en su comportamiento es que ahí los tienen, arrodillados todos los días ante cualquier cosa que a los nacionalistas y separatistas se les ocurra. Sea declarar un Ayuntamiento afecto a la independencia, sea ocultar cualquier símbolo, sea, y esto es lo más grave, aceptar con entusiasmo la agresión a la lengua, a la historia y hasta a la geografía, convirtiéndolas en elemento de agravio, conflicto y exclusión.
Así que en absoluto me extraña lo de la ínclita Ada Colau haciendo el memo con Artur Mas. Porque, en realidad, ellos están en las mismas, en el derecho a decidir que no es otra cosa que robárnoslo a todos los españoles y pretender apropiarse en exclusiva de algo que nos pertenece en su conjunto a todos los españoles. Quien piense que Podemos es algún valladar contra el separatismo es que no ve más allá de sus narices. Más o menos lo mismo que quienes creen que el posado de ZPedro es un cambio de actitud substancial. Con que se den una vuelta por sus pactos y acciones por Baleares, Comunidad Valenciana, Galicia, País Vasco, Aragón y , por supuesto, Cataluña y no quieran estar ciegos, o aunque solo abran un ojo, ya les sobra para darse cuenta de que, ante los nacionalistas, del PSOE hacia la izquierda solo existe complejo, connivencia y rendición sin condiciones. Con mucho diálogo. Que es el mantra, amén de arrodillarse y ponerse a darles lametones.