«Con ocho años me dijo te metes en el quirófano, hueles la sangre; y me encantó»

Pilar Muñoz
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Germán Jacobo Martínez Urzay, ex jefe del Servicio de Urología del Hospital General

Germán Jacobo Martínez. - Foto: Tomás Fdez. de Moya

La medicina y, más concretamente, la cirugía le atrajeron desde muy niño. Nunca se le pasó por la cabeza dedicarse a otra cosa, aunque su capacidad de estudio e interés por la conducta humana le llevó también a licenciarse en psicología y casi acabar los estudios de antropología. En la charla con La Tribuna repasa su vida con la socarronería manchega que le adorna, la misma que aplicó su padre (un conocido médico de Ciudad Real) para intentar apartarle sin resultado de bisturíes y escalpelos, y con la que sobrelleva una jubilación forzada a los 65 años, porque hubiera deseado seguir.

Germán Jacobo Martínez Urzay nació en el seno de una familia de médicos un 25 de julio de 1948, a las 13.30 horas con 42 grados a la sombra, temperatura que llevó a su padre a decir que el neonato no lloraba por hambre, sino por el caloruzo que se encontró al abandonar el claustro materno.

Su padre era Pedro Antonio Martínez Rodó, «uno de los mejores urólogos que había. Mi madre era enfermera y se casó con mi padre en la guerra. Estaba en la zona roja, cruzó las líneas y se casaron», relata.

Germán Martínez Urzay asegura que tenía muy claro desde bien pequeño que iba a ser médico. Cuenta que con ocho años ya lo tenía decidido y recuerda con toda claridad que el verano que cumplió esa edad su padre le dijo que ser médico era muy sacrificado. «No es una profesión para ganar dinero, tener coches y casas, es muy difícil y muy sacrificada», recuerda que le dijo. «Pero yo insistí en que quería ser médico y fue entonces cuando me llevó a ver una intervención quirúrgica en el Sanatorio de Nuestra Señora del Prado de la calle Toledo, que tenía un mirador encima del quirófano. La monjita me dijo: 'Súbete y desde allí lo ves'. Entonces, mi padre dijo que ni hablar, que no iba a tener más beneficios que nadie. 'Si quieres ver la operación te metes en el quirófano, hueles el olor que hay dentro, la sangre y estas cosas'. Seguramente mi padre pensó que no aguantaría y que me quitaría para siempre la idea de ser médico, pero aquello me encantó, y, de hecho, me iba todos los veranos con él, no digo que no fuera a la piscina, que también iba, pero por las mañanas le acompañaba muchísimas veces a la consulta con nueve o diez años y, cuando había cosas interesantes, con más razón», señala con satisfacción.

Cursó Bachillerato primero en los Marianistas y después, en el instituto. PREU (Preuniversitario) lo hizo en Madrid, pero terminó «hartito» de la ciudad del oso y del madroño porque «será muy bonita y tal, pero para un estudiante sin dinero ...» Conocía Sevilla, le gustaba mucho y allí que se fue a estudiar la carrera.

Del aula al ultramarino. Germán Martínez Urzay dice que fue una época «extraordinaria, la mejor para un estudiante, estás protegido». Como era un poco señorito no quería ir a un colegio mayor y prefería un piso. Al principio compartió uno con otros estudiantes, pero aquello tampoco le convencía porque «uno trae a la novia, otro hace una fiesta, y como veía que no aprovechaba el tiempo, acabé alquilando un piso solo y, para no cargar más gastos a mis padres porque éramos muchos hermanos, diez, me puse a trabajar para sacarme un dinerillo en una tienda de ultramarinos, de barrio, llevando la contabilidad».

Pero pronto hizo amistad con los dueños y ya no sólo iba los sábados, sino que también se dejaba caer alguna tarde para echar una mano y «empecé a despachar chorizos, salchichón, latas de conserva ...», evoca entre risas. «Quería vivir en un piso solo y eso había que pagarlo».

Cirugía, la especialidad. En 1975 terminó la carrera de Medicina y regresó a Ciudad Real. Pero antes pasó por Madrid para hacer la especialidad de Urología en el 'Francisco Franco', con Enrique Pérez Castro, jefe del servicio que había sido compañero de su padre y que «me trató como un hijo». El porqué de esta especialidad es simple: «Tenía claro que quería ser cirujano y la cirugía que más conocía era la urológica, y cuando ves que haces una cosa que te gusta y que tienes resultado, pues te decantas por ello», subraya.

Cuando regresó a Ciudad Real le dieron un cupo (pacientes asignados). Su padre lleva uno y él otro, pasaban todo el día en el ambulatorio. Sacó la plaza y permaneció en ella mucho tiempo, hasta que pasó al hospital, al servicio jerarquizado. Cuando se jubiló, el antiguo jefe de servicio la dirección convocó un concurso de méritos y el entonces gerente le dijo que habían pensado en él. «Me dijeron que si estaba dispuesto a ser el jefe del servicio de Urología, a reducir listas de espera, mejorar asistencia, etc. Yo les dije que sí».

El doctor Martínez Urzay comenzó una nueva etapa, imprimiendo un sello especial en el servicio, tanto en las consultas como en las intervenciones. «Me dijeron que estaban muy contentos conmigo. De hecho, lamentaron que tuviera que dejarlo, pero es ley de vida», como le recordaron cuando cumplió 65 años.

Jubilación forzosa. Fue jefe del servicio algo más de dos años, «hasta que me jubilaron. Teníamos prórroga hasta los 70 años, pero la presidenta Cospedal debió pensar que era lo mejor, que había que jubilarse a los 65 años y nos han jubilado a todos los que cumplimos estos años. Pienso que lo ha hecho por el bien de la Sanidad, aunque en otras comunidades como en Extremadura es hasta los 70 o los 67 en Andalucía. El asunto de las autonomías tiene esto y cada presidente hace lo que cree que es más conveniente y lo tengo que aceptar», dice resignado.

Martínez Urzay piensa que en esto de la jubilación, después de tantos años y horas que se les echa entre las guardias y estudios, porque «tienes que estudiar constantemente para estar al día en los avances, se debería tener en cuenta algunos factores como la aptitud y experiencia».

El día antes de abandonar el hospital hizo una intervención de cuatro horas y media, y «al día siguiente me dije: 'Hoy no me tengo que levantar a las seis y media, ya no sirvo para nada'. Pero no te lo puedes tomar así, puedes hacer otras cosas, aunque es un palo», confiesa para, a renglón seguido, manifestar que «deberían pensar un poco jubilar a la gente poquito a poco, dos años haciendo media jornada, ayudando a los residentes, aportando experiencia».

El año que jubilaron al doctor Martínez Urzay salieron con él cinco jefes de servicio: «Seguramente tienen que hacerlo, pero es un poco traumático y psicológicamente te afecta. Sé que hay gente que está como loca por jubilarse, incluso hay quien quiere jubilarse con 25 años, pero a otros nos deberían preguntar, como los políticos, con 70, 80 e incluso 90 años. Si te hacen un reconocimiento y están apto para trabajar por qué no seguir hasta los 67 o 70 años», se cuestiona.

Y es que Martínez Urzay pasó muchas horas en el hospital, aparte de las guardias. Cuenta que tenía 15 días de guardias localizadas y que por la mañana llegaba sobre las ocho menos veinte, encendía muchas veces las luces y la mayoría de días le daban las cuatro, almorzaba allí mismo en la cafetería y a seguir hasta las seis, las ocho o las nueve. Pero «la Medicina que yo estudié no es la de ahora. La ecografía no la vimos cuando estudiaba, tuve que aprenderla luego, y ya no digamos el TAC o la Resonancia. Tenías que estar estudiando todo el día. Yo me he gastado una pasta gansa yendo a congresos para ponerme al día. Fui presidente de la Autonomía de Castilla-La Mancha de Urología durante ocho años. He ido a muchos sitios para aprender técnicas nuevas», remarca sin pesar.

En este sentido, apunta que «la laparoscopia ha supuesto un avance muy grande en Urología, ya lo fueron las recepciones utraretales, con las que no teníamos que abrir por abajo, pero ahora es todo por laparoscopias. Después está la robótica, pero no creo que vayamos atenerlo en Ciudad Real, es un equipo carísimo y tampoco creo que aporte tantas cosas. Yo estuve en un hospital de Nueva York haciendo un curso de robótica, puedes estar operando allí y dar las indicaciones desde Ciudad Real». Sin embargo, lamenta que con tantos avances se haya perdido un poco el saber valorar las cosas y pone como ejemplo «a un señor de 69 años que tiene un PSA (marcador tumoral de próstata) de 0,20, muy por debajo del umbral de riesgo, que es de 4, no se le puede decir que a los seis meses hay que repetírselo, sino dentro de tres años, pero mucha gente insiste en que quieren que se lo hagan otra vez. Pero las cosas no se pueden dar gratis». A modo de ejemplo cita el caso de una boda con barra libre: «Fíjate en la cantidad de cubatas llenos encima de las mesas. En la Sanidad pasa un poco lo mismo. Se debería concienciar a la gente de que, aunque sea gratis, es un bien para todo el mundo y si se gasta en seis meses luego se va a echar en falta. Añádele a eso los modales de mucha gente, las exigencias, hay que tener un poco de paciencia porque las cosas bien hechas no se pueden hacer deprisa», advierte.

Paralelamente, señala que en los últimos años se ha visto un rebrote de las enfermedades de transmisión sexual y que «están apareciendo casos de tuberculosis renal que hace muchísimos años que no se veían: se están viendo cosas que dábamos por erradicadas», un salto atrás que achaca a que «está entrando mucha gente y también se viaja más».

Psicólogo y antropólogo. Germán Martínez Urzay es doctor en Medicina desde 2008. Cuando acabó la carrera se propuso hacer la tesis, pero el trabajo y los hijos hicieron que dejara a un lado la promesa que un día le hiciera a su padre. Por fin pudo cumplirla y se doctoró hace siete años con el premio Ponce de León a la mejor tesis de cada año, un galardón que es «un reconocimiento a un trabajo de mucho tiempo y con los pocos medios que teníamos en Ciudad Real, pero el hospital se portó muy bien», dice agradecido.

También es licenciado en Psicología por la UNED, una carrera que cursó porque «en consulta se ven muchas disfunciones eréctiles y muchos problemas de pareja, de sexualidad y entonces hice Psicología y un Máster de Sexología que me ayudaron mucho a entender mejor los problemas sexuales de las parejas. El médico tiene que resolver un problema y si desconoces su origen difícilmente puedes empezar a entenderlo. Por eso, si tienes que ampliar estudios, lo haces, y como en lo sexual hay mucho de cognitivo, no te queda otra que ampliar conocimientos para tratar a este tipo de pacientes», aclara.

Además, ha tenido tiempo para casi acabar Antropología, le quedan unas asignaturas, y ahora está estudiando inglés, «porque te mantiene la mente despejada, me está costando trabajo pero eso no es malo, eso quiere decir que hay que esforzarse más. Lo que no te cuesta no les das tanto valor».

Sus grandes aficiones son los toros, ha hecho mucha medicina taurina, el boxeo (fue médico de la federación regional, asistiendo a multitud de combates) y el fútbol. De hecho, hizo los cursos de entrenador porque «me encanta, me gusta mucho». Es del Betis, «un equipo que no se mete con nadie», y del Faraón de Camas, Curro Romero, a quien agradece «quedarme con un tipito muy majo porque muchas veces no comía para poder pagarme la entrada».

El doctor Martínez Urzay está casado con Amparo Messía y tiene seis hijos. Ha ejercido la Medicina desde 1975 hasta 2013, ha hecho miles de operaciones y en marzo del año pasado recibió la Medalla de Oro al Mérito Laboral concedida por el Foro Europa, pero asegura que «el recuerdo más agradable es el agradecimiento de los enfermos, ese hombre o mujer mayor que te dan un beso porque ya no se le escapa el pis no tiene precio».