La mitad de enfermos mentales en rehabilitación es menor de 40 años

R. Santamarta / Ciudad Real
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Salud Mental deriva desde 2009 al CRPSL de Apafes un centenar de afectados que, según la asociación provincial, encuentran en la integración laboral un objetivo difícil de cumplir

Los dispositivos de Salud Mental han derivado desde 2009 a más de un centenar de afectados, una veintena de ellos en 2014, al Centro de Rehabilitación Psicosocial y Laboral (CRPSL) que gestiona la Asociación Provincial de Amigos, Familiares y Enfermos Síquicos (Apafes). Un recurso sociosanitario en el que en el último año un total de 95 personas -65 hombres y 30 mujeres- con trastornos graves y crónicos (esquizofrenia en un 56 por ciento de los casos y con una evolución media de 18 años) lucharon por no rendirse ante su enfermedad aferrándose a la medicina de sentirse útiles y valorados. En total Apafes, teniendo en cuenta sus talleres de apoyo al tratamiento, ha atendido a 161.

En los últimos seis años, es decir, se ha dado de alta a 35 enfermos por cumplimiento de objetivos. Por contra, en el mismo periodo de tiempo ha dado de baja a 52 y, pese a que 38 fueron derivaciones a otros recursos y cambios de domicilio, el resto fueron abandonos voluntarios, renuncias al tratamiento y fallecimientos.

Cabe destacar que casi la mitad de los usuarios del CRPSL tienen menos de 40 años (44 de 95), pero su inserción en el mercado de trabajo sigue siendo un objetivo difícil de cumplir. «A sus propias dificultades, se une una oferta que es muy escasa», señala el trabajador social José Manuel Arias. No en vano, un 21 por ciento no ha terminado la EGB o estudios básicos equivalentes y un 26 por ciento no cuenta con ningún tipo de experiencia profesional en su currículo, lo que complica sobremanera la búsqueda de esa llave de entrada a un mundo de autonomía. De este modo, sólo un dos por ciento tiene la suerte de tener un trabajo, un desarrollo profesional. El resto se encuentran en situación de desempleo (23%), perciben una pensión (35%) o están incapacitados laboralmente (22%). De hecho, cuatro de los 93 usuarios del CRPSL había solicitado en 2014 la valoración de su grado de dependencia.

El año pasado se llevaron a cabo dos talleres formativos de la mano de FSC Inserta, la entidad de recursos humanos de la Fundación ONCE, pero este 2015 no ha sido posible y se revela fundamental retomar la colaboración para dar un impulso a la integración laboral. A este respecto, la presidenta de Apafes, María José Calderón, pone de manifiesto que «la 'L' hace tiempo que se cayó del CRPSL». «La Fundación Mapfre también promovió en 2014 el programa "Juntos somos capaces en Castilla-La Mancha', muy bien planteado en la teoría pero sin mucho resultado en la práctica», según recuerda.

Aunque siete de cada diez personas con enfermedad mental cuentan con rentas o ingresos, en el 44 por ciento de los casos estos son inferiores a 360 euros. Por otro lado, un 25 por ciento percibe entre 360 y 540 euros mensuales, un 13 por ciento entre 540 y 720 euros y un 18 por ciento, el más afortunado, más de esta cantidad.

la convivencia. Un alto porcentaje convive con padres de edad avanzada. No en vano, el 23 por ciento de los usuarios del Centro de Rehabilitación Psicosocial y Laboral (CRPSL) tienen cuidadores mayores de 65 años. En este punto, desde Apafes señalan que existe una marcada diferencia de género. Así, los hombres tienden a convivir con su familias más cercana en un 48 por ciento de los casos, mientras las mujeres sólo residen con sus parientes más cercano en un 27 por ciento de ellos.

A este respecto, la mayoría de ellos son susceptibles de incorporarse a una residencia comunitaria o una vivienda tutelada. «Su participación es un aspecto que necesita seguir siendo trabajado», según advierten. Y es que se observa una disminución de los ingresos hospitalarios cuando se reside en dispositivos de estas características. En 2014 seis de cada diez usuarios del CRPSL habían tenido de uno a tres ingresos psiquiátricos desde que el trastorno hiciera acto de presencia. Un 26 por ciento un mínimo de cuatro. Así, la detección precoz se revela clave para evitar que cada brote empeore a estos enfermos.