María Dueñas: "Las bibliotecas han sido refugio para las personas que han sufrido la crisis"

Diego Farto
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Entrevista a la escritora María Dueñas

María Dueñas encabezó el pasado martes el acto organizado en el salón del antiguo casino de Ciudad Real, un encuentro con ciento de participantes en la actividad 'Tardes de Lectura', que organizó el Servicio Municipal de Bibliotecas. Con esta propuesta se puso el broche de oro al ciclo de actividades desarrolladas en la capital con motivo del Día de Biblioteca, que aunque se celebró el pasado 24 de octubre, dio lugar a un programa de largo recorrido en prácticamente todas las salas que forman parte del servicio. De esta forma, María Dueñas realizó su segunda visita a Ciudad Real en muy pocos días, puesto que el 12 de noviembre, en el acto de conmemoración del 25 aniversario de La Tribuna recibió el premio a la Cultura.

Regresó usted a Ciudad Real para participar en el acto de cierre de los actos del Día de la Biblioteca por parte del Servicio Municipal, en los tiempos que corren, ¿en qué medida la biblioteca sigue siendo un punto importante para un escritor?

Las bibliotecas me merecen el mayor respeto y la mayor admiración desde siempre. En los últimos tiempos precisamente, con una situación económica muy difícil, en los que el mundo editorial ha pegado un bajón importante, las bibliotecas para las personas que han sufrido la crisis han sido un refugio, han sido una opción para no quedarse fuera de la condición de lector por falta de recursos económicos. Además, las bibliotecas también han sufrido recortes, me consta, pero han luchado por mantenerse al frente con un buen nivel de servicios y tratando de tener los libros que eran imprescindibles para sus lectores.

¿Cómo son estos encuentros con los lectores en su caso?

Siempre son gratísimos. Los encuentros con los lectores a mí me producen una enorme satisfacción, porque me permiten ver cara a cara a aquellas personas a las que les gustan mis historias. Les percibo de forma concreta y dejan de ser algo genérico. El lector desentraña lo que ha sido capaz de leer dentro de tus libros. Percibo a unos lectores muy entregados, muy perseverantes, minuciosos, que se leen la obra con mucha dedicación y te la comentan, se establece un diálogo muy rico. Siempre han sido unos encuentros muy gratos y muy cálidos para mí.

Algo llamativo en los encuentros con lectores es que muchas veces surgen historias más o menos alternativas de la novela presentada. ¿A usted le han contado muchas de esas cuestiones paralelas a propósito de sus novelas?

A veces, sí. Tú te dedicas a escribir algo desde tu punto de vista, sin contar con que aquello puede tener una doble, una triple o una cuádruple lectura. Las interpretaciones son distintas. Hay lectores que lo reinterpretan, lo analizan desde cualquier ángulo. Recuerdo que hace unos años, en una reunión de clubes de lectura, en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, dos señoras se enzarzaron en un discusión. Las dos eran modistas y una de ellas no estaba de acuerdo en que en El tiempo entre costuras la protagonista, Sira, hubiera sido capaz de coser un chaquetón a mano en una noche, y la otra le decía que sí. Se abrió un debate apasionado sobre algo periférico a la historia, el tiempo real que necesita una modista para hacer el acabado de la prenda. A mí me pareció, además de divertido, muy interesante porque muestra la manera en la cual el lector reinterpreta la historia, la comparte en su propia existencia, saca sus propias conclusiones y empieza así a ser partícipe de la reescritura de la historia.

A la hora de ponerse a escribir, ¿qué viene primero, la historia o los personajes? Lo digo porque le quedan unos personajes con mucha personalidad...

Al menos lo intento. Pero lo primero que hago en mis novelas es buscar el escenario. Mi punto de partido es el escenario siempre. Una vez que elijo, empiezo a andar en él, a cartografiarlo, a conocer el momento histórico y tratar los cimientos de una pequeña historia en la que, poco a poco, van naciendo los personajes y se va formando el argumento y las distintas tramas de un modo casi paralelo. Pero siempre van supeditados en su origen al escenario, aunque luego cada uno tenga su propio nombre y su desarrollo individual.

¿Cómo fue la reconstrucción de Tánger para El tiempo entre costuras? La ciudad internacional ya no existe y, evidentemente, no la conoció...

Fue apasionante, porque Tánger tiene una historia tan impresionante, tan rutilante… Era una sociedad totalmente cosmopolita, muy diferente de lo que podía esperar cualquier chica española de pueblo. Ahí había de todo, se mezclaban las cabeceras y los titulares de cinco periódicos en cinco lenguas a la vez; se cambiaba dinero y se publicaba la cotización del dólar, del marco alemán, de la peseta, de la libra esterlina, del franco francés. Había gente de todos los orígenes, y no sólo geográficos, sino sociales y culturales, con percepciones distintas, con aventuras dispares, era un Tánger internacional, cosmopolita, encantador, rico, del que ahora no queda prácticamente nada; pero es verdad que quedan muchísimos testimonios, algunos muy cercanos a ese tiempo. Yo lo reconstruí con todos los recursos que tenía a mi alcance, desde la documentación más ortodoxa, trabajos académicos, estudios históricos, prensa de la época, pero también tuve la suerte de encontrar testimonios directos. Una parte de la memoria de esos tiempos todavía está viva y con muchos de los que vivieron en aquel momento pude hablar de ello. Me contaron muchísimas anécdotas y muchísimos detalles. Al final, toda la labor de reconstrucción de aquel Marruecos de presencia europea fue fundamental.

¿Y el Jerez del siglo XIX (La Templanza) era una versión en pequeño de ese cosmopolitismo?

Me gustaría decir que sí, pero la realidad es otra. No son comparables. Tánger era una ciudad eminentemente internacional, que era en parte mora y en parte marroquí. Era una ciudad entera en la que vivían muchísimas nacionalidades, italianos, alemanes, británicos. En cambio Jerez era una ciudad plenamente española, en una Andalucía que no voy a decir que profunda, pero sí muy, muy española. Pero a través del comercio del vino descubrí que tenía una importante contacto económico con Inglaterra. Sin embargo, ese contacto era solamente con Gran Bretaña y la presencia de Europa en Jerez era absolutamente minoritaria. Era constante, pero muy escasa, no había esa sociedad multicultural que había en Tánger.

En todas su novelas, de un modo u otro, aparece la interacción entre las culturas española y anglosajona, ¿en qué medida el español entiende ese mundo anglo?

Eso viene porque yo soy profesora de inglés. He vivido en Estados Unidos, he tenido mucho contacto con el Museo Británico y me resulta muy familiar. A mí lo que me gusta es alfombrar esta relación, valorarla, contarla para quien no la conozca. Es parte de mi vida, de mi existencia.

¿Qué lecturas son las que le inocularon el veneno de escribir?

Me cuesta mucho trabajo hacer una lista. Yo he sido lectora siempre, pero soy poco mitómana. No tengo un libro o un autor de cabecera. He leído mucho, de varias autores, he leído literatura hispanoamericana y sigo variando mucho mis lecturas. Creo que todos me influyen porque la lectura es interesante, pero todo eso lo voy amasando con la idea de que te pueda servir para contar más historias. Pero no puedo dar uno, dos, tres o cinco nombres relevantes de los que diga que a partir de aquí yo quise ser escritora.

¿En qué medida las pequeñas historias de los personajes de ficción, como los que pueblan sus novelas, ayudan a comprender las claves de la gran historia?

Muchas veces esas pequeñas historias son más válidas para mostrar cómo fue algo en un momento determinado. Son historias muy concretas, muy precisas y muy bien enmarcadas en el tiempo y en el espacio y a partir de ahí es posible extrapolar y conocer la estampa en su más amplia dimensión, que de otra manera nos resulta difícil de comprender. A partir de ahí se puede buscar más información, ampliar datos.

Ya que antes hablábamos de escenarios, ¿sabe ya cuál será su próximo escenario?

Estoy barajando varias ideas para la próxima novela, pero de momento me las reservo.

¿Qué es para una persona que hace unos diez años estaba escribiendo en la intimidad haber entrado a formar parte del mundo literario e incluso tener una posición respetada en él?

La verdad es que cuando empecé a escribir no tenía ni la menor idea, no había tenido ninguna relación con el mundo editorial. Presenté el libro y firmé para una única novela. Después fui entrando un poco como en tromba, no fui alguien que fuese entrando pasito a pasito, lo mío fue de golpe. Ahora, con los autores con los que me reúno de vez en cuando hay una cierta sintonía, pero al final, cada uno hace su trabajo. Dentro de una relación cordial te vas viendo esporádicamente, en ferias, en encuentros… Te dedicas a lo que te tienes que dedicar en cada momento, a escribir, a hacer presentaciones y luego, te vuelves a encontrar otra vez, no te pasas todo el día viviendo con otros escritores, es algo mucho más disperso. Personalmente, creo que he tenido una buena acogida entre los que ya estaban dentro de ese mundillo literario, con una relación muy correcta y muy normal desde el principio. Cuando me toca estar dentro de la vida pública, porque hay un lanzamiento editorial, estoy y cuando cumplo con mis obligaciones, vuelvo a mi casa.

¿Qué opinión tiene de la crítica y los críticos?

Salvo un diez por ciento, en general, la crítica me ha tratado bien. La crítica, sea buena o mala, casi siempre es positiva cuando los críticos son profesionales y son serios, otra cosa es la crítica mal hecha. El que va con prejuicios no se va a molestar en intentar buscar lo que realmente es la obra. Hoy en día ya no es necesario estar en un medio para ejercer la crítica, se puede hacer en la red, en un blog y me he encontrado con críticas muy serias, muy meditadas, con un criterio muy profesional, que es lo que a mí me gusta ver.