«La deportividad es lo más bonito del boxeo, a pesar de su leyenda negra»

I. Ballestero
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Gabriel Monteagudo / Dos veces campeón de España de boxeo

Santander, primer año del nuevo siglo. El ya desaparecido pabellón de la Peña Eguía lleva unos días decorado de banderas y tocando por todos sus rincones la música apagada y sorda de los golpes a través de los guantes. La capital cántabra acoge el campeonato de España de boxeo y en una de las semifinales del peso superpesado está 'Javicha', un malagonero en la frontera de la veintena al que por kilos le toca pelearse contra años y combates de experiencia que él continúa adquiriendo poco a poco. Desde su rincón, con el 'Chino' de la Cruz, su entrenador, su padre deportivo, mira la última muralla que le separa de la final, una pared catalana de más de 110 kilos que lleva por nombre Alexander, y que pega más duro que el hambre. Javicha pesa veinte kilos menos, pero cuando suena la campana va a su encuentro decidido. «En una categoría tan pesada hay mucho respeto por la diferencia de peso y la experiencia, pero cuando subes al ring se te olvida, y peleas con todo», recuerda. Cuatro pasos adelante hasta el centro del cuadrilátero y el baile dura trece segundos. Javicha conecta y el catalán cae a plomo. El malagonero noquea a su rival en el tiempo que se tarda en escribir esta frase completa.

La imagen que siguió a los trece segundos que duró aquella semifinal sigue grabada en la retina de Gabriel Monteagudo (Malagón, 15 de marzo de 1980). «Estaba en las nubes y miré a mi entrenador, que intentaba sujetar mi emoción y mantenerme tranquilo mientras me gritaba que me fuera al rincón a esperar», relata. Apenas tres años después de subirse por primera vez a un cuadrilátero, Javicha alcanzaba su primera final senior de un campeonato de España. En la cita cumbre del nacional se toparía con Guillermo Diego, un cántabro que contaba a su favor con el público y la veteranía, pero que iba a tener delante toda la ilusión del malagonero. Eso vendrá unas líneas después, porque antes toca remontarse a los inicios, al mes de agosto en Fernán Caballero y aquel primer combate que fue todo corazón.

«Es así; entrenas mucho y aprendes mucho, pero cuando te subes por primera vez a un cuadrilátero se te olvida, y peleas con el corazón», asegura Javicha cuando recuerda la primera pelea que protagonizó, en un verano de Ciudad Real. Su padre había estado ligado al mundo del boxeo y veía con buenos ojos que Gabriel entrenase, pero no le gustaba un pelo que quisiera competir. A su madre, tampoco. El problema es que cuando a Gabriel se le inoculó la pasión por los guantes ya no había vuelta atrás, y de la mano y el vuelo de Rafael de la Cruz se iba a convertir en Javicha, e iba a ganar dos campeonatos de España del peso superpesado. «Mi padre iba a diálisis a Ciudad Real y yo me iba con él porque había encontrado alguien con quien entrenar, así que viajaba para ello tres veces a la semana». Cuando estaba preparado para pelear, llegó la noche de Fernán Caballero y la pelea contra otro boxeador novato, llamado Joaquín, con quien compartió corazón entre las dieciséis cuerdas. Dejar un poco de lado la técnica y pegar con el alma no les fue tan mal. «Nos proclamaron como el mejor combate de la velada», asegura.

El segundo combate ya fue contra una torre. «Por mi peso tenía que competir con boxeadores mucho más grandes y con mucha más experiencia que yo, porque estaba en la categoría de superpesados; y muchas veces es esa experiencia la que determina el resultado del combate». En esa segunda cita puso sus 17 años enfrente de los 28 de su contrincante. «No es que te vayas a hacer daño, pero el respeto en esas categorías siempre está ahí, porque se pega duro». Los golpes no le amedrentaron y después de una tercera velada se plantó en el Campeonato de España junior de Almería. «De aquel campeonato lo que más recuerdo es que estaba muy nervioso». Eso, los nervios, y que ganó.

de nuevo santander. Después de caer hacia el principio de todo, el relato vuelve a levantarse hacia el presente. «Empecé a trabajar y no podía entrenar con tanta regularidad, así que me costó un poco retomar la competición». Hizo algunas peleas y en el año 2000 fue a Santander a pelear en el Campeonato de España, su primera cita senior. Pasó los primeros combates y poco a poco fue sintiéndose mejor hasta que en la semifinal noqueó al catalán, y apareció delante de él Guillermo Diego. «Era un legionario del ring», define Javicha, «un tipo con mucha experiencia y que se manejaba muy bien en el cuadrilátero». La final no tuvo nada que ver con el combate anterior y los dos boxeadores se fajaron durante los quince minutos del combate. Cuando llegó el final, antes de que el árbitro levantara la mano del ganador, el malagonero se envolvió en la bandera de Castilla-La Mancha y así, como un 'superman' regional, fue como levantaron su guante hacia el cielo. Era el nuevo campeón de España.

Javicha saltó y se abrazó a su entrenador y a las personas que había en su rincón, pero antes lo hizo con su rival y con el personal que acompañaba al boxeador cántabro. Incluso, apartó las cuerdas a su rival para que éste abandonara el ring. Claves y registros de deportividad que están impresos en el código ético del boxeo. «La deportividad y el compañerismo están muy presentes en el boxeo salvo casos muy excepcionales», subraya el malagonero, que reconoce aunque sin querer pronunciarlo que él se topó en alguna ocasión con alguno de esos casos. «Siempre hay decepción o alegría si te dan ganador o vencedor, pero la deportividad y el compañerismo están ahí y se respetan, y eso es lo más bonito de este deporte, a pesar de la leyenda negra que le persigue».

También el agradecimiento. «Yo le debo a Rafa de la Cruz, al 'Chino', todo lo que fui en el mundo del boxeo, fuimos padre e hijo en este deporte, uña y carne, y todavía guardo una gran relación con él y mantenemos el contacto; le estoy muy agradecido», remarca Javicha, que salió de Santander campeón de España y se fue al CAR de Madrid a cumplir su sueño: dedicarse al boxeo como integrante de la selección española. «Entramos mucha gente joven en ese momento e hicimos una gran piña, y aunque en la competición nacional la cosa no cambiaba mucho, lo cierto es que la dificultad aumentaba muchísimo cuando competíamos en torneos internacionales», afirma. De nuevo la cuestión de la experiencia, y esta vez no ligada necesariamente a la edad. «Tienes 20 años y has peleado en 15 o 16 combates, y te encuentras a púgiles de otros países que tienen tu misma edad, pero que ya han hecho 200 peleas, y eso se nota». Además, los torneos internacionales introducen en el cartel a campeones del mundo y campeones olímpicos. «En Bulgaria fui a competir con toda la ilusión y en primera ronda me tocó un boxeador cubano que era campeón del mundo, y claro, me eliminó», recuerda.

El periplo con la selección permitió a Javicha viajar por todo el mundo. Estuvo en México y pudo visitar el Consejo Mundial del Boxeo y conocer a su gran ídolo, aquel del que Rubén Uría escribió que tenía «mandíbula de granito, pegada de mula y piel del diablo»: Julio César Chávez. En la tierra del púgil que se pegaba «como si estuviera encerrado en una cabina de teléfono», Javicha ganó combates antes del límite, y en Cuba, donde estuvo entrenando con la selección de Santiago, peleó tres veces y firmó tres KO. «Esos recuerdos siempre están ahí, y toda la gente a la que conocí; eso no se olvida», afirma. En la selección estuvo tres años y volvió a ganar un nacional. El bicampeón podría haber completado el trío, pero en una tercera final por el título de España sufrió un corte en un pómulo cuando iba a ser ganador a los puntos, y se le dio perdedor por decisión médica. Dos títulos nacionales senior y un título junior, el subcampeonato en superpesados y dos medallas de bronce y otras dos de plata en diferentes torneos internacionales.

En 2004, tras unas vacaciones de invierno en las que dejó el CAR para estar en casa, decidió dejarlo. «Mi padre había enfermado y decidí quedarme en casa», explica emocionado. Sigue ligado al boxeo a través de un gimnasio que montó en su localidad natal, en Malagón, y mantiene contactos y amigos que han hecho que nunca se desconecte del mundo que es su pasión y que fue su dedicación durante más de siete años. Y sonríe cuando se le pregunta por el 'Chino' de la Cruz, al que ve todavía en el rincón del ring del pabellón de la Peña Eguía pidiéndole tranquilidad, que se vaya a su rincón, después de haber bailado unos instantes con un catalán que le duró a Javicha trece segundos.