Los imprescindibles de una Navidad más brillante

M.S.
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Los que trabajan horas y horas en el Belén, los que ayudan a dibujar la sonrisa en la cara de los niños, los que le ponen sabor a las fiestas, 'La Tribuna' se acerca a algunos de los muchos de voluntarios que hacen posibles que estas fiestas lleguen

Los imprescindibles de una Navidad más brillante

Todos hablan de la magia de la Navidad y de la capacidad de esta fiesta para inundarlo todo de alegría. Pero la magia necesita ayuda para llegar a todos y cada uno de los rincones donde haya alguien interesado en contagiarse del espíritu navideño, o al menos predispuesto a hacerlo. De esta tarea se encargan un nutrido grupo de voluntarios que de manera anónima ayudan cada año a que la gente, pequeños y grandes, sientan estas fechas como algo maravilloso, diferente, único, inolvidable. La Tribuna se ha acercado en los días previos a la fiesta a algunos de esos «imprescindibles» aliados de la Navidad que ayudan a dibujar la sonrisa de la ilusión en la cara de los más pequeños, pero también en aquellos que aunque dejaron de serlo están dispuestos a recuperar parte de su infancia. En esta singular excursión por la trastienda de las fiestas, arquitectos del belén, pintacaras mágicos, pasteleros navideños, cocineros tradicionales y músicos.

L a mayoría de la gente no lo sabe, pero en la calle Ramón y Cajal de Miguelturra hace años que se moldea la Navidad a golpe de cúter y pincel. Un trabajo que comienza cuando el sol aprieta, en el mes de julio, de la mano de una quincena de personas que una vez mediado el año, dedica cada fin de semana a dar forma el Belén Municipal con el que la ciudad recibe la última celebración del calendario. Allí, ahora sólo quedan los restos del trabajo hecho, las piezas sobrantes de poliespan, las astillas de madera y los pinceles metidos en agua, pruebas de que este viejo taller es uno de los rincones en los que cada año poco a poco la magia de la Navidad se va tejiendo de manera anónima. Las paredes de este taller han sido testigos del trabajo y la dedicación de los miembros de la Asociación Provincial de Belenistas, cuya única excusa para realizar este trabajo es su pasión por estas fechas, a veces heredada y otras aprendida. Carlos Casas, uno de los que cada año se da cita en este taller donde es Navidad «todo el año», la heredó de su padre. Con él montó sus primeros belenes, aquellos en los que nació la idea de crear algún día una asociación especializada, aprovechando «los muchos maestros que había en la zona». Un proyecto que se convirtió en realidad en 2011. En aquellos primeros años, en los que apenas si eran 14 o 15 socios, ni tenían patrimonio belenista, lo que les obligaba a hacer montajes con aportaciones particulares, que en aquellos primeros belenes suponían «el 80% de las piezas y las estructuras utilizadas». Una realidad que hoy ha cambiado hasta el punto de invertir los porcentajes ya que en la propuesta del Belén Municipal de Ciudad Real, una de las obras que firma esta asociación, hoy el grueso de las piezas son ya de la asociación. Un patrimonio que incluye varias construcciones y piezas de detalle, que son las que cada año se elaboran de manera metódica en el citado taller del que este año ha salido, entre otras cosas, la carpintería y el templo de Jerusalén. «Trabajamos en el belén casi todo el año. Los primeros meses para organizar, restaurar y guardar lo que tenemos. Y después, a partir de abril para organizar la siguiente Navidad», explica. Primero viendo «¿qué queremos hacer. Y después planificando cómo hacerlo, dándole forma». Un trabajo de horas, difícil de cuantificar, que se concentra en los fines de semana, a costa de descansos y «de quitarle horas a la familia», lo que se hace un poco más llevadero, endulzándolo con churros y chocolate cuando llega el frío. Entre risas e historias va tomando cuerpo cada pieza en este viejo taller que ya «se ha quedado pequeño» para una asociación que suma más de 30 socios. Sólo los que se dan cita en esta factoría de la Navidad son conscientes del esfuerzo que hay detrás de cada casa, de cada ventana, de cada baldosa que conforma el Belén Municipal. Una escenografía navideña única que este año estrena carpintería, una de las obras en las que se ha trabajado sin descanso este año y a la que se le ha dedicado «una media de 150 horas», según los cálculos de Casas, para el que el tallaje del poliespan apenas si tiene secretos. También este año se ha elaborado «parte del templo de Jerusalén y algunas casas», todo ello, tras un minucioso proceso de documentación que responde a la filosofía de este grupo de enamorados de la Navidad de ser lo más realistas posibles en su relato. Casas es uno de los hombres que ayuda a darle forma a La Navidad desde las sombras, escudado en su cúter, fotografías y pinceles, de la misma manera que otros se encargan de las piezas de madera, del tendido eléctrico, o de las miniaturas; sin pasar por alto aquellos que son capaces de convertir en realidad el proyecto que se dibuja sobre una gran hoja de papel, donde cada año da sus primeros pasos este monumental Belén. NAVIDADES CON MUCHO SABOR. La Navidad en Ciudad Real es dulce y salada porque sabe a praline, a torta, a nata y a recetas manchegas, en su versión más rústicas, migas y gachas. Sí, porque la navidad en esta tierra de buen comer tiene sabor y mucho. Los más golosos pueden elegir entre varios sabores, praline, nata con fresas o crema, que es el relleno de los crepés que cada navidades endulzan el mercadillo artesanal que se instala en la plaza Mayor y la del Pilar. Una larga colección de casetas de colores que parecen salidas de la fábrica de Papa Nöel, entra la que es fácilmente reconocible la que regenta Miguel Ángel Rosillo, por el aroma que desprende. 

Rosillo es el hombre que lleva varios años endulzándonos estas fiestas, sobre todo llegadas las últimas horas de la tarde, «a eso de las 19.00 horas», cuando el frío comienza a apretar y se agradece un bocado, caliente mejor si es dulce. Aunque joven, es un viejo conocido de Ciudad Real, porque éste es su noveno año formando parte de las fiestas de la capital, donde llegó por vez primera en el año 2009, como parte de un mercadillo que antes jamás se había organizado. La suya era una de las 33 casetas que se montaron aquel año y que ahora se han convertido en más de 60. Todas ellas adaptadas al entorno, convertidas en parte de la estampa navideña de la ciudad, a la que ayudan a crear ambiente. Rosillo lleva toda su vida en esto. Lo de los crepés es algo familiar, un negocio que el retomó y que decidió hacer de manera ambulante, como parte de una nueva forma de entender el comercio, los mercadillos, los navideños y los medievales. Y en este entorno se mueve sin problema con sus crepés, sus gofres y sus buñuelos. Le encanta saber que forma parte de la magia navideña, aunque eso signifique trabajar cuando el resto de la gente está de descanso. Salvo esta noche, la del 24, que tiene previsto cerrar para hacer un viaje exprés a casa con la familia. La Nochebuena no la perdona. El resto de la Navidad sabe que toca estar lejos de casa. Lo asume, el trabajo es el trabajo, aunque después de tantos años así reconoce que le ayudan a sobrellevar la distancia sus otros compañeros de viaje, que el tiempo ha convertido en su «otra familia». La cocina de Rosillo llevará varias semanas funcionando para cuando le llegue el turno al otro gran dulce de la Navidad, el roscón de reyes, pero no el que se adquiere en los comercios y las grandes superficies, que «ese ya lleva en las estantería varias semanas», el artesanal, el que se hace del 1 al 5 de enero. «El que se hace con la receta de siempre», sentencia Enrique Cruz Gallego, segunda generación de una amplia familia de pasteleros sobradamente reconocida y repartida por Ciudad Real. Enrypas se llama su establecimiento, toda una invitación a vivir la Navidad desde su escaparate, donde hasta el 1 de enero, la Navidad literalmente sabe a piruleta de chocolate, a turrón artesanal, a mazapán y tronco de Navidad, que son los entrantes con los que el obrador de este ciudadrealeño va marcando el camino hacia el siempre esperado roscón. Cruz Gallego lleva 35 años dedicado a este negocio de manera profesional, algunos más si tenemos en cuenta que empezó con su padre, a eso de los ocho años, poniendo el regalo y el haba en el rosco. En las últimas décadas, siempre desde la plaza Mayor, con una pastelería no muy grande, pero acogedora, de la que salen una media 600 o 700 roscones en los primeros cinco días del año. La mayoría, rellenos de nata, «aunque cada vez son más los que optan por pedir dos rellenos» para que todo el mundo quede contento. Algo que ha variado con respecto a lo que sucedía cuando era pequeño y la mayoría de los roscos se compraba sin relleno «para mojar en chocolate». La cocina de Cruz está bajo la pastelería, donde pasa noches enteras llegado el nuevo año para hacer frente a la demandad de reyes. «Esos días toca trabajar sin horario», explica. Este exceso de trabajo es la razón de que durante las fiestas el equipo del obrador, compuesto de media por cuatro pasteleros, se refuerce con dos personas más. Y la consecuencia de mantenerse fiel a la receta que aprendió de su padre, Gerónimo Cruz, quien también le enseñó la importancia de mantener las tradiciones. «Si empezamos a comer turrón en octubre, cuando llega la Navidad ya estamos cansados de turrón», sentencia para justificar su postura. Sin desvelar aquella receta que hoy, varias décadas después sigue repitiendo, Enrique Cruz, el mediano de la casa, no duda en señalar de memoria los ingredientes básicos de un postre que se hace con levadura madre, ralladura de naranja, huevos, aceite de oliva, mantequilla, harina, agua de azahar y azúcar. «Alrededor de una hora se tarda en cada roscón - se meten una veintena en cada hornada- entre que se elabora la mas, se deja fermentar, se prepara, se mete en el horno y se termina». El roscón se ha convertido en un símbolo solidario de la ciudad. Una cita que este año tendrá lugar el próximo día 5, de 12 a 14 horas, en la plaza Mayor. No sabemos si en el roscón solidario, que este año elabora Pan Real, habrá haba y figurita. Pero sí sabemos que lo llevan los de Enrique Cruz. Un regalito que convierte al que lo encuentra «en el rey de la casa y al que se lleva el haba le obliga «a pagar el rosco el próximo año», pero sólo de boquilla, reconoce, porque el 80% de los roscos que se hacen son a petición de las féminas de la casa. Dice el refrán que en casa del herrero cuchara de palo. No es el caso de la familia Cruz que desde el día 1 al 5 de enero convierte el roscón de reyes en un buen aliado del café a la hora del desayuno o de la sobremesa. Por eso, Enrique Cruz no duda en darnos un consejo «para disfrutar más aún del roscón, tomarlo en porciones muy peque ñas». Del sabor de la Navidad también tiene mucho que decir la Federación de Peñas de Ciudad Real, responsables de que desde hace diez años en la capital el año se despida con una buena ración de migas y de gachas, sabores de siempre que hacen más llevadero el frío de estos días y que se convierten en digno broche de una mañana, la última del año, que arranca con otra gran tradición, la carrera del Pavo. Esta fiesta en la plaza de los Mercedarios comienza, haga más o menos frío, a primera hora de la mañana con la preparación de los ingredientes de estas migas para «unos 1.500 comensales», según los cálculos de la nueva presidenta de la federación, Frasi López. Una receta de siempre que este año se servirá por primera vez «con huevos fritos», y en un entorno más navideño, porque la federación se ha marcado como objetivo «decorar un poco la plaza y hasta poner villancicos para que la gente sienta ese espíritu navideño». Los más madrugadores pueden disfrutar de la cocina y los preparativos que comienza el último día del año a eso de las 08.00 horas. Una buenas migas, para tantos comensales, requieren de mucho trabajo, no sólo de horas, de meses. Desde agosto la federación comienza a mover sus hilos para conseguir estas migas que se hacen gracias a la colaboración de varias empresas, E.Leclerc, Vinícola de Castilla la Asociación de Panaderos de la Ciudad Real -. Con todo en la sartén, el trabajo recae en los cocineros, uno de ellos, Miguel Ruedas, de la peña Cangilón y vicepresidente de la federación de peñas. Es él quien controla la lista de la compra de este año: unos 500 kilos de pan, 150 kilos de chorizos, otros 150 de panceta, y unos 80 kilos de ajos. Y que se considera defensor de la receta tradicional de un plato que «tiene poco misterio y mucho trabajo», empezando por preparar «la engañifa», los chorizos, torreznos y y ajos, que acompañarán a las migas que saldrán de la sartén mareadas de tanta vuelta. Porque es justo ahí donde está el secreto de esta receta, en darle vueltas y vueltas y vueltas, hasta dejarlas en su punto. «La federación de peñas, además de las migas de fin de año, formamos parte de la cabalgata de Reyes Magos», recuerda Frasi López. Lo hacen como parte del ambiente que acompaña a sus majestades los Reyes Magos, y más concretamente al rey Melchor. Pero también como guardianes del fondo de armario de esta singular y mágica comitiva. Todavía no han comenzado, pero una vez pasada la Nochevieja, miembros de esta federación empezará a trabajar en la cabalgata, o mejor dicho en el vestuario de la misma. «Desde la federación nos encargamos de ordenar el vestuario de la cabalgata en los días previos, estar en la pruebas y dejarlo todo listo para que el día 5 la gente sólo tenga que venir a ponerse el traje que le corresponda». El armario de los reyes, que suele llegar de Madrid, se ubica en un colegio de la capital que se convierte por unos días en un gran probador. Este año además una de las peñas de la federación tiene previsto incorporar una nueva carroza a la comitiva, y trabaja en alguna que otra sorpresa que no saben si llegará a tiempo. UNA FIESTA CON BANDA SONORA. Sin música no hay fiesta. Uno piensa en Navidad y se le vienen a la cabeza una amplia selección de títulos cargados de renos, campanillas, buenos deseos y esperanza. Una lista en la que no pueden faltar las partituras más clásicas, que suenan al ritmo de la batuta de Francisco Antonio Moya de la orquesta Ofman, o las que invitan a bailar a ritmo de swing, jazz, funk y rock con la Basement Band. La Ofman será la encargada de celebrar el concierto de año nuevo en Toledo este año, donde llega después haber puesto su granito de arena en las navidades de la capital. Lo hizo el pasado 15 de diciembre, con la Catedral como escenario de El Mesías de Händel, que se ha convertido en los últimos cinco años en la adecuada antesala de las fiestas. «La música tiene una capacidad para transformarnos de la que no somos conscientes», dice el director natural de Villahermosa para explicar por qué es importante que la Navidad venga acompañada de música, sobre todo si «es música en directo». Y lo dice tras apuntar que con El Mesías, obra que ha dirigido una veintena de veces, vio a la gente emocionarse. Lo que para él es una motivo más que suficiente para poner cada año en la agenda de diciembre esta cita musical. Un concierto que gracias al equipo que tiene «semiprofesional por presupuesto pero profesional por personal» apenas si requiere de unas horas de ensayo para redondearlo. Para Francisco Antonio Moya la Navidad es Händel, es el concierto de Navidad, pero también es volver a casa, con la familia, sentarse al calor de la chimenea o asistir a la misa del gallo. 

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Los miembros de la Basement Band viven a otro ritmo estas fiestas, mucho más americano, que será el que suene en el concierto que tendrá lugar en la plaza Mayor de Ciudad Real el próximo 29 de diciembre, en compañía de la agrupación de swing de la capital. Basement Band se creó en octubre de 2012, aunque su primera actuación no llegó hasta Navidad, lo que hace de éstas unas fechas memorables. Fue el 24 de diciembre en su ciudad, Daimiel, donde se ha convertido en casi una tradición «arrancar el día con el concierto de villancicos». En Ciudad Real se estrenaban el pasado año con la intención de conseguir resultados similares a los de Daimiel. A su favor tienen su singularidad. La Basement Banda es una big band, más propia de la cultura americana de los años 20, lo que explica que la puesta en escena de este grupo de música suene todavía mejor si se acompaña de bailarines de swing. Basement Band es «la banda del sótano», explica Alcázar. Un nombre que no responde al azar sino a las circunstancias, las que les llevó a hacer su primer ensayo en el sótano de Ramón. Una cita de la que salió este proyecto que ameniza las fiestas, allá donde van, a golpe de villancicos cargados de ritmo y fácilmente reconocibles, entre los que cabría destacar Sing, sing, sing, Jingle bells Rock , All I want for Christmas. Un listado al que este año suman una versión swing de la Marcha de Radetzky de Johan Strauss. Horas de ensayo hay detrás de este concierto que se prepara en ratos libres los domingos por la mañana «desde el mes de octubre», donde empiezan a escribirse cada años las primeras lineas de la Navidad.