Más de 11.600 vecinos de la capital viven en riesgo de pobreza

I. Ballestero
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El 15,5 por ciento. El informe de AIS Group sitúa la tasa de población en riesgo de pobreza en el 15,5 por ciento en la capital y en Puertollano la eleva al 23 por ciento

Lo malo de los grandes titulares es que hacen más pequeñas las fotografías, y es ahí realmente donde salen los rostros, los nombres, las historias. Debajo de las grandes cifras suelen encoger las vidas que las componen, y se puede llegar a obviar que en el reverso de la estadística hay un montón de historias cotidianas que muy a menudo las contradicen. 'La recuperación económica está llegando' o 'España crece por encima de sus socios en la Unión Europea' son postulados tan válidos como el que anuncia que la crisis «está quedando atrás», pero deben convivir con otros que invitan a pensar que el cielo no está ya libre de nubes negras. O no al menos para todos. Allá va uno: en Ciudad Real hay más de 11.600 personas que viven en riesgo de pobreza. Otro: en Puertollano, la población en riesgo de pobreza supera las 11.800 personas. Y hay nombres detrás de esa cifra, como los de Francisco Javier Chico y Mercedes Molina.

Las cifras que recuerdan que la salida de la crisis no será una amanecer y sí una lenta transición entre estaciones pertenecen a AIS Group, una consultoría financiera que ha tasado el porcentaje de población que vive en riesgo de pobreza en las localidades de más de 50.000 habitantes. Por eso, de la provincia, sólo cita la capital y Puertollano. En la localidad minera esa tasa es del 23 por ciento, y supone situar en torno al umbral de la pobreza a 11.856 personas. En Ciudad Real la tasa es menor, del 15,5 por ciento, pero la cifra es similar, 11.605 vecinos. La tasa de Puertollano es la segunda más alta de toda Castilla-La Mancha (sólo superada por Talavera, con un 33,1 por ciento); la de Ciudad Real es la más baja de las ciudades con más de 50.000 habitantes en Castilla-La Mancha.

Francisco Javier y Mercedes no han oído hablar de AIS Group y no saben lo que dice el informe, pero su historia es una de las tantas que se esconden detrás de esas cifras. A finales de la pasada década la crisis económica llegó como una gran ola que golpeó con fiereza a las empresas, sobre todo a las relacionadas con la construcción. Los grandes buques sufrieron daños en el casco y estuvieron meses achicando agua; las pequeñas naves quedaron destrozadas, y muchas se hundieron sin remedio. La de Francisco Javier se fue a pique en 2011 y le dejó en medio de la tormenta con 46 años, escupido del mercado laboral por la construcción y con una familia de seis miembros que lleva cuatro años caminando sobre el alambre que supone salir adelante.

En los últimos cuatro años, Javier, como le gusta que le llamen, ha trabajado cinco meses, tres dentro de un plan de empleo del Impefe y dos en una empresa de aluminios para la construcción, como la que él tuvo y que se apagó hace ya cuatro años. Cojan la calculadora. Tiene 50 años y su mujer, Mercedes, 49; tienen cuatro hijos de 20, 17, 15 y 7 años, que viven todos en casa; cobra 426 euros de la ayuda de ingreso mínimo y paga 360 de alquiler. Si le dan ahora al igual, verán que las cuentas no cuadran. «Y la ayuda se me acaba; octubre es el último mes que la cobro completa y en noviembre cobro 17 días», asegura, «yo lo único que quiero es trabajar para poder sacar a mi familia adelante», implora.

laberinto de ayudas. Bajo el paraguas de las políticas sociales y de la acción de los colectivos solidarios se esconden ayudas directas pensadas como el flotador que lanzar al mar para que las familias no se ahoguen. Suponen un respiro momentáneo, pero no hay una cuerda en el extremo de la que tirar para sacar al náufrago del agua. «Nosotros agradecemos cada ayuda que nos llega, pero no son una solución; la ayuda me sirve para este mes, en septiembre hemos recibido alguna, pero ahora llega octubre y tampoco tienes para seguir adelante, y las ayudas no llegan a todos», asegura Javier. Su mujer, a su lado en el sofá de casa enfrente de un montón de facturas, asiente. «Somos muchos los que estamos en una situación difícil, y no pueden ayudarnos a todos», lamenta.

En el mes de septiembre, la familia que forman Javier y Mercedes ha hecho auténticos malabares para conseguir que los chicos puedan seguir estudiando. «La chica empezaba este año el Bachillerato y ahí se acaban las ayudas de libros, pero yo no puedo comprar libros», explica el padre; «menos mal que nos conocen y se los han dejado para que pueda seguir», añade la madre. El problema de las ayudas promovidas por las instituciones es que contienen muchas veces un laberinto burocrático en el que muchos se pierden, y en el extremo sólo hay una puerta. «El mes pasado no podía pagar los recibos y pedí ayudas, pero resulta que si me dan para la luz no me pueden dar para el agua, si me dan para comida no me dan ninguna de las otras», informa Javier, «no entiendo cómo funcionan estas cosas».

Tampoco están encontrando salidas en los planes de empleo. Hace tres años el Impefe ciudadrealeño incluyó el nombre de Francisco Javier Chico en una de las listas elaboradas con los nombres de aquellos que iban a trabajar durante tres meses, y Javier abandonó por un momento la angustia y volvió a sentir que el futuro de su familia pasaba por sus manos. «Ya no me han vuelto a sacar», lamenta. La ayuda que percibe de ingreso mínimo suele jugar en su contra. En los dos últimos planes de empleo le han dado, respectivamente, 24 y 75 puntos. «Estoy en paro desde hace cuatro años, tengo 50 años y tengo cuatro hijos, y el único ingreso que entra en mi casa es una ayuda de 426 euros, y pago 360 de alquiler. No entiendo cómo hacen las puntuaciones, de verdad». Asegura también que ha pedido una cita con la alcaldesa como la pidió con la anterior en su día. No lo consiguió, y por ahora sigue esperando. «Me dijeron que me vería en septiembre, pero eso no ha pasado. Yo sólo quiero pedirle que me eche una mano para trabajar».

la solidaridad. En la periferia de los círculos institucionales transitan asociaciones que siempre tienen una mano tendida a la desgracia. Javier y Mercedes lo saben y pueden contar en primera persona la ayuda que se presta desde Cáritas Interparroquial y desde Cruz Roja. El trabajador social de Cáritas está en contacto constante con ellos. «Hace lo que puede, pero es que hay mucha gente en una mala situación, y claro, para todos no tienen», dice Mercedes, lacónica, menos beligerante que su marido. «Las ayudas se agradecen pero no son la solución, lo que hace falta es que podamos encontrar un trabajo», acentúa.

Sin riesgo de enterrar el relato de esta familia, conviene mostrar otras cifras que escapan del informe de AIS Group. El programa de emergencia contra la pobreza y la exclusión social de Cruz Roja ha atendido en la provincia a 3.462 familias entre enero y septiembre de 2015. Las estimaciones de la organización hablan de 10.845 personas que han recibido ayudas directas para seguir adelante en la provincia. 10.845 personas. Sólo en la capital, según el informe de AIS Group, hay 11.605 que viven en riesgo de pobreza, esto es, y según ese estudio, en hogares unipersonales que ingresan menos de 663 euros al mes, o en aquellos en los que una familia de cuatro miembros sobrevive con menos de 1.393 euros al mes. Javier y Mercedes tienen cuatro hijos y cobran 426 euros mensuales, y sólo hasta la mitad de noviembre.

Junto a Ciudad Real y Puertollano aparecen otras cinco ciudades castellano-manchegas en el listado de la consultora financiera. El panorama no es mucho mejor en ninguna de ellas, incluso en alguna empeora. En Albacete, 15 de cada 100 habitantes está cerca del umbral de la pobreza; en Cuenca, 17 de cada 100; en Guadalajara uno de cada cinco; en Toledo un 18 por ciento y en Talavera de la Reina un tercio de la población, uno de cada tres.

el deber de seguir. Sobre la mesa de los gobernantes hay medidas de choque para tratar de paliar esta situación. La Junta está perfilando un plan de empleo con el que tratar de frenar esta hemorragia en la región, pero para algunos puede llegar demasiado tarde. «Llevo meses oyendo hablar de ese plan, pero todavía no se ha puesto en marcha», dice Javier. Fue a preguntar hace poco y le han dicho que puede retrasarse otro mes. «Otro mes. Nosotros el problema lo tenemos ya, no el mes que viene». El futuro es ahora, y quizá mañana.

El encuentro con La Tribuna se produjo el primer día de octubre por la mañana. De camino a la puerta de la vivienda, Mercedes reconoce que hay pocos motivos para amanecer cada mañana. «Cuando me despierto me apetece quedarme en un rincón sin hacer nada, dejar que pase el tiempo, sin más», confiesa, «pero luego veo a mis cuatro hijos y pienso que hay que luchar para intentar salir adelante. Por ellos». Y sobrevivir se convierte así en una obligación.