Que de celos la mataron...

M. Sierra
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El director Eduardo Vasco potencia la historia de amor de la inmortal obra de Lope de Vega 'El caballero de Olmedo' y logra poner en pie al exigente público de Almagro

Dejó el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro en su 41ª edición para el final uno de sus platos fuertes, 'El caballero de Olmedo', en versión de Eduardo Vasco, un director que suele ser sinónimo de clásicos llenos de frescura, vivos. Y como era de esperar, no defraudó dibujando sobre el escenario del Aurea una tragicomedia marcada por una fatalidad que persigue al protagonista desde la primera escena, colándose en la historia creada por Lope de Vega a modo de cancioncilla popular: «Que de noche le mataron / al Caballero, / la gala de Medina, /la flor de Olmedo», letrilla, que al parecer, fue la fuente de inspiración de esta historia de amor imposible entre don Alonso y doña Inés, que en la tarde del viernes puso en pie al público de la Antigua Universidad.

Escrita en torno al año 1620, la historia propuesta por el ‘Fénix de los Ingenios’ habla de celos y amor, dos caras de una misma moneda que el autor conoció de cerca, metido a lo largo de su vida en varias pendencias por su apasionado corazón. Una combinación mortal, que suele estar detrás, todavía hoy, de buena parte de los casos mortales de violencia de género. Con estos ingrediente, o a pesar de ellos, y aprovechando la belleza de los versos de Lope y su habilidad para ir de la comedia a la tragedia, de la tragedia a la comedia, Vasco dibuja sobre el escenario un caballero de Olmedo aunque igual a todos, pues la historia es la que es, diferente. Y lo es porque sin perder de vista la fatalidad que acompaña desde el comienzo de la obra a don Alonso, parece la propuesta de Noviembre Teatro más centrada en hacer brillar la historia de amor de los dos protagonistas, a pesar de una muerte segura que parece acompañar a el galán de esta historia convertida en silenciosa sombra.

Vasco apuesta por vestir la escena de austeridad, de la mano de Carolina González, que dibuja para la ocasión el espacio adecuado para el lucimiento de la historia con un escenografía especialmente austera, que permite el lucimiento de la historia y sus personajes. Vasco marca los ritmos, la intensidad de esta propuesta, que fluye con rapidez sobre el escenario evitando que el público se despiste. Y el elenco responde a su propuesta, desde Daniel Albadalejo, que compone para la ocasión un don Alonso elegante, enamorado y honorable, todo un caballero, capaz de afrontar entuertos, pero dispuesto a reconocer sus debilidades, a Arturo Querejeta, que está increíble en el papel de Tello, un criado que Lope convirtió en la puerta por la que la comedia se adentraba en la historia, y que el veterano actor clava, componiendo sobre la escena un compañero de viajes atrevido, miedoso, realista y hasta mentiroso, en definitiva, un escudero de libro, al que esta pieza le debe algunos de sus mejores momentos. De admirar, sin duda, la versatilidad de Querejeta, que en las pasadas ediciones destacó por la maldad de su Otelo o la avaricia de Ricardo III, y que este año se despojaba de los ropajes de Shakespeare, para vestir con la misma elegancia las vestimentas de un criado que convierte con su veteranía en protagonista necesario. Sin desmerecer al resto del reparto, que estuvo a la altura de la propuesta, citar la celestinesca versión de Fabiá que compone Charo Amador con pocas piezas y mucho arte; y a la enamorada Inés, que interpretada por Isabel Rodas, se convierte en un reflejo de los personajes femeninos de Lope, ingeniosa y decidida a hacer caso a su corazón y no al de su padre. Todo esto, revestido para la ocasión por la aguja de Lorenzo Caprile, hacen de El caballero de Olmedo un buen broche para la 41ª.