Los caminos infinitos del vino

E.F. / Albacete
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Año tras año, la oferta enoturística de Castilla-La Mancha no deja de crecer, aunque todavía le queda mucho por recorrer para explotar todo el potencial que atesora el viñedo más diverso y de mayor tamaño del mundo

El modelo de los ‘chateaux’ franceses se ha adaptado con éxito a la geografía de la región. - Foto: Carlos Spottorno

En países como los Estados Unidos, Nueva Zelanda o Australia, el 80% de las bodegas están preparadas para recibir visitantes y muchas de ellas tiene complejos hoteleros u hosteleros anexos.

En el caso concreto de España, las  bodegas que están preparadas para esta actividad oscilan entre el 10% y el 15% del total y la mayoría de ellas se encuentran en La Rioja, en la comarca catalana del Penedés Cataluña y en la comunidad autónoma de Castilla y León, en este último caso, sobre todo, en  Ribera del Duero.

Aunque el enoturismo tiene sus pioneros en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, lo cierto es que se trata de un sector con un potencial enorme que aún está por explotar pues, al fin y al cabo, aquí estamos en el mayor viñedo del mundo.

Se trata, además, de un viñedo que ha experimentado una profunda transformación en el último cuarto de siglo. Sus dos variedades más tradicionales, Airén y Cencibel, siguen siendo predominantes, pero se han ido sumando otras nuevas, como la Syrah, la Merlot o la casi omnipresente Cabernet Sauvignon.

Esto ha hecho que los vinos de Castilla-La Mancha no solo ofrezcan calidad y buena relación calidad-precio, sino, además, una variedad que no se puede encontrar en ningún otra parte del mundo.

En paralelo a la transformación de las variedades, el paisaje vinícola también ha cambiado. Los tradicionales viñedos en vaso se han visto sustituidos por los más modernos en espaldera, al compás de los consecutivos planes de reconversión.

La diversidad antes mencionada también alcanza el ámbito de las denominaciones de origen. Aquí se encuentra la mayor del mundo, la DO Mancha, con más de 190.000 hectáreas reconocidas. Pero es que hay otras 11, lo que convierte al viñedo manchegos no solo en el mayor, sino también el de personalidad más polifacética de todo el planeta.

Una lista de vértigo. La lista casi da vértigo:  en la comarca de natural de La Mancha, además de la denominación homónima, están Valdepeñas Ribera del Júcar y Pago Guijoso; en La Alcarria, Uclés Mondéjar;en La Manchuela, la D.O. del mismo nombre; en Tierra de Torrijos; en el Corredor de Almansa, la D. O. Almansa; en Montes de Toledo y Ciudad Real, Dehesa del Carrizal; en Campo de Montiel, Finca Elez; en Vega de Toledo y en la Jara, Valdepusa.

Además, Castilla-La Mancha comparte con la Región de Murcia la DOP Jumilla, a la que pertenecen siete municipios albaceteños, que son Albatana, Fuente-Álamo, Hellín, Montealegre del Castillo, Ontur y Tobarra.

Y cada una de esas denominaciones, además de sus espléndidos vinos, ofrece al visitante su propio paisaje, desde las grandes planicies ocupadas por viñedos que, por millones y millones de cepas, se prolongan hacia el infinito, hasta el  microcosmos de los vinos de pago, inspirados en los Chateaux franceses.

Arquitectura del vino.  Además del paisaje agrícola, el sector vinícola atesora un patrimonio industrial y arquitectónico que, en si mismo, también resulta un atractivo para el visitante, no menos variado que los caldos que producen.

La arquitectura del vino en Castilla-La Mancha abarca desde las cuevas medievales de la Manchuela conquense hasta la arquitectura más vanguardista, pasando por muestras de la arquitectura del hierro de finales del siglo XIX y principios del XX.

Estudiosos como el arquitecto Diego Peris han comparado algunas de esas bodegas centenarias, con edificios similares que ya gozan de protección. Por ejemplo, afirma que, en localidades como Tomelloso, hay joyas escondidas que nada tienen que envidiar a edificios célebres, como las Bodega Codorniu del arquitecto Puig i Cadafalch, en Barcelona.

Tras esta primera explosión de creatividad, y durante buena parte del siglo XX, las bodegas manchegas adoptaron un estilo mucho más funcional, mucho más discreto. Pero, al terminar el siglo XX y comenzar el XXI, hubo un nuevo ‘boom’ de la arquitectura asociada al vino.

A esta nueva ola de edificios de vanguardia, pertenecen, por citar algunos ejemplos significativos, Bodegas Pago del Vicario, obra de los arquitectos Juan Sánchez y Luz Gallego; Bodegas Real, obra de Ignacio García Pedrosa y Angela García de Paredes; Finca Antigua, del equipo LKS; Bodegas Naranjo, de Javier Bernalte y José Luis León o Bodegas Celaya, cuyo autor es Eloy Celaya.

Estas nuevas bodegas, además de contar con los más modernos equipos e instalaciones para producir vino de gran calidad, cuentas con otra clase de dependencias como salas de cata, alojamientos o restaurantes, que se han diseñado para nuevas ofertas enoturistas, culturales y de ocio,  asociadas al turismo de interior.

En expansión. Lo hacen porque el turismo de interior y, dentro de este sector, el enológico, es un negocio en expansión. De acuerdo a cifras facilitadas por Asociación Española de Ciudades del Vino, en 2013, el medio centenar de bodegas asociadas que apostaron por esta clase de actividad recibieron casi 1.700.000  visitantes, lo que representa un incremento de casi un 19% respecto a las cifras del 2012.

No obstante, estas mismas cifras indican que aún queda mucho por hacer en nuestra región, porque más de dos tercios de l volumen de visitantes corresponden a cuatro rutas , la del Cava del Penedés, la del Vino de Jerez, la Rioja y la Ribera del Duero.

En nuestra región, destaca el caso de la Ruta Caminos del Vino de La Mancha (www.caminosdelvino.org). Sus principales hitos  están formados por las localidades de Alcázar de San Juan, Campo de Criptana, Pedro Muñoz, San Clemente, Socuéllamos, Tomelloso y VIllarrobledo.

El principal atractivo de esta ruta es que no se reduce sólo al vino. En realidad, el vino es el hilo conductor, el denominador común para dar a conocer, a través de él, la gastronomía, la historia, al artesanía, las tradiciones y el patrimonio artístico y cultura de estas localidades.

Rutas temáticas. En cada localidad, hay una pequeña ruta, para hacer en un día o en unas horas, en torno a un tema concreto. Por poner algunos ejemplos, Alcázar de San Juan es el centro de la ruta nocturna Historia y Leyenda, centrada en el patrimonio arquitectónico; Pedro Muñoz tiene la Ruta de las  Lagunas, dedicada a los humedales manchegos; la ruta diurna Un Día en Socuéllamos se dedica al arte y la Ruta de la Piedra Seca, en Villarrobledo, combina la arqueología, la artesanía, la naturaleza y la arquitectura más tradicional. En paralelo, y en los últimos años, también ha habido bodegas que han desarrollado sus propios proyectos enoturísticos, bien en solitario, bien asociándose con otras bodegas -como es el caso del  grupo de 30 bodegas agrupadas bajo la marca Divinum Vitae-  o con touroperadores especializados, de las que aportamos una relación en las que, a buen seguro, son todas las que están, pero no estarán todas las que son.

Y, por último, no hay que olvidar el maridaje del turismo enológico con su hermano natural, que es el turismo gastronómico, y del que también hay destacados ejemplos  en nuestra comunidad autónoma.

Pero eso ya es otra historia que  necesitaría un artículo más. O dos.