El IGME descarta el resurgimiento de un viejo Ojo «con toda seguridad»

David Aso
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El Instituto Geológico y Minero constata que el acuífero está en esa zona «a cuatro o cinco metros de profundidad», por lo que la hipótesis del afloramiento natural «no tiene sentido»

Encharcamiento de agua aparecido en la zona donde hace casi tres décadas manaba el llamado ‘Ojo de la Señora’. / - Foto: PABLO LORENTE

El Instituto Geológico y Minero de España (IGME) confirmó ayer que el encharcamiento de agua detectado en la zona de los antiguos Ojos del Guadiana se debe a una fuga de riego. Descarta «con toda seguridad» que se trate de un afloramiento natural, tal y como ya avanzó este mismo organismo nada más conocer su existencia hace dos semanas, y se reafirma en la hipótesis de que para volver a ver manar agua de los Ojos del Guadiana originarios, secos desde hace casi tres décadas, habrá que esperar por lo menos «a que el próximo año hidrológico sea tan húmedo como el actual», a pesar de que la situación del acuífero «sigue siendo bastante buena». Pero no como para seguir alimentando las especulaciones que apuntaban a un sorprendente resurgimiento en plena campaña de riegos, extremo que, como adelantaba ayer La Tribuna, también ha descartado la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG); del mismo modo que el propio Ayuntamiento de Daimiel ya se inclinaba a finales del pasado mes de julio por una fuga de riego como origen de este controvertido charco erigido en romántico espejismo de la recuperación del acuífero.

De hecho, el IGME no admite dudas ni matices a su diagnóstico por una razón tan sencilla como concluyente: no puede manar agua subterránea de manera natural en este punto (donde se ubicaba el viejo ‘Ojo de la Señora’, dentro de una parcela que linda con la carretera Daimiel-Puerto Lápice, cerca del conocido puesto de venta de melones de la N-420) cuando el nivel del acuífero se encuentra todavía «a cuatro o cinco metros» de la superficie. El jefe del área de Infraestructura Hidrogeológica del IGME, Miguel Mejías, que ayer hacía un paréntesis vacacional para acompañar al auxiliar de investigación de este organismo que ha sondeado la treintena de puntos de control que tienen en la zona durante los dos últimos días, confirmó sus conclusiones a este periódico poco después de terminar de recabar todos los datos: «Realmente no es una surgencia, no es un ojo natural, sino un encharcamiento de agua procedente de riego que se ha acumulado en este terreno que es muy arcilloso». Además, el nivel del acuífero «ha bajado un metro» en las cinco últimas semanas como consecuencia de la falta de precipitaciones y, «sobre todo», por las extracciones de la campaña de riegos. Incluso «los Ojos reales (los nuevos), que están topográficamente más altos, han perdido bastante superficie» en este periodo. «Se han quedado en tres o cuatro metros cuadrados, lo cual es lógico por la bajada general del acuífero de un metro». Un descenso que varía según la topografía del terreno y que hace que en el entorno de Las Tablas, por ejemplo, el nivel «solo haya bajado 38 centímetros desde la toma de primeros de julio», prosiguió Mejías.

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