El Corral se despide con otro ejercicio de ingenio en un 'Burlador' de tres actores

Diego Farto
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Factoría Teatro mezcla los textos de Tirso de Molina con canciones y fragmentos del romance anónimo del caballero y la calavera

Un momento de la representación - Foto: /LT

En tiempos de crisis las compañías están obligada a aguzar el ingenio para reducir al mínimo la contratación de actores. El resultado es que, salvo dos, todas las funciones que se han representado este año en el Corral de Comedias con motivo del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro han contado con tres actores o menos.

La representación del domingo, con la que concluyó por este año el festival, El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, tampoco escapó a esta regla y con sólo tres actores brindó una noche entretenida a los espectadores.

El reto fue un poco más fácil para Íñigo Asiaín, que a fin de cuentas, dio vida a Don Juan Tenorio y sólo se desdobló en otros personajes en tres o cuatro momentos de la función.

En cambio, a Salvador Sanz es imposible asignarle rol preciso puesto que ocupó prácticamente los restantes papeles masculinos. Es así padre, marido, criado, campesino, pescador, marqués y hasta interpreta al comendador Don Gonzalo de Ulloa en su duelo con Don Juan.

La terna se completa con una feliz Lola Manzanares, igualmente versátil a la hora de definir sus personajes tanto con el gesto como con la voz.

El decorado está pensado para llevar esta obra a prácticamente cualquier rincón y parece difícil encontrar un teatro en el que no tenga cabida. La ambientación se logra con un escenario pintado que se despliega como un libro de ciego de romances. De este modo, basta un cambio de página para que la acción pase de las calles de Sevilla, al campo andaluz, a las costas de Tarragona o de nuevo la capilla fúnebre del comendador de Calatrava en la ciudad del Guadalquivir.

A ello se añade que prácticamente todo el mobiliario tiene una doble función. La mesa y las banquetas se pueden convertir en lápidas, lo mismo que el sillón, y un breve retoque de vestuario convierte al actor en un personaje diferente.

Al mismo tiempo, la obra es una indagación en la tradición folclórica, la poesía y la música popular y hasta en la historia del teatro, por cuanto la función comienza con los tres actores convertidos en un coro que canta el romance del caballero y la calavera, que al parecer sirvió de inspiración a Tirso de Molina para construir su obra. En distintos momentos de la función se introducen otros fragmentos cantados, en los que destaca especialmente la voz de Lola Manzanares.