La escasez de setas propicia una temporada sin apenas incidentes

A. Criado
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El Servicio de Protección a la Naturaleza de la Guardia Civil asegura que es la campaña «más tranquila de la última década» y lo achaca, entre otros motivos, a la ausencia de cuadrillas de recolectores foráneos

El otoño es tiempo de setas, pero la escasez de precipitaciones en septiembre ha reducido este año considerablemente la presencia de hongos en los montes, prados y senderos de la provincia de Ciudad Real. Las malas previsiones de los expertos se han confirmado y, salvo milagro meteorológico, las inminentes heladas echarán el cierre a una temporada micológica que está transcurriendo sin pena ni gloria.

Una imagen vale más que mil palabras. En las cunetas de la carretera N-430 en las que otros años por esta época se avistaban decenas de turismos y furgonetas hoy reina la vegetación. El bullicio ha mutado en silencio en los bosques de la comarca de Montes, por lo que no es de extrañar que el número de incidentes relacionados con la temporada de setas se haya reducido a la mínima expresión. «Es la temporada más tranquila de la última década en esta zona», aseguran Óscar Cambelo y Rodrigo Carrasco, agentes del Servicio de Protección a la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona).

Minutos después de las diez de la mañana partimos de Piedrabuena en un todoterreno de la Benemérita en dirección a Arroba de los Montes. Nos advierten que será difícil encontrar a personas recolectando setas y no se equivocan. Tras circular por la carretera nacional y patear dos montes de la zona, uno de uso público y de titularidad privada, durante casi dos horas sólo nos topamos con Santos Laguna, que se dirige a casa tras una jornada de níscalos poco fructífera.

En el maletero de su coche asoma el botín: una caja con apenas una veintena de Lactarius deliciosus de un tamaño que deja mucho que desear y de los que dará cuenta «a la plancha, con aceite y ajo, o en un arroz». «Este año hay muy pocas setas y malas», reconoce este vecino de Piedrabuena, que explica que hay que salir al campo a por hongos «40 días a contar desde que llueve en septiembre». «El problema es que este año no ha llovido», se lamenta.

Asegura que para llenar una caja de níscalos hay que recorrer varios kilómetros, cuando en en años anteriores «se podían coger hasta cinco y seis cajas en rodales de monte no muy grandes». Santos afirma que a la escasez de precipitaciones se suma también los daños ocasionados por cuadrillas de recolectores foráneos, la mayoría de nacionalidad rumana. «Escarban el monte con rastrillos, se llevan por delante las esporas y dejan los pinares hechos polvo para futuras temporadas», apostilla.

Una de las misiones del Seprona es, precisamente, vigilar para que la recolección de setas se lleve a cabo sin daños para el medio natural. A la espera de que la Administración regional regule esta actividad a través de una ley, la labor de los agentes del instituto armado se limita a «concienciar a la gente para que no tire basura y deje el monte igual que lo encontraron».

grupos organizados. El mayor problema en esta materia, el de la limpieza, viene de la mano de los grupos organizados que recorren buena parte del país en busca, sobre todo, de boletus y níscalos. Bandas que en muchas ocasiones superan las 30 personas y que durante la temporada acampan en el bosque y trabajan de sol a sol para «lograr el máximo volumen posible de hongos en el menor tiempo posible». El negocio de las setas está en auge, ya que ante el consumidor final, los boletus pueden costar de media entre 15 y 30 euros el kilo y los níscalos entre 10 y 15.

Pero lo peor de estos grupos, que también, no es el daño medioambiental que puedan ocasionar, sino el clima de inseguridad que generan entre los habitantes de los municipios de esta comarca que salen solos, en familia o con amigos en busca de hongos para el autoconsumo. «Se producen amenazas y roturas de lunas de vehículos para robar las cestas de setas que han recolectado», subrayan desde el Seprona. Este año, sin embargo, estos grupos no han hecho aún acto de presencia por la zona. Suelen 'bajar' del norte de la región y de Castilla y León huyendo de la heladas. Allí sí que se han producido ya varias detenciones.

Otra de las misiones del Servicio de Protección a la Naturaleza de la Guardia Civil es efectuar controles para evitar la venta ilícita de hongos y comprobar que se cumplen con toda la normativa en materia de sanidad y consumo. «Hay que verificar la trazabilidad del producto: dónde se ha cogido, qué variedad de hongo es y cuál es su destino», remarcan los agentes de la Benemérita. No es asunto baladí. Cada año se producen en España alrededor de 500 intoxicaciones por setas, de las que 200 acaban en hospitalizaciones y 10 en muertes. Es el único producto forestal que no está regulado y encima es tóxico. Hay una docena de especies mortales y el peligro está en la clasificación, aunque una malas condiciones de recogida o de transporte también pueden acarrear serios problemas para la salud.

El Seprona también tiene que intervenir todas las temporadas micológicas para localizar a personas que se extravían por el bosque cuando salen a buscar setas. «Hay gente que no conoce el monte y se pierde. Se hace de noche y no son capaces de llegar a donde han aparcado el coche», comenta el agente Carrasco. «Y en esta zona, además, hay problemas de cobertura», apostilla su compañero. Este año tampoco han tenido incidencias en este sentido.

Despedimos a Santos Laguna y nos adentramos en el monte Riofrío, de uso público, entre los términos municipales de Piedrabuena y Arroba de los Montes, para comprobar de primera mano si la escasez de hongos a la que aluden los expertos es tan drástica. No mienten. Tras casi una hora no hallamos un solo níscalo. Únicamente localizamos varias   amanitas, una familia de setas de colores llamativos, la inmensa mayoría tóxicas; setas parasol o paraguas -que sí son comestibles- y falsos níscalos, «que  son tóxicos, pero no mortales» y que se diferencian del Lactarius deliciosus en que «no tienen el tronco hueco, su tono es más anaranjado que rosa y tardan más tiempo en oxidarse».

La siguiente y última parada es El Gargantón, una finca privada con plan de aprovechamiento de setas. Entramos, pero nos vuelven a advertir: «No hay nadie  recolectando. Este año apenas han salido hongos».