«La falta de previsión era de todo orden y el curso empezó sin autorización legal»

Pilar Muñoz
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El ingeniero agrónomo José Moreno de Acevedo fue el primer director de la Escuela Universitaria de Ingenieros Técnicos Agrícolas

José Moreno de Acevedo Sampedro. / - Foto: PABLO LORENTE

La generosidad y la honradez son los rasgos más característico de José Moreno de Acevedo. Quienes le conocen apuntan que es un hombre tremendamente justo, y también un poco autoritario, que requería que todo se hiciera a la velocidad del rayo sin merma de calidad. Vino a Ciudad Real para hacerse cargo de la dirección provincial del Servicio Nacional del Trigo y acabó dirigiendo la puesta en marcha de una escuela de ingenieros técnicos agrícolas que acaba de cumplir 45 años de vida. Aquella fue, y es,  su mejor cosecha.

Nació en Valverde de Fresno (Cáceres), un pueblo en plena Sierra de Gata que linda con Portugal y que tiene un 'idioma' propio 'La Fala' compartido con Elijas y San Martín de Trevejo.

Cursó el Bachillerato en el Colegio San Antonio de Padua de Cáceres y la carrera de Ingeniero Agrónomo en la Escuela Técnica Superior de Madrid aunque estaba llamado a vestir la toga en juzgados y tribunales de Justicia por tradición familiar, pero José Moreno de Acevedo se inclinó por la ingeniería llevado por su pasión por las Ciencias que le transmitió un tío suyo ingeniero de Caminos.

Su primer destino fue la empresa privada, exactamente en la oficina agrícola EVERA, filial de la italiana en Milán y más tarde, ya en Madrid, continuó en la empresa hasta que finalizó el proceso de introducción de los envases tetra pack para los productos lácteos de Clesa.

Moreno de Acevedo recuerda también su ingreso en la Administración del Estado, concretamente en el Servicio Nacional de Concentración Parcelaria con destino en Pamplona. «Oposité a plazas vacantes en el organismo autónomo Servicio Nacional del Trigo (hoy FEGA) con destino en Ciudad Real como jefe provincial», cargo que desempeñó de julio de 1967 a septiembre de 1973.

La capital y la provincia no le eran ajenas, ya las conocía de su etapa en el Servicio Nacional del Trigo. Se había pateado toda la provincia porque el SNT, aparte de la oficina provincial, tenía 34 jefaturas de Silo repartidas por la provincia y «me impresionó la importancia cerealista y los grandes núcleos de población en La Mancha», cuenta con énfasis al recordar esta etapa de su vida.

Confiesa sin rubor que la capital «no me produjo muy buena impresión, tal vez por no tener la monumentalidad de Cáceres, pero aparqué la comparación y encontré en la gente lo mejor de sí misma, en el trabajo, la simpatía, la amistad y el afecto que me concedieron durante los seis años en Ciudad Real. Hoy, 47 años después, me pierdo por sus rondas y calles. Es irreconocible, pero sigo pensando que viví los mejores años en ella», dice tras su reciente paso por Ciudad Real con motivo de la conmemoración de los 45 años de la Escuela Universitaria de Ingenieros Técnicos Agrícolas, de la que fue su primer director.

Los inicios. La propuesta de su nombramiento le pilló por sorpresa. «Fue de forma muy rápida, diría que fulminante, y una sorpresa absoluta», explica Moreno  de Acevedo y, con la franqueza que le caracteriza, dice que él entendía que era incompatible su cargo en la Administración, pero la dirección del Servicio Nacional del Trigo «me comunicó la compatibilidad y me felicitó». Así llegó a ser el primer director de la EUITA de Ciudad Real.

Los primeros meses fueron difíciles. «Tuvimos que empezar el curso sin autorización legal, lo que me dio la voz de alarma sobre la falta de previsión de todo orden que supuso la creación de la escuela, reconocido después por el propio Ministerio de Educación».

No obstante, Moreno de Acevedo guarda en su memoria un montón de recuerdos, «todos buenos». Llegado a este punto reconoce la labor de los profesores y la colaboración del alumnado «por sus comportamientos y ayuda para superar las deficiencias».

 Recuerda que «los alumnos aceptaron desde el primer día un horario de clase hoy día inaudito: de ocho a nueve de la mañana y de cuatro a diez la noche, de lunes a viernes. Los sábados, de ocho a dos de la tarde».

También rememora asomando una sonrisa de complicidad en su rostro como los profesores del primer claustro sufragaron los gastos del tablón de anuncios, «un hecho anecdótico, pero significativo para el futuro», apunta.

En este instante de la charla, le cambia el semblante al recordar que «la retribución del profesorado, sin lugar a dudas, fue objeto de permanentes reclamaciones por lo injusto y degradante. Las quejas llegaron hasta las Cortes Generales y como última consecuencia, llegué a solicitar mi cese por primera vez, que no se aceptó», explica.

Moreno de Acevedo estuvo en la Escuela como director desde su nombramiento, el 12 de octubre de 1969, hasta su cese por traslado a Toledo el 11 de septiembre de 1973. Pero no perdió el vínculo, ya que continuó impartiendo clases hasta que terminó el curso académico 1973/74, desplazándose desde Toledo a Ciudad Real los viernes por la tarde para atender a las clases. «Siempre recordaré los años de docencia, que he añorado desde que la abandoné».

Sin campo de prácticas. Volviendo a su etapa al frente de la Escuela de Ingenieros Técnicos Agrícola, explica que el campo de prácticas no se consiguió pese al enorme apoyo de la prensa local y diversas instituciones, entre ellas la propia Delegación de Agricultura de Ciudad Real. «Fue sustituido con una programación de visitas a varias empresas y explotaciones agrarias de la provincia. La Escuela prácticamente no podía afrontar los gastos, salvo el transporte. Estos problemas fueron mayores en los primeros cursos, pero de menor intensidad al ser las asignaturas menos exigentes en este aspecto».

Recuerda que las dotaciones de los laboratorios se consiguieron con cierta rapidez, pese a que en un principio no estaba prevista consignación presupuestaria alguna. «El material sobrante de otras escuelas fue temporalmente guardado en la Escuela de Artes y Oficios hasta la entrega del edificio de la escuela, manifiestamente mejorable, pero que nos vimos forzados a aceptar por la premura para montar los laboratorios de Física, Química y Biología lo más pronto posible».

Y es que cuando José Moreno de Acevedo se hizo cargo de la dirección de la escuela no existía un edificio como tal. Dependiente en sus orígenes de la Universidad Politécnica de Madrid, nació bajo la denominación de Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Agrícola y comenzó a impartir los estudios de ingeniero técnico agrícola (antiguos peritos) en el edificio del instituto Juan de Ávila.

El sello Acevedo. La unión de los sucesivos claustros y promociones fue el sello que transmitió. «El primer claustro y la primera promoción señalaron a mi juicio, repito, el camino a seguir para el futuro prometedor de los alumnos, tal vez ellos sufrieron las faltas, pero ayudaron mucho y bien a los siguientes», indica y, a la pregunta sobre el sello que él imprimió a la escuela, responde:

«Que les ayudé, yo creo que sí».

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