De la ambición a la decadencia de la perdición

Laura Buitrago
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Colombia erizó el vello a los espectadores de la Antigua Universidad Renacentista de Almagro con la locura y la tiranía de 'Macbeth'

La tarde del sábado era soleada, pero a las ocho en punto, del sol no quedó ni rastro en el interior de la Antigua Universidad Renacentista (Aurea) de Almagro. Allí lo que había era un ambiente espeso, siniestro, con una niebla que casi rozaba los bajos de los asientos. Sólo una  luz sobrevivía a aquel ambiente que invitaba, desde el principio, a entrar en el mundo   de los sueños.

Con esta escenografía el reparto de Macbeth, llegado desde la lejana Colombia, recibió a los cientos de asistentes que, ayer, se dispusieron a apreciar una adaptación shakesperiana que se aleja de la norma para ofrecer un espectáculo más pensado para llegar a todos los sentidos.

La estética ya advirtió que esta función, preparada por la institución colombiana Teatro Colón Bogotá, que busca convertirse en el alma de las producciones teatrales y musicales del país latino, y los artistas de La Compañía Estable, no iba a ser la típica obra clásica. Y lo confirmó su primera escena, en la que el público pudo ver de un golpe a todos los interpretes de la propuesta cuidadosamente situados, vestidos al más puro estilo de un videoclip grunge, moviéndose de una manera tan sincronizada, que hacían dudar a espectador de si lo que se iba a presenciar realmente era Macbeth o el Thriller de Michael Jackson.

Durante las dos horas que dura esta función, los espectadores acompañaron a Macbeth, exquisitamente interpretado por el colombiano Christian Ballesteros, en su camino desde la bondad hacia la locura que le lleva la tiranía y la ambición. Un trayecto que se inició con la profecía de tres peculiares brujas de largas melenas, a las que  esta propuesta presenta con máscaras de animales, que entre la jocosidad y la desvergüenza le anuncia que a su título de duque de Glamis, les seguiría el de Cawdor y el de rey de Escocia, afirmación que supuso el principio del fin.

Diana Alfonso, bajo la piel sedienta de poder de Lady Macbeth, fue capaz de poner los pelos de punta a los allí presentes con sus monólogos y sin mayor acompañamiento que el del foco y su talento, en medio de una escenografía que optó por la austeridad en favor del texto.