Llarena, el azote del desafío independentista catalán

SPC
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El magistrado del Tribunal Supremo encargado del sumario sobre el 1-O siempre ha defendido la Constitución, pese a las duras críticas de los secesionistas y una parte de la opinión pública

«Los Países Catalanes serán tu infierno». La amenaza aparecía pintada en plena calle y señalaba a la casa de Pablo Llarena, el juez que desplegó toda la fuerza del Tribunal Supremo para hacer cumplir la Constitución y perseguir a los responsables de convocar un referéndum ilegal en Cataluña el 1-O. 

Visto por los soberanistas catalanes como brazo judicial de un poder «autoritario» y por muchos antiindependentistas como el héroe que frenó la mayor amenaza a la estabilidad de España en décadas, el magistrado adoptó una postura implacable contra el independentismo desde que asumió la causa judicial a finales de octubre. 

Sin embargo, las decisiones judiciales de países como Alemania y Bélgica sobre los políticos separatistas que huyeron a sus países supusieron un revés para el procedimiento iniciado por el Tribunal español y, en especial, contra el togado que esta misma semana retiró la euroorden de arresto que en su día cursó contra el expresidente del Gobierno regional de Cataluña, Carles Puigdemont. 

Un tribunal de Alemania, país donde el líder separatista fue detenido el pasado marzo, autorizó el pasado 2 de julio su entrega a España por un delito de malversación de caudales públicos y no de rebelión como solicitaba Llarena, quien rechazó la extradición. 

El magistrado burgalés procesó en total a 25 políticos y líderes catalanes por el plan soberanista, que abrió una crisis institucional sin precedentes en España. Nueve de ellos están en prisión preventiva en cárceles españolas y otros siete fugados fuera del país. 

Entre ellos figura Carles Puigdemont. El mismo día que el expresident fue detenido en el norte de Alemania aparecieron las pintadas ante el domicilio particular de Llarena en Cataluña. El Consejo General del Poder Judicial tuvo que pedir protección para el magistrado. 

«Lo señalaremos y responderemos a su represión tantas veces como haga falta», avisó Arran, grupo juvenil afín al partido antistema CUP al reivindicar las pintadas. 

Atrás quedaron los días en que la prensa confundía su apellido con «Llanera» o rastreaba más información sobre un hombre poco conocido y llegado al Tribunal Supremo hace apenas dos años. Reservado, poco mediático y amante de las motos, Pablo Llarena está en el foco de la actualidad. 

Nacido en Burgos en 1963, Llarena dividió desde un principio a parte de la opinión pública, especialmente a la catalana, por procesar a políticos independentistas (Puigdemont incluido) por rebelión, un cargo que implica la intención o ejecución de cometer actos violentos.

La suerte le otorgó al magistrado la causa por turno de reparto, procesal pero el juez conocía bien Cataluña, donde desarrolló parte de su carrera y donde viven su mujer y sus dos hijos.