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Raquel Santamarta
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La 'desregulación disruptiva del estado de ánimo' es algo más que un simple berrinche • Los niños que sufren este trastorno, que tiene nombre desde el año pasado, atraviesan por constantes episodios de descontrol emocional

Una menor acude con sumadre a las consultas de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil. - Foto: Tomás Fdez. de Moya

No son simples berrinches o pataletas, aunque la madre del anuncio de un conocido spray nasal se tire al suelo del supermercado antes de que a su hijo se le ocurra hacerlo poniendo el acento en que «la mejor defensa es un buen ataque». Y es que hay que diferenciar entre las rabietas de adaptación y las que son síntomas de otro problema. Detrás de la desproporcionada o de la baja tolerancia a la frustración de algunos niños se esconde una profunda angustia.

«Sus episodios de descontrol emocional son frecuentes (tres o más veces a la semana) y se dan en todos los contextos», expone el jefe de Psiquiatría Infanto-Juvenil y de la Unidad de Trastornos del Comportamiento Alimentario del Hospital General Universitario de Ciudad Real (HGUCR), Luis Beato. La ‘desregulación disruptiva del estado de ánimo’ mantiene al pequeño en una situación de constante incomodidad y «se engloba dentro de los cuadros depresivos, con todo lo que eso conlleva».

La quinta edición del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-V), la denominada ‘biblia’ de la Psiquiatría en EEUU, incluye, desde mayo de 2013, esta nueva categoría diagnóstica en la infancia y, en palabras del doctor Beato, ayuda a «delimitar conductas de enfermedades» y a diferenciar este trastorno de otros como el TDAH (déficit de atención e hiperactividad), el oposicionista-desafiante y el bipolar. No en vano, según explica, «parece que se estaban diagnosticando excesivamente cuadros maníacos-depresivos en niños y adolescentes».

Entre el dos y el cinco por ciento de los menores entre seis y dieciocho año podría padecer ‘desregulación disruptiva del estado de ánimo’, un trastorno que disminuye su prevalencia en la edad adulta a diferencia del desorden bipolar, lo que implica un cambio en las reglas del juego. «Antes de los diez debe haber síntomas», señala el doctor Beato como condición incidiendo en su interferencia en el rendimiento escolar, la convivencia en el hogar y las relaciones sociales.

 A pesar de tirarse al suelo, gritar, llorar y dar golpes, estos niños sufren en silencio. «La depresión en niños y adolescentes no se muestra con tristeza, es decir, con sensación de vacío y llanto frecuente», asegura el responsable de Psiquiatría Infanto-Juvenil del HGUCR señalando la irritabilidad como la forma de expresión más común. «Todo les molesta, les inquieta y les viene mal», apostilla. Y a diferencia de los adultos, los menores con este tipo de cuadros si tienen reactividad al entorno, es decir, responden ante estímulos placenteros como una compañía agradable. Y eso dificulta la detección del problema en el marco de un comportamiento irascible.

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