Un riesgo demasiado innecesario

M. Chaves
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La Hermandad de Las Penas, como el año pasado, se vio sorprendida por la lluvia y regresó a su templo poco después de salir

El agua volvió a hacer aparición en la procesión de Las Penas./ - Foto: PABLO LORENTE

Vaya por delante que las previsiones que manejaba la junta de gobierno de la Hermandad de las Penas, según informaron costaleros y algún que otro responsable de la corporación a este diario,  eran positivas para la noche de ayer. No obstante, y como ocurrió el año pasado, la decisión de la cofradía fue demasiado arriesgada y la misma tuvo que volver sobre sus pasos al convento de Las Carmelitas apenas 45 minutos después de apostar por ponerse en la calle en una jornada que pintaba mal y que ya dejó alguna que otra gota en los compases iniciales de la salida.

En este sentido, y aunque los pronósticos que se tenían de la Base de Almagro decían que no habría lluvia hasta la medianoche, la junta pecó de osadía a la hora de iniciar su discurrir procesional; máxime cuando el cielo no dejaba mucho lugar a la esperanza y cuando la llovizna terminó por hacer acto de presencia escasos segundos después de que el paso de Nuestro Señor Jesús de las Penas atravesase la puerta del convento. Con todo, a las nueve de la noche se habían abierto puntualmente las puertas del mismo dando lugar al inicio de la estación de penitencia de una Hermandad no muy numerosa, pero perfectamente formada. Apenas quince minutos después, el paso  asomó a la capital en una perfecta maniobra ante la atenta mirada de las cientos de personas que abarrotaban una plaza que supo guardar el respeto que requiere una cofradía   de silencio que solo va acompañada por un trío de capilla.

Hasta ahí, y pese a la finísima e intermitente lluvia, todos los acontecimientos se sucedieron con normalidad y la corporación del Martes Santo encaró su camino hacia plaza Mayor con un andar largo, decido y elegante. No obstante, poco antes de llegar a la plaza el agua se endureció y la misma optó por dar la vuelta y volver a casa acompañada por decenas de paraguas que no quisieron separarse del señor de Las Penas. De este modo, a escasos minutos para las diez de la noche todos los nazarenos habían regresado a Las Carmelitas y los priostes se encargaban de retirar la parte superior de la cruz para que la imagen de Cristo y la del cirineo pudiesen superar la puerta sin problemas.

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