Fortaleza vocacional

A. Criado
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El Seminario de Ciudad Real se prepara para el inminente comienzo de un nuevo curso en el que alrededor de cuarenta estudiantes de la provincia se formarán humana, intelectual, pastoral y espiritualmente

De la Manzanara es el rector del Seminario./ - Foto: PABLO LORENTE

Ciudad Real vivió el pasado 14 de junio su última ordenación sacerdotal. Domingo García-Muñoz, natural de Daimiel, de 25 años de edad, fue ordenado sacerdote en la Catedral de Ciudad Real tras ingresar en el Seminario siendo un niño. Desde hace un lustro sólo una docena de seminaristas ha seguido los pasos de Domingo, una cifra que pone en evidencia que los jóvenes que se sienten convocados por la vocación sacerdotal ha disminuido sustancialmente en los últimos años tanto en la provincia de Ciudad Real como en el resto del país.

«Lo que se está perdiendo es el sentido de la vocación, pero no al sacerdocio sino a cualquier estado de la vida», recalca Pedro López de la Manzanara, rector del Seminario de Ciudad Real, que pone como ejemplo la caída en picado del número de matrimonios en los últimos tiempos. «La vocación es ver la vida como un regalo que alguien te ha dado, tener un proyecto, un sueño sobre tu persona, pero para eso hay que creer que hay alguien que llamamos Padre o Dios; si no hay una referencia, no puede haber vocación», remarca.

Mirando hacia adentro, el rector reconoce que «tampoco hay hambre de vocación en la Iglesia». Considera que la comunidad cristiana «no siente todavía esa necesidad» y que lo único que le interesa a «muchísima gente» es que «les bauticen, les casen y les entierren». «Pero eso no es la vida cristiana», subraya López de la Manzanara, que explica que en los pueblos grandes de la provincia la falta de vocación sacerdotal no es aún tan evidente como en pequeños núcleos rurales, en los que un mismo cura tiene que encargarse de «tres o cuatro pueblecitos».

Pedro López de la Manzanara, en la biblioteca del Seminario de Ciudad Real. / Pedro López de la Manzanara, en la biblioteca del Seminario de Ciudad Real. / - Foto: PABLO LORENTE

seminaristas. A pesar de esta radiografía, el Seminario de Ciudad Real, cuya primera piedra se colocó en 1954, alberga a un número similar de estudiantes, que ronda la cuarentena, desde hace ya varios cursos. En el anterior, concretamente, acogió a un total de 42 alumnos entre el Seminario menor (en el que se imparten Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato) y el Seminario mayor, al que se accede tras realizar un curso introductorio y en el que se imparten los estudios eclesiásticos (Teología, Filosofía, Historia de la Iglesia, Derecho Canónico…).

El número de alumnos para el inminente curso 2014-15 será más o menos similar al anterior, aunque López de la Manzanara, nacido en Manzanares el 30 de noviembre de 1950 y ordenado sacerdote en Castellar de Santiago 25 años más tarde, no puede precisarlo aún con exactitud, puesto que algunos chicos que aprueban el cursillo de ingreso se echan luego para atrás en el último momento. Lo que sí es seguro es que se van a incorporar tres nuevos estudiantes de fuera al Seminario mayor, más otros cinco que ya han finalizado el curso introductorio. Alumnos que dedicarán todo un año al discernimiento vocacional y a asegurar cimientos sólidos para la formación sacerdotal.

El rector explica que todos los estudiantes son residentes en la provincia de Ciudad Real, que coincide geográficamente con la Diócesis, incluidos los de otras nacionalidades, cuyas familias ya están enraizadas en la comunidad cristiana de esta tierra. Aquellos que vienen de otros países, especialmente de Latinoamérica o África, «lo hacen ya como sacerdotes».

Para impartir las clases, el Seminario de Ciudad Real contó el pasado curso con 40 profesores (26 en el Seminario menor y 14 en el mayor), incluidos los cinco formadores con el rector a la cabeza. La institución también alberga a cinco religiosas franciscanas del Buen Consejo y en ella trabaja una veintena de personas entre mantenimiento, cocina y limpieza.

Pedro López de la Manzanara, que fue nombrado rector en 2006, hace hincapié en que la formación de los seminaristas tiene cuatro «dimensiones» diferenciadas: la humana, que engloba la convivencia, la comunidad y, en definitiva, todo lo relacionado con la vida en común; la intelectual, es decir, el estudio tanto en clase como en las habitaciones, «que se lleva muchas horas del día»; la espiritual, que abarca la oración, la eucaristía y el diálogo con los formadores; y la pastoral, o lo que es lo mismo, «el entrenamiento de lo que es un sacerdote».

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