Deporte en igualdad

Juan Carrizo
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Fecam cumple 25 años de trabajo en la «normalización» de los discapacitados intelectuales

Deporte en igualdad - Foto: RUBEN SERRALLE

El mundo del deporte rompe muchas fronteras. Primero fueron los discapacitados físicos los que abrieron puertas y después se unieron los discapacitados intelectuales. Fue en 1993 cuando nació en nuestra región la Federación de Deportes para Personas con Discapacidad Intelectual de Castilla-La Mancha (Fecam). 

Esta semana se cumplieron precisamente 25 años, ya que el 7 de diciembre de 1993 fue cuando se firmó por parte de la Dirección General de Deportes de la Junta su inscripción como Federación. Antes, en junio, se habían desarrollado sus estatutos y en septiembre se había solicitado su inscripción. Fecam está a su vez integrada en la Feddi (Federación Española de Deportes para Personas con Discapacidad Intelectual).

Han sido 25 años de mucho trabajo, de mucho esfuerzos, de mucha lucha para superar esas barreras no sólo existentes en los propios deportistas, también en sus familias y en el entorno.

La primera sede de Fecam estuvo en Toledo, pero cuando en el año 2000 se hizo cargo de su presidencia Eloy Molina, se traslado hasta Albacete, donde se encuentra en la actualidad, con una gran satisfacción por el trabajo realizado. Y es que más allá de inclusión o integración, la palabra que Eloy Molina considera clave es la «normalización»,  ya que «somos una federación más. Aunque nuestros deportistas tenga una discapacidad intelectual luego compiten igual que cualquier otro deportista,  con sus reglamentos, con sus jueces, con sus entrenamientos y con sus entrenadores».

Eloy Molina recalcó que esos 25 años son de «lucha, satisfacción y, sobre todo, orgullo de todo lo que hemos conseguido, porque inicialmente era algo que poca gente creía. Las familias son las que se pusieron de acuerdo para mover a sus hijos, que practicaran algún deporte, pero no tenían claro cómo hacerlo. Era un momento en el que se reclamaban muchas cosas para las personas con discapacidad intelectual, no sólo deporte, también la educación, el trabajo, la vivienda, el ocio. Era simple y llanamente conseguir cosas para ellos que están al alcance de todas las personas».

Eloy Molina fue durante muchos años árbitro de voleibol, están en lo más alto del escalafón y llegando a participar como juez en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. En 1995 nació su hijo Eloy y en el año 2000 recibió la llamada de Fecam para ser presidente, uniendo su faceta de padre de un niño con discapacidad y su pasado en el mundo del deporte. «Analicé lo que había y lo primero que pensé es que para poder impulsar Fecam había que trabajar mucho y eso requería que la Federación estuviera en Albacete, porque estaba en Toledo. Se propuso, se aceptó y para aquí nos venimos».

Tras 25 años de trabajo, Eloy Molina quiere conseguir una integración plena destacando que su Federación es una más de las que existen en el mundo del deporte. «Todavía hay gente que nos llama asociación, ong, pero quiero recalcar que somos una federación igual que la Federación de Natación o de Fútbol. Nos diferenciamos en dos cosas, que nuestras licencias van para personas que tienen un 33% o más de discapacidad intelectual reconocida y que somos multideporte, porque tocamos nueve disciplinas».

En los inicios eran tres o cuatro los deportes que se practicaban, pero a demanda de los clubes y en ese afán de crecer y superarse se fueron uniendo hasta alcanzar los nueve que son ahora: natación, atletismo, fútbol sala, fútbol 7 inclusivo, baloncesto, gimnasia rítmica, petanca, tenis de mesa y pruebas motrices. «La mayor diferencia es que, al tener nueve deportes, no tenemos un colegio de árbitros propio y utilizamos los jueces de otras federaciones. Porque aquí todo se hace muy serio, no hay voluntarios que hagan de árbitros. Aquí los jueces son profesionales de cada deporte porque los resultados son totalmente oficiales».

Hacer las cosas con tanta seriedad y rigor hace que los chavales tengan que pagar su licencia, su reconocimientos médicos y su seguro, así como su cuota en el club o los entrenamientos, como cualquier otro deportista «algo que tuvimos que inculcar a las familias y el avance llegó cuando empezaron a notarse los efectos positivos que el deporte federado traía añadido a la actividad física».

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