La liturgia coral de las monterías

Ignacio Ballestero
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'La Tribuna' toma parte en una de las cacerías de la Sociedad de Cazadores de Puebla de Don Rodrigo, que gestiona la actividad cinegética en las más de 20.000 hectáreas de monte de propiedad municipal

Imágenes de un día en la montería, todos los pasos en los que se articula una montería en un coto social como el de Puebla de Don Rodrigo./ - Foto: PABLO LORENTE

Faltan unos minutos para las nueve de la mañana y al tiempo que la niebla se levanta y la cortina de las nubes se retira para dejar asomar al sol, en la calle se van avivando las conversaciones. Es domingo, mes de noviembre, Puebla de Don Rodrigo. La puerta del bar Los Cuatro Puntales es, a esta hora, la zona más transitada de una localidad que alborea con quietud, como el resto de la provincia, dejándose llevar por los primeros minutos de la mañana. Una columna de humo se levanta desde uno de los laterales del local y hace las veces de reclamo para unos 'indios' improvisados que identifican de un golpe la señal. Falta un rato todavía para el almuerzo, pero en la escalinata del restaurante fogarean los cigarrillos y se intercambian los primeros pronósticos. Hay quien cruza los dedos a escondidas para que le caiga en suerte un buen puesto. Empieza ya la liturgia coral de las monterías.

Puebla de Don Rodrigo tiene poco más de 1.200 habitantes, y a esa hora hay cerca de 200 personas compartiendo mesa y mantel, barra y café en un mismo lugar, el punto de encuentro de la Sociedad de Cazadores del municipio. No hace mucho, sus responsables tenían problemas para completar la venta de las acciones de la temporada, es decir, del derecho a participar en todas las monterías. Este año hay cerca de una veintena de personas en lista de espera, esperando su oportunidad para pagar los 2.400 euros que dan derecho a las 15 monterías, diez en domingo y cinco en sábado; un coste que se reduce para los vecinos del pueblo. El humo del exterior del restaurante cesa, y en la cocina empiezan a salir los primeros platos de migas, que locales y forasteros comparten por turnos, llenando a cada vez el comedor.

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Imágenes de un día en la montería, todos los pasos en los que se articula una montería en un coto social como el de Puebla de Don Rodrigo./
Imágenes de un día en la montería, todos los pasos en los que se articula una montería en un coto social como el de Puebla de Don Rodrigo./ - Foto: PABLO LORENTE
Imágenes de un día en la montería, todos los pasos en los que se articula una montería en un coto social como el de Puebla de Don Rodrigo./
Imágenes de un día en la montería, todos los pasos en los que se articula una montería en un coto social como el de Puebla de Don Rodrigo./ - Foto: PABLO LORENTE
Imágenes de un día en la montería, todos los pasos en los que se articula una montería en un coto social como el de Puebla de Don Rodrigo./
Imágenes de un día en la montería, todos los pasos en los que se articula una montería en un coto social como el de Puebla de Don Rodrigo./ - Foto: PABLO LORENTE
Imágenes de un día en la montería, todos los pasos en los que se articula una montería en un coto social como el de Puebla de Don Rodrigo./
Imágenes de un día en la montería, todos los pasos en los que se articula una montería en un coto social como el de Puebla de Don Rodrigo./ - Foto: PABLO LORENTE

Pasan unos minutos de las diez de la mañana cuando el pequeño bombo rescatado de un juego infantil de bingo empieza a girar para repartir los puestos de caza. Primero se nombran las armadas -líneas en torno a las cuales se agrupan los puestos de caza-, y luego van saliendo una a una las bolas para ocupar los puestos. Cuando una armada se completa, se nombra en alto a sus ocupantes y se entrega la tarjeta al postor, que será el encargado de llevar y traer a los cazadores a su lugar en la montería. Antes de partir, las normas: no tirar en repecho y nada de abatir gabatas. «Si tenéis dudas sobre si es una cierva adulta o una joven, no disparéis». La voz la pone el secretario de la sociedad, Jesús Cristino Rincón, que dicta también el cupo de la montería para que todos los memoricen. «Dos venados y dos ciervas», sin cupo para jabalíes. Los postores y los monteros empiezan a subirse a los todoterreno y a desaparecer. Hay quien todavía observa el mapa pegado a la ventana del bar para localizar en la mancha el puesto que ocupará durante el día.

(más información en la edición impresa)