«La Iglesia tiene que ser servidora de todos los tipos de pobreza»

Manuela Lillo
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Mario Iceta • Obispo de Bilbao

manuela lillo | ciudad real

El obispo de Bilbao, Mario Iceta, acudió el martes a Ciudad Real atendiendo a la invitación del obispo de Ciudad Real, Antonio Algora, y la Delegación de Familia para ofrecer una visión sobre el evangélico de la familia y de la vida, después de que el Santo Padre convocara un sínodo el año pasado sobre los desafíos de la familia y este año, otro sobre la vocación y misión de la familia. Iceta participó en un encuentro en la iglesia de San Pablo de Ciudad Real, que se quedó pequeña para acoger al gran número de fieles que acudieron a la cita con Iceta.

¿Cuáles son los principales desafíos de las familias?

El desafío pastoral más grande de la familia en este momento es el desafío cultural, una cultura que quizás se ha hecho refractaria a comprender el evangelio sobre la familia y sobre la vida, que no entiende la belleza y la riqueza que se esconden en esta revelación sobre esta antropología del matrimonio y la familia. Nuestra sociedad está muy influenciada sobre ideologías que distorsionan la predicción real de lo que es el don originario del matrimonio, el don originario y original de la familia. También hoy en día asistimos a las debilidades que vive la institución familiar, con matrimonios que se deshacen, rupturas matrimoniales, debilidad en la propia vida familiar, las relaciones entre familia y trabajo, conciliación laboral, los retos de la educación de los hijos... Son muchos los desafíos a los que la familia se enfrenta y son temas que ya fueron tratados en el primer sínodo sobre la familia y ahora este segundo sínodo quiere responder a esos desafíos centrándose en la vocación y en la misión de la familia.

Hablando de familia es inevitable el tema del aborto, ¿qué opina usted de toda la polémica surgida en torno a la ley?

Pienso que una sociedad debe siempre defender la vida desde su inicio. La vida es siempre un bien, toda persona es siempre un don, la familia, la Iglesia siempre ha proclamado que desde el seno materno esa vida gestante es un bien que debe ser acogido. En este momento, la legislación no protege la vida desde el inicio, las 14 primeras semanas de vida están desprotegidas en cuanto se considera el aborto como un derecho, un derecho que como tal no existe. Sí existe el derecho a que ese bien sea tutelado. Pienso que en este aspecto tenemos que dar pasos fundamentales en reconocer, tutelar, defender ese don de la vida desde su inicio, desde el momento de la concepción.

¿Cómo ha incidido la crisis económica en las familias?

Ha incidido brutalmente. Es un drama ver muchas familias que no llegan a fin de mes, esa precariedad laboral, que muchos jóvenes no pueden trabajar porque no encuentran trabajo, parados de larga duración y que muchas familias se han visto empobrecidas. Pienso que, ciertamente, la crisis ha afectado de modo negativo muy fuertemente a la familia y por eso está la necesidad de buscar empleo y crear trabajo para que las familias puedan vivir. Además, el trabajo es un bien antropológico para la persona. Pienso que la crisis ha afectado muy negativamente a las familias y es un reto mayor, no sólo para las administraciones, sino para todas las instituciones y todas las personas, el fomentar un empleo digno, estable, que pueda subvenir a las necesidades de las familias.

¿Cómo ve usted otra crisis, en este caso, la crisis de la vocaciones en la Iglesia Católica?

Hemos vivido también una profunda secularización en la sociedad y también una crisis de fe y, evidentemente, cuando vivimos eso, muchas veces agravada por ideologías, materialismos, hedonismo o por la búsqueda simplemente del placer, la falta de la trascendencia de la vida, eso influye en que no se perciba la dimensión trascendente de la persona y, por tanto, en que muchos jóvenes quizás tengan unos ideales en esta vida que excluyen una llamada de Dios y un servicio en el Ministerio sacerdotal. Evidentemente, el ambiente de secularización grande que vivimos influye desde el punto de vista negativo en la respuesta a las vocaciones no sólo de los sacerdotes, también de la vida consagrada, también de los laicos, con esa orientación y visión de servicio a la Iglesia y también de las propias familias. Hoy en día vemos que ha descendido drásticamente el número de jóvenes que quieren casarse por la Iglesia y, por tanto, creo que es una crisis que afecta no sólo a las vocaciones sacerdotales, sino a otros aspectos de la vida de la  Iglesia.

En ese contexto, ¿qué papel cree que debe jugar la Iglesia en la sociedad?

La Iglesia Católica siempre es servidora, servidora de la humanidad, de la sociedad y, de forma particular, de los más pobres. Creo que existen muchos tipos de pobrezas. Existen pobrezas materiales, vemos tanta gente que no tiene lo suficiente para llegar a fin de mes; pero también existen pobrezas existenciales, de tantas personas que viven solas, creo que hoy en día la soledad es uno de los grandes dramas de la sociedad. Muchas gentes viven solas, hay muchos hogares unipersonales y pienso que hay una gran soledad y que la falta de trascendencia es también una gran pobreza, como también el pensar que la felicidad sólo reside en acaparar y en tener. Pienso que la Iglesia tiene que ser servidora de todos estos tipos de pobrezas y tiene que llevar luz a todos esos tipos de pobreza. Tiene que iluminar, acompañar y llevar un mensaje de esperanza y ser operativa en todos estos tipos de pobreza.