El olfato de la Benemérita

Ana Pobes
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El Servicio Cinológico de la Comandancia de Ciudad Real cuenta con ocho perros adiestrados para detectar droga, explosivos o personas. En su historial, un gran número de incautaciones

Sus hazañas les ha convertido en auténticos héroes. Han arriesgado su vida para salvar las de otras muchas. Se les ve en catástrofes, aeropuertos o fronteras siempre incansables al lado de sus guías. Son los perros adiestrados de la Guardia Civil, una ‘herramienta’ más de la Benemérita para su servicio diario y a los que gracias al duro trabajo no se les escapa nada. A simple vista, parecen perros normales, pero su fino olfato hace que encuentren cualquier objeto, por muy pequeño que sea y por muy escondido que esté. Forman parte del Servicio Cinológico de la Guardia Civil, cuya sede se encuentra en el Pardo (Madrid), donde está la Escuela de Perros Policía. Allí empieza todo. Desde el adiestramiento hasta la formación de sus guías, sus verdaderos adiestradores. Ellos son los que les cuidan, miman y pasean. Se vuelven inseparables y su relación va mucho más de lo meramente profesional.

Meticulosos en su trabajo, están especializados en diferentes categorías: drogas, explosivos y seguridad y rescate. Lucas, Mare, Kenia, Lisa, Kara, Kolín, Max y Nala conforman, junto con los cinco guías, ese equipo cuya principal misión es encontrar a personas, sustancias y bombas. Reto que consiguen gracias al trabajo constante, al continuo adiestramiento y al ‘escáner’ de su olfato. En su historial aparecen numerosas incautaciones.

En las primeras horas del día, los perros y sus guías de la Comandancia de Ciudad Real empiezan a trabajar en su lugar habitual, muy cerca del centro penitenciario de Herrera de La Mancha, en Manzanares, donde los días que no salen de servicio se dedican a entrenar para no perder sus habilidades. Ante la presencia de La Tribuna demuestran sus habilidades con varios ejercicios. Uno de los guías se esconde en un coche del aparcamiento. Kolín empieza a rastrear todos los vehículos aparcados. Después de varios minutos se muestra especial ‘interesado’ en uno de ellos. Sus fuertes ladridos indican que ya ha encontrado a la persona que buscaba. Su recompensa, una pelota o un rodillo de felpa para iniciar una fase de juego con la que sabe que ha hecho bien el ejercicio. «El sistema de adiestramiento para ellos debe ser un juego. No saben que buscan personas, droga o explosivos. Rastrean para buscar el juguete y nosotros asociamos el juego al olor que nos interesa», explica el jefe de servicio Cinológico de la Comandancia de Ciudad Real. Una vez que se asocia el olor a lo que se quiere buscar, «se tiene el 80 por ciento del adiestramiento», argumenta.

Llega el turno de Lisa. Una labradora de sólo dos años que ha sido adiestrada para seguir el rastro de sustancias estupefacientes. Sabe perfectamente qué va a hacer, y tres palmadas de su guía en el lomo le hace saber que está a punto de empezar y está deseando hacerlo. Inicia la búsqueda, y automáticamente, husmea todos los coches, pero su olfato anuncia que algo extraño hay en una rueda izquierda del coche ante el que se ha parado. Araña con fuerza. Esa señal se traduce en que ha encontrado lo que buscaba. En este caso, una bellota de hachís de entre 10 y 25 gramos que ha sido proporcionada por el Juzgado para el adiestramiento de los perros. Tras el hallazgo llega el juego. Es la recompensa por el trabajo bien hecho pero que no acaba. En otro punto se ha escondido marihuana. Llega el turno de Kenia. Rastrea cada rueda, maletero o capó de los vehículos. Todo es minuciosamente husmeado por este ejemplar que hace unos días, en plena autovía de Andalucía localizó más de tres kilos de cocaína en una silla portabebés. Su guía explica con orgullo la misión: «Nunca pensé que la droga estaba escondida donde se guardan los pañales, pero hay que fiarse siempre del animal. No suele engañarte». De hecho, pueden detectar la marihuana y el hachís a una distancia de 15 metros. Para que puedan hacerlo, la droga se mezcla en los entrenamientos con pimienta, cebolla o café. El objetivo, comenta, es aprender a excluir los olores.

Mare está sentado al lado de otro coche. Apenas se mueve. Muy cerca de él hay un explosivo. Ha encontrado lo que buscaba. A diferencia de las otras especialidades, los perros adiestrados en explosivos ni ladran ni tocan su ‘juguete’. Una medida de precaución para evitar daños mayores. Este ejemplar es capaz de detectar uno de los materiales más arriesgados. Con sus partículas olfativas detectan cualquier tipo de material que puede utilizarse como una bomba y su trabajo es requerido en situaciones en las que se precisa la ayuda de su olfato como son los casos de visitas oficiales o en la desactivación de grupos terroristas.

El Servicio Cinológico de la Guardia Civil está en constante formación para estar al día de las nuevas exigencias que demanda la sociedad. Una de las últimas novedades puestas en marcha es el adiestramiento de perros en encontrar dinero oculto, especialidad que se suma a otras muchas como búsqueda de armas, cadáveres o cebos envenenados. La Guardia Civil cuenta con alrededor de 600 perros distribuidos por todo el territorio nacional. La mayoría, fueron comprados en la Unión Europea y son de diferentes razas, aunque el labrador es la más común, junto a los pastores alemanes. Se eligen por su carácter y por sus cualidades se convierten en fundamentales para hacer de una forma perfecto su trabajo. «Se busca con ganas de jugar, que cobre lo que lances y que no tenga ningún tipo de miedo», comenta el jefe de servicio cinológico.

Pero la formación no es sólo importante para los perros, también lo es para su guía, que para acceder a la especialidad debe hacer primero un examen, superar varias pruebas físicas y realizar un curso en la Escuela de Adiestramiento de Perros de la Guardia Civil, en Madrid. Una vez conseguido el visto bueno, comienza a gestarse el fortísimo vínculo que se crea entre el guía y los animales, que son adjudicados con poco más de un año.