Sueños en la cañada

Hilario López Muñoz
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El Centro de Educación Juvenil de la Fundación Diagrama cumple 15 años en los que ha evolucionado tanto los delitos por los que llegan los menores como el modo de aproximarse a ellos

Estaba perdido», comenta Nacho (nombre ficticio) sobre el momento en que su vida cambió hace nueve meses y entró en el Centro Educativo Juvenil La Cañada. Este periodo ha sido «muy favorable» argumenta con la perspectiva que le da el tiempo y la dedicación que ahora tiene a talleres de carpintería, de jardinería o al trabajo con los animales que hay en este centro donde se cumplen medidas judiciales por delitos cometidos entre los 14 años y los 17 años y 364 días, por adolescentes. A esa vida entre animales, la ganadería, podría ser su dedicación cuando salga, tras haber ayudado a que nazcan dos corderos en la pasada Navidad, algo que recuerdan él y el resto de menores que se encuentran en el centro de educación juvenil.

Ruth (también nombre ficticio) está junto a él y sueña con un trabajo de guarda de seguridad, lejos de la ciudad y de las compañías que tuvo antes de entrar en el centro educativo. «Me siento distinta, tengo más autoestima», argumenta, mientras repasa cómo ha encontrado un hueco en el grupo de música que se ha creado en el centro juvenil y sonríe al pensar en sus estudios de ESO y cómo va superando las pruebas y exámenes que le acercan a lo que quiere ser de mayor, cuando deje la Cañada. Cada semana habla con su familia sobre la rutina que sigue en el centro juvenil, como las esculturas que hace en un taller para completar una estampa del Quijote.

Antonio (nombre inventado igualmente) es el que más tiempo lleva de los tres en el centro, un año y nueve meses. Él tiene salidas del centro para hacer un ciclo formativo. Afirma que tras ese tiempo es «lo que antes no era», con el recuerdo de que su vida «era la calle» de la que no tenía ganas de salir para regresar a casa. En el centro se ha encontrado así mismo, no su futuro del que todavía duda, y entre viajes, estuvo hace poco en Santiago de Compostela haciendo el Camino, o acudirá a Polonia a un mundial, de fútbol para centros de menores, expone que no tiene decidido lo que será de el cuando cumpla su medida judicial y salga del centro de educación.

Los tres son adolescentes y tienen una vida que se parece poco a los de su edad. Van a clase, se forman, tienen su habitación y sueñan con un futuro. Pero, por otra parte, en sus clases ninguno tienen móviles, el acceso a internet es controlado y viven en un entorno vigilado tras haber cometido algún delito y tener que ingresar para realizar un programa terapéutico por una sentencia.  En su cuarto, unas escuadras marcan el espacio para sus póster y sin muebles siguen una rutina en el ecosistema propio que forma La Cañada.