Vidas con otras capacidades

HIlario L. Muñoz
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Una mañana en el centro de Fuensanta permite conocer los entresijos de una ciudad a la que 500 personas dan vida

Vidas con otras capacidades - Foto: Rueda Villaverde

De lunes a viernes, Leticia Sánchez, Paula Lorente, Consuelo Arévalo y Sagrario Moraga se levantan a las 7.30 horas. Se asean, hacen sus camas y desayunan en la cocina de su vivienda. Las cuatro comparten uno de los pisos que hay en el interior del centro de la asociación Fuensanta. A este recurso llegaron cada una por distintas circunstancias como madres y padres muy mayores, fallecimiento o en la búsqueda de empezar el camino hacia la independencia. Pero con el paso del tiempo las cuatro son ya compañeras de piso y comparten este espacio «de bienestar» en el que son «como una familia». Así lo explica Moraga para la que la rutina de una mañana entre semana se completa con un paseo hacia alguno de los otros recursos que hay en el centro. En el caso de Arévalo al taller ocupacional de Serigrafía, mientras, sus compañeras mayores acuden al centro de día para mayores de 50 años.

Su vida en el piso, argumentan, les abre una puerta hacia un futuro «más autónomo» con un día a día en el que están «más distraídos» y en el que hablan «con todo el mundo». Al terminar su tiempo en el taller, a las 17.30 horas, tienen tardes libres, tardes de ocio o tardes para limpiar la vivienda o acudir al cine. También hay tardes para estar con amigos o visitar a sus hermanos y familiares, algo que suelen hacer durante los fines de semana. «Se trabaja en que el vínculo familiar no se pierda», recuerda Cecilia Castillo, la directora del recurso de vivienda.

La comodidad que les ofrece residir en el centro se muestra en que al preguntarle si quieren más autonomía, irse a una de las viviendas que hay fuera del centro, todas exponen que no. «Lo tienen muy complicado: tienen que planchar y que lavar y yo estoy aquí fenomenal, estoy como en un hotel», argumentan.

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