Mil razones para vencer al cáncer

Raquel Santamarta
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Belén Martínez fue diagnosticada con 17 meses de un tumor de Wilms. Hoy le sonríe a la vida y ayuda a otros pequeños de la mano de Afanion

Apenas había dado sus primeros pasos en la vida cuando, con sólo 17 meses, Belén Martínez enfermó. «Era un 29 de julio», recuerda su madre, Ana Chacón, con la fecha grabada a fuego en la memoria. Se disponían a ir a Villanueva de San Carlos para ver a su abuela pero, al vestirla, le vio el costado derecho inflamado. Ante la necesidad de despejar dudas, acudió a Urgencias con la pequeña acompañada por su marido. Una vez allí, se dio cuenta de que algo no marchaba bien. «El movimiento que había de médicos no me daba buenas vibraciones», asegura. Y no se equivocaba porque, tras una ecografía, uno de ellos le dijo que a partir de aquel momento «iba a tener que ser muy fuerte».

Cáncer es una palabra muy grande para alguien tan pequeño. «Jamás hubiera pensado que era un tumor», confiesa Ana. En su caso de Wilms, uno de las neoplasias abdominales más comunes de la infancia. Esperaba que el diagnóstico fuera erróneo, pero lo cierto es que al día siguiente, un lunes, ya estaba ingresada en el Hospital Virgen de la Salud, donde le extirparon el riñón. «Ese miércoles Belén empezó con la quimioterapia, pero yo sólo me decía que aquello no podía estar pasando», precisa su madre.

 Pero, como la circunstancias son las que mandan, tuvo que aprender a vivir el día a día de los pasillos de la planta de Oncología Pediátrica  del centro hospitalario toledano respaldada por un ejército de batas blancas y por otros padres que, como ella, han visto su vida paralizada en un trágico giro. Por allí pasan, cada año, decenas de familias de toda la comunidad. Noqueadas, hundidas.

Belén lo llevó bastante mejor. «Para ella estar en el hospital se convirtió en algo normal», explica. Tanto es así que, según pone de manifiesto Ana, un día en el parque le preguntó por qué una niña tenía pelo. «Le chocaba muchísimo que llevara coletas», indica en relación a la cara más visible de la enfermedad. «Le llevé a cortarle su melena en cuanto comenzó el tratamiento», afirma su madre. «Me parece mentira que este año vaya a hacer la comunión», añade acariciando su trenza.

Después de un mes y medio al pie de su cama, decidieron alquilar una vivienda en Toledo. Entonces Afanion, que en 2014 ha dado alojamiento a 13 familias en los pisos de acogida que tiene en la capital manchega (717 estancias), no contaba con este servicio. «Yo dejé el trabajo, mis padres se vinieron conmigo y mi marido iba y venía», explica. Y es que la enfermedad de su hija lo trastocó absolutamente todo. «Cada día se convirtió en una batalla a librar», apunta en el marco del Día Internacional del Niño con Cáncer sobre un largo periodo de combate en el que Belén nunca estuvo sola.

cada seis meses. Hasta abril de 2008 la pequeña no salió del hospital Virgen de la Salud de Toledo, al que vuelve cada seis meses para pasar su revisión. Forma parte de la rutina pero, según remarca a sus ocho años, no son visitas que le agraden. A ella le gusta estar con sus compañeros de tercero de Primaria del colegio San José y entrenar en el Club Rítmica Alegría. De hecho, se está preparando para competir. «Quiere ser una deportista de élite y vivir en un piso con sus amigas», apunta su madre. Belén asiente. El título de dulcinea infantil, que hasta el próximo mes de julio es suyo, le ha permitido conocer este verano a artistas de la talla de Loquillo, Carlos Baute e India Martínez junto a su hermana Eva, de sólo tres años, que «de mayor quiere ser dulcinea». No obstante, ella se declara fan de Violetta. Y como el año pasado se portó tan bien, Papá Noel le regaló las entradas para verla en concierto.

Belén se ha convertido en una superviviente y, como tal, debe afrontar las posibles secuelas de la enfermedad y el perenne temor a una recaída. «Los días previos a la revisión te tiras de los pelos y sólo esperas que no encuentren nada», asegura Ana. «Yo quiero que ayude a otros niños, porque a ella también le han ayudado mucho», indica. Por eso, el pasado viernes se encargó, en nombre de Afanion, de dar lectura al manifiesto preparado por la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer (Fepnc) con la idea de transmitir sus súper poderes. Y lo hizo en una plaza del Pilar vestida de fiesta. Ella, de heroína.

No en vano, durante el proceso demostró ser una mujer en un cuerpo de niña. «Su fortaleza nos ha ayudado mucho», confiesa su madre recordando que «a la media hora de salir de quirófano, ya se había quitado todos los cables y quería las zapatillas para salir corriendo». «Me ha enseñando a vivir», admite Ana con una mezcla de orgullo y ternura. «Un día, con dos años, me preguntó si estaba triste. Entonces, yo me dije: hasta aquí», apostilla. Y hasta ahí. Hoy sonríen a la vida juntas y esperan hacerlo por muchos años dentro de Afanion, una asociación que cumple este 2015 dos décadas de labor social. A lo largo de ellas ha servido de punto de encuentro para 162 familias afectadas (en 2014 hubo once nuevos casos) y, sobre todo, ha garantizado que los pequeños no dejen de sentirse como tales durante un proceso que, si bien se revela arduo, enseña a valorar cada pequeño detalle que brinda la existencia. Porque la mayoría (la tasa de supervivencia al cáncer infantil ronda el 80% en los países occidentales) logra sobreponerse a una enfermedad que, con sólo pronunciarla, da miedo.