Carreros de Fuente Robles, historia viva

R.Z.
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Recorrido en Sancti Spíritus por la célebre ganadería del histórico Juan Carlos Martín Aparicio, fallecido al día siguiente de la visita

El destino quiso que veinticuatro horas después de visitar la finca salmantina de Carreros, falleciera el ganadero -patriarca de la familia- Juan Carlos Martín Aparicio. El frío y las nubes ‘llorosas’, parecían anunciar la desaparición de un hombre de campo y escritor que llevaba por bandera su tierra charra. ¡Descanse en paz!

Dos siglos antes, su bisabuelo Juan Carreros fundó una vacada que fue santo y seña desde 1880 a 1930. Por aquellos predios pasaron todas las figuras de la época desde ‘Machaquito’ a ‘Lagartijo’ y ‘Frascuelo’.

Por la cocina de la casa cruzaron gente del toro y de la literatura y, junto a la vega del río, presenciaron bellas escenas de acoso y derribo.

El visitante atraviesa el patio con su fuente en el centro y se abre el museo en forma de fotografías, pinturas, esculturas taurinas y galardones de diversa índole que logran detener el tiempo. Las cabezas de toros, el mobiliario, los hierros ganaderos...son reliquias vivas del campo salmantino.

El guadarnés tiene un sabor peculiar, la pátina del tiempo lo ennoblece. Miguel, el mayoral, acompañado de su amable esposa Lucrecia, nos da algunos datos y posteriormente nos acompaña junto a los integrantes del Ateneo Taurino Manchego a mostrarnos el ganado y la finca.

Carreros tiene unas 500 hectáreas, la vacada es corta pues consta de 80 vacas de vientre y tres sementales, cuya procedencia es Maribel Ybarra y Marqués de Domecq. Se lidian cuatro novilladas por temporada y algún toro suelto. En los cercados vimos una piara de unos 45 añojos y 15 erales dispuestos para el 2019.

En el camino asoman en un apartado varias yeguas tordas y castañas de pura raza española. El elemento ganadero se completa con el ganado cárdeno típico de la zona y el cochino ibérico. Un buen almuerzo en la panera de la finca, donde no faltan las chacinas y el hornazo de la tierra. La chimenea nos acoge como una madre y reconforta el ambiente. El café de puchero es la antesala de una pequeña exhibición de doma vaquera de Miguel, un joven que habla de toros con mucho conocimiento.

Muy próxima, la capilla que invita al recogimiento en el campo; y más allá, la plaza de tientas con sabor añejo.

Entrar en los predios de Carreros es arrancar una página a la historia del campo bravo salmantino. Fuente Roble se despide del visitante divisando una fila de fresnos y robles.

Las moruchas de carne se afanan en el pasto húmedo. El silencio se hace presente y anochece. El campo está de luto.