CARTAS puerta a puerta

Ana Pobes
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Olga Gómez Herrera entrega desde hace casi cuatro años la correspondencia en Alcoba y Arroba de los Montes, dos municipios que comparten cartera • Mantiene un estrecho vínculo con los vecinos de ambas localidades

Imágenes de Olga Gómez Herrera, en su día a día, como cartera de varios pueblos de la provincia./ - Foto: RUEDA VILLAVERDE

Las nuevas tecnologías han dejado en el olvido a uno de los personajes más importantes en la comunicación entre personas durante siglos: el cartero rural. Profesión que se ha visto desplazada por las facturas electrónicas y la mensajería instantánea, pero que sin embargo son capaces de llegar a esos lugares en lo que internet aún no ha llegado a asentarse del todo. Llegan hasta los lugares y pueblos más recónditos de la geografía ciudadrealeña para hace llegar el correo. Son, en muchos de los casos, el único medio de comunicación.   

Llevan más de cinco años trayendo y llevando malas y buenas noticias. Persisten en el tiempo. Aunque nada queda de aquel cartero rural que, en bicicleta, a caballo o en moto, acercaba a pueblos y aldeas las cartas. Todo cambia.  Ahora, los kilómetros se hacen en coche, el uniforme gris se ha sustituido por el azul y la tradicional cartera de cuero colgada al hombro con la correspondencia ha dejado paso al carrito. Llevan PDA (agenda electrónica) y más que cartas escritas a puño y letra, reparten, principalmente, correo comercial y bancario, facturas, multas y citaciones.  Las cartas, las letras y aquellos carteros transportaban mucho más que palabras. Pero sin embargo, no todo ha cambiado tanto, pues aún son muchos los vecinos que esperan ansiosos  su visita, a veces, la única que reciben, para contarle sus problemas y mantener una pequeña conversación, quizás la primera del día.

Para Olga Gómez Herrera la jornada comienza temprano, a las siete de la mañana, en Retuerta del Bullaque, donde vive con su familia  El próximo mes de mayo cumplirá cuatro años como cartera rural de Alcoba y Arroba de los Montes, aunque su experiencia se remonta a años atrás, cuando repartía las cartas por la zona de Anchuras y que hoy, hace otro de sus compañeros.  

Imágenes de Olga Gómez Herrera, en su día a día, como cartera de varios pueblos de la provincia./Imágenes de Olga Gómez Herrera, en su día a día, como cartera de varios pueblos de la provincia./ - Foto: RUEDA VILLAVERDE  Alcoba y Arroba de los Montes suman más de mil vecinos y están separados por apenas 20 kilómetros, pero comparten cartero. Al volante de su coche particular, sin ningún tipo de distintivo, Olga afronta la jornada con entusiasmo, dispuesta a que en la caja del reparto no se le quede ni un solo sobre. Misión que hace de lunes a viernes.  

Con el uniforme diseñado por el modisto manzanareño Manuel Piña llega como cada día puntual a su trabajo. La presencia de los periodistas de La Tribuna ha trastocado en esta ocasión la ruta. La jornada comienza en Alcoba de los Montes, en vez de hacerlo en Arroba de los Montes como hace cada día. Sobre las ocho de la mañana, a la oficina de Correos de Alcoba llega su compañero de  Ciudad Real, quien en un furgón reparte la correspondencia de los pueblos de esa zona. Cartas que han sido previamente clasificadas en la unidad de distribución automatizada de la capital, punto neurálgico de Correos. Es el momento de separar las cartas por municipios. Sobre un gran tablón que hace de mesa, dos distritos bien separados: Alcoba y Arroba de los Montes.

Tras poner los envíos en los folios correspondientes que llevan escritos los nombres de las calles, se dispone a hacer lo que en el sector se conoce como  'barriar', es decir, ordenar los envíos según el itinerario. Una vez hecho, toca depositar las primeras cartas. El primer destino, la calle Calvario, donde nada más salir ya saluda a una de las vecinas.

Imágenes de Olga Gómez Herrera, en su día a día, como cartera de varios pueblos de la provincia./Imágenes de Olga Gómez Herrera, en su día a día, como cartera de varios pueblos de la provincia./ - Foto: RUEDA VILLAVERDE A Olga nada se le escapa. Tiene la ruta en su cerebro, medida al milímetro, para parar sólo en las casas que tienen correo.  La tiene grabada en la cabeza. Acompañarla sirve para reconocer que cualquiera se siente perdido tras la primera parada. Encontrar las calles no siempre resulta tarea sencilla, salvo que una sea cartera rural y lleve varios años haciendo la misma ruta.

Su figura es una institución en el pueblo, como en su momento lo era el cura o el maestro. Con tan solo leer el nombre se dirige a la puerta, mientras abre los buzones y deposita las primeras cartas reconoce que en ocasiones  los números no coinciden con los destinatarios. Ni siquiera la numeración siempre es correlativa, por lo que «si los vecinos actualizaran los datos con las empresas y los bancos, facilitaría el trabajo», sobre todo, apunta, al compañero que le sustituye en vacaciones.

La ruta continúa entre vueltas y más vueltas. Conoce a la mayoría de los vecinos, y a la inversa, casi todos la conocen a ella. Fiel reflejo de ello es que entre medias del reparto, muchos son los que le paran y ensalzan su tarea diaria. «Es una chica muy responsable y muy agradable», comenta un grupo de vecinos que sale de la farmacia, donde Olga entrega un par de cartas.

«encantada». Durante la hora aproximada que dura el reparto, asegura  que está «encantada» con su profesión, pues al fin y al cabo «es trabajar con una gran familia». Es una relación «muy cordial. Una familia entrañable y peculiar con la que se te encoge el corazón. Es muy gratificante», dice mientras reparte al paso. Lo peor, las condiciones climatológicas. El frío, pero sobre todo la lluvia complican la jornada, aunque «no hay nada que no se pueda solucionar con un buen impermeable y un paraguas», explica con una gran sonrisa.

El «cartero siempre cumple» y como dice la película siempre llamada dos veces, incluso hasta tres y cuatro, dice, «hasta que el envío llega al destinatario». Y para ello, no es extraño que haya que atravesar caminos y llegar a los lugares más recónditos donde en ocasiones reaparece el mito de los mayores 'enemigos' de los carteros rurales, los perros. Por suerte no es más que un mito. La mayoría la reconocen.

La jornada termina en torno a las tres y media de la tarde con centenares de cartas y varios kilómetros, pero consciente de que lo que lleva en el carrito vale mucho más que la distancia, y los vecinos saben reconocer su entrega.