El embrujo de la zurra

Pedro M. Puerta
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Miles de personas se congregan en el recinto ferial para empezar a festejar la fiesta de la Pandorga • Aunque los jóvenes llegaron de blanco, el vino hizo que, en poco tiempo, el rosa se convirtiera en el color predominante

Zurra en la Granja - Foto: /Fotos RUEDA VILLAVERDE

Como cada 30 de agosto, las espuertas volvieron a llenarse de vino, azúcar y fruta, ingredientes que comenzaron a mezclarse en ellas y dieron lugar a ese brebaje mágico que en La Mancha llaman zurra, pero que a algunos parece sentarle mejor que el mismísimo bálsamo de Fierabrás. Y es que, lo que hace más de tres décadas comenzó en el Prado con un concurso de limoná ha venido, según las voces más adultas, degenerando, y según la gente que hoy participa, mejorando, hasta convertirse en lo que es hoy: una concentración multitudinaria protagonizada por los más jóvenes. A juzgar por lo que viene significando esta fiesta desde hace años, se extrae la evidencia de que precisamente el empuje de esa juventud ha convertido a la zurra en una fiesta de absoluta referencia regional y que, cada año que pasa, atrae a más y más personas de toda España.

Es por ello que, a pesar de los malos ojos con que algunos ven a los que ayer acudieron al recinto ferial de Ciudad Real, los chicos y chicas no desisten en su peregrinación como si del Camino Jubileo se tratara. Sólo hacía falta pasear por la ciudad a primera hora de la tarde para vislumbrar las primeras hordas de jóvenes que ya se encaminaban hacia allí, portando bolsas y carros metálicos (no parece hacer efecto la prohibición de los supermercados para sacarlos de sus recintos), mientras el astro rey les castigaba, aunque con menor tozudez que otras ocasiones. Esto pareció no importarles, pues no fue inconveniente para refrescarse con la ingesta o, como prefiere la mayoría, con el lanzamiento de vino.

Zurra en la GranjaZurra en la Granja - Foto: /Fotos RUEDA VILLAVERDE 'zurrados'. Nerea, Belén y Alba no dudaron en definir la zurra como «la fiesta grande de Ciudad Real», aunque su modo de preparar la típica bebida difiere del estilo purista. «Nosotras bebemos directamente Sandevid, y luego tenemos cartones de vino para tirarlo», cuentan las chicas.

Preguntar a la gente que poblaba el recinto ferial sirve para romper los tópicos que sobre esta fiesta tiene la opinión pública. Para la mayoría de ellos, «lo más divertido es tirarnos el vino» y se compra «más bebida para tirar que para beber». Laura, de la peña Ceda el vaso, considera «suplementario» el hecho de beber. Entre los veteranos encontramos pensamientos parecidos. Para Francisco esta es la undécima zurra en la que participa, y sigue pasándoselo «igual de bien» que cuando empezaba. No será porque su mala previsión: 300 litros entre vino y refresco trae en su cuadrilla.

La diáspora de estudiantes ciudadrealeños por la geografía del país hace que la reputación de esta fiesta se extienda fuera de la provincia. Este es el caso de Diana, que estudia en Talavera y se ha traído a nueve compañeros para que conozcan la Pandorga. Ellos dicen sentirse «encantados» por descubrir una tradición «tan divertida». Ondeando una gran bandera andaluza va Jaime, que forma parte de los Payis Payísticos, un grupo de jienenses que ya va por su cuarto año de Pandorga. «Vinimos por un compañero de clase de Alcázar de San Juan, y cada año repetimos trayendo a más amigos», explica. Por otro lado, esta es la primera zurra de Pepe y Esteban, dos onubenses que llegaron a Ciudad Real con la idea de que «la zurra era una especie de tomatina, pero con vino» y dicen mostrarse «especialmente contentos» por «lo guapas que son las niñas de aquí».

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Zurra en la Granja
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Zurra en la Granja
Zurra en la Granja - Foto: /Fotos RUEDA VILLAVERDE

El ambiente festivo y el alcohol favorece el galanteo. «Que si te tiro el calimocho, que si me lo tiras a mí... En la zurra es muy fácil pillar», cuenta Francisco Javier. De opinión contraria es Paco, que ha conseguido librar hoy de su trabajo para disfrutar de la fiesta y declara que «eso de que se liga es relativo; los guapos sí, los feos, no».

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