El relato escondido del callejero

M. Sierra
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Rafael Cantero presenta su libro 'Calle, plazas y plazuelas de Ciudad Real' en el que recorre la historia de la ciudad a través de sus calles, un total de 135 que han tenido 292 nombres y muchas historias desconocidas que recupera

Ciudad Real a través de sus calles, las que transitan los ciudadrealeños de hoy y aquellas que terminaron condenadas al olvido son las protagonistas del libro Calles, plazas y plazuelas de Ciudad Real, de Rafael Cantero, que ayer se presentó en el salón de actos del antiguo casino.

El subdelegado de Gobierno, Fernando Rodrigo, fue el encargado de presentar este texto que empieza en la época de Alfonso X y termina en el siglo XXI. Un relato del que destacó su «frescura» a la hora de hablar de «la ciudad de ayer, y de la de hoy» y del que subrayó el acierto del autor al salpicar su investigación «con anécdotas» que permiten al lector conocer como la ciudad está viva a través de sus calles.

Convirtiendo a Cantero en el cicerón de esta historia, más allá de un mero narrador, Rodrigo agradeció al autor que haya recuperado calles que fueron condenadas al olvido, «a veces por los propios vecinos, a veces porque no eran del gusto de los que mandaban, o simplemente porque no sobrevivieron al paso del tiempo».

De las que lo consiguieron sobrevivir, subrayó Rodrigo la calle Real, Morería, Hernán Pérez del Pulgar, Ruiz Morote o General Aguilera. De las que no lo consiguieron, habló en especial de Leonardo de la Peña, «un ilustre médico de Ciudad Real cuyo nombre fue sustituido por el de un prostíbulo».

Y entre unas y otras, también habló el subdelegado de las muchas curiosidades y anécdotas que releva en su relato Cantero, con las que «consigue dar respuesta» a algunas preguntas que dejó en el aire el tiempo: «¿Qué pasó con la portada de los dominicos en la calle Altagracia; qué fue de aquellas casas de vecinos, de las tabernas y bodegas; o qué fue de las dos mujeres desnudas de García Donaire que un día se colocaron en la fuente de una de las plazas de la ciudad?».

El callejero de Cantero, como el escenario de historias y recuerdos, le sirvieron a Rodrigo para recuperar los suyos propios y los de un pasado en el que eran habituales, dijo, los helados de corte, los chichipolos, el palodull, las pelotas de fraile; un pasado en el que su madre le mandaba a hacer recados por aquel Ciudad Real «que hoy se convierte con este texto en un apacible recuerdo».

Víctimas del tiempo. En la calle Real arranca este libro, de la mano de Pilar Zamora, alcaldesa de la villa, que firma el prólogo de Calles, plazas y plazuelas de Ciudad Real. A partir de ahí, tal y como explicó su propio autor, el callejero se desdobla en un ir y devenir de calles e historias que tienen como punto de partida «una relación alfabética de todos los nombres de las calles que aparecen en el texto y su ubicación», tal vez para evitar que el lector se pierda. A partir de ahí, el texto se reparte a lo largo y ancho de 208 páginas, ilustradas con 105 fotografías «muchas de ellas inéditas», en las que se cuenta la historia de 135 calles de la ciudad, que han sumado en total 292 nombres, porque algunas, como la calle Libertad «han llegado a tener hasta siete nombres», explicó Rafael Cantero.

Del relato que ha resultado de la investigación realizada, Cantero quiso dar algunas pinceladas. Las justas para sembrar la curiosidad de los asistentes a la presentación oficial del libro. Lo hizo a través de dos historias, la de Leonardo de la Peña, a la que se había referido minutos antes Fernando Rodrigo; y la de García Jofre de Loaísa.

Del primero, el doctor Peña, desde 1982 fuera del callejero ciudadrealeño, recordó que era «un reconocido doctor que creo la Catedra de Urología, doctor honoris causa, del que incluso hay una escultura en bronce en la Facultad de Medicina». Motivos que, sin embargo, no evitaron que perdiera su puesto en el callejero en favor de un prostíbulo madrileño, que se dio a conocer en la ciudad como 'Las madrilas'.

En cuanto a Loaísa, es hoy una pequeña calle cerca de la plaza de toros, «pero hubo un tiempo en el que fue una calle entera, dedicada García Jofre de Loaísa», al que, como explicó Cantero, méritos no le faltaban para dar nombre a una calle, pues «fue el descubridor de Cabo de Hornos y compañero de Juan Sebastián el Cano».