Daniel se tira una y otra vez por el tobogán de ‘La pecera de los juegos’ después de que, según la psicóloga Tania Mondéjar, «lleve dos días a piñón con las cartas». Es guapo a rabiar y se le ve muy integrado con sus compañeros. De hecho, «no quiere faltar ni un día». Su madre, Ana Belén Martínez, no puede dejar de sonreír: «Esto es fantástico, nunca le había visto tan feliz». Su pequeño, de seis años, no lo ha tenido fácil. Un trastorno del desarrollo del lenguaje ha complicado una relación con sus iguales que poco a poco ha ido mejorando de la mano de la estimulación y la logopedia. «A él le ha venido fenomenal y yo estoy mucho más tranquila», asegura con respecto a un recurso que, en su opinión, «debería existir todo el año». Pero, lamentablemente, «no todo el mundo está preparado para trabajar con ellos».

En el aula inclusiva de la ludoteca que está ubicada en el centro social polivalente de Larache, Daniel y otros once pequeños con necesidades especiales (partiendo de que «todo el mundo las tiene», como queda de manifiesto en la novela de Mark Haddon El curioso incidente del perro a medianoche) conviven a diario con otra treintena de niños sin ningún tipo de afectación. Media docena de monitores con camisetas naranjas les procuran el apoyo constante que precisan. Y, para ello, se han formado en los diferentes tipos de discapacidad intelectual con los que se pueden encontrar, así como en técnicas de modificación de la conducta.

 Hace poco recibieron la visita de la Policía Local y muy pronto, según avanza Mondéjar, serán ellos los que acudan al parque de bomberos de la capital. «También van a venir los cantajuegos y se va a llevar a cabo un taller de musicoterapia», apostilla la coordinadora del aula inclusiva. El proyecto, que fue presentado al Patronato Municipal de Personas con Discapacidad, «gusto muchísimo», en palabras de su presidenta, la concejala Amparo Messía. A su lado, la coordinadora de este organismo, María José García-Cervigón, asiente.

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