«Cuando vinieron a buscarme con el carruaje tirado por mulas aún no había llegado el traje»

Pilar Muñoz
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Pablo Romero lleva a gala ser pandorgo y regentar la tienda de alimentación más antigua de la ciudad

Pablo Romero - Foto: /Fotos Rueda Villaverde

Regenta uno de los establecimientos de alimentación (otrora tiendas de ultramarinos) con más solera de la ciudad, y también puede presumir de ser el segundo de una larga lista de pandorgos, figura vinculada a la fiesta más popular y multitudinaria de Ciudad Real declarada de interés turístico regional. Cuando faltan cuatro días para celebrar la XXXIV edición, Pablo Romero evoca en una charla con La Tribuna aquella Pandorga de 1981 en la que se enfundó por primera vez el traje de pandorgo imbuyéndose del espíritu de este personaje que representa al hombre manchego que, «al finalizar la recolecta, acudía a hacer una ofrenda a la Virgen del Prado, patrona de la ciudad, y después invitaba a limoná a sus trabajadores».

Sobre los orígenes y desarrollo de la fiesta, Romero comenta que no se disponen de muchos datos. Algunas crónicas recogen esta tradición en el siglo XVII incluso en el XVI, donde existía la costumbre de saludar a la Virgen con canciones populares la noche del 31 de julio. También hay referencias desde primeros del siglo pasado, pero fue a últimos de los setenta y primeros de los ochenta cuando empezó a enraizarse en la ciudad.

El abogado Tomás Valle, ya fallecido, fue pieza clave en la recuperación de esta tradición. Pablo Romero cuenta que tenía unos libros en su casa y leyéndolos descubrió un documento de su padre sobre la Pandorga antigua. Una referencia que se encuentra en el texto manuscrito de Joaquín Gómez, titulado Historia de la ciudad de Ciudad Real y extracto histórico de España y lista de sus reyes, casamientos y muertes. El texto original había sido propiedad del padre de Tomás Valle y en una de las páginas se recogía que la noche del 31 de julio se celebraba en el Prado La Pandorga. «Así que a Tomás le debemos mucho, la recuperación de una tradición muy importante, la esencia de una fiesta popular», asegura Pablo Romero con un punto de emoción.

De trajes y carruajes. Tras destacar la personalidad y labor de Tomás Valle, que se convirtió en 1980 en el primer pandorgo, relata como llegó a ser el segundo. «Quedaban pocos días para la Pandorga de 1981 y no había pandorgo. El entonces alcalde Lorenzo Selas y otros amigos nos juntábamos en la fábrica de hielo de la calle Alarcos y en una de esas reuniones me dijeron que me presentara. No hice mucho caso, pero empezaron a llamarme, a insistir y al final acabaron convenciéndome». En apenas unos días se tuvo que hacer el traje de pandorgo. «No daba tiempo a ir a Madrid y no se pudo acabar. Así que sólo pude llevar el pantalón, una blusa de manchego y una gorra. Pero todo resultó bien», evoca dibujándose una sonrisa en su rostro que acaba estallando en carcajadas al recordar que «un coche de muertos fue a buscarme a la puerta de mi casa con la Dulcinea y damas para llevarnos a la plaza Mayor».

 Explica que era un carruaje del Ayuntamiento tirado por mulas con una plataforma en la que colocaron unos asientos para que se sentaran durante el recorrido hasta la plaza Mayor donde fue proclamado pandorgo.

Pablo Romero no recuerda las palabras que pronunció tras el nombramiento, sólo que sintió «una emoción muy grande». En el estrado se olvidó del apuro que había pasado poco antes, cuando llegó el carruaje a recogerle a su casa y aún no había llegado Alfredo con el traje. «Cuando me lo puse desprendía el calor de la plancha», dice con una sonrisa para, a renglón seguido, añadir que son anécdotas de una jornada ilusionante.

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