Una bandera con 175 años de historia

JAVIER VILLAHIZÁN
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La enseña rojigualda se convirte en emblema de España en la época isabelina, sin embargo, su diseño se remonta a Carlos III, cuandoopta por estos llamativos colores para distinguir a la Armada

Justo cuando España vive uno de sus momentos más complicados, con el órdago soberanista catalán encima de la mesa, y cuando algunos sectores independentistas han abierto un debate sobre la bandera nacional, los españoles celebran un 13 de octubre, un día después de la llegada de Cristóbal Colón a América, el 175 aniversario de la enseña rojigualda como insignia de todos los españoles. Una bandera que tiene un pasado apasionante con una Historia no menos atractiva.

Fue en 1843 cuando Isabel II firmó un real decreto en el que impuso la bandera rojigualda como emblema nacional y enseña común de todos los Ejércitos, acabando así con la amplia variedad de colores y escudos que portaba cada regimiento hasta esa fecha. Ese pabellón se ha mantenido en España durante los últimos 175 años, con la única excepción de la bandera tricolor que fue adoptada durante la II República y la Guerra Civil en el bando republicano.

«La unidad de la Monarquía española y la actual organización del Ejército y demás dependencias del Estado exigen imperiosamente desaparezcan todas las diferencias que hasta ahora han subsistido». Así rezaba la orden con la que el 13 de octubre de 1843 Isabel II dictaba que banderas, estandartes y demás emblemas debían adoptar los colores rojo y amarillo.

Sin embargo, ni la idea ni la bandera eran nuevas. Casi un siglo antes, en 1759, cuando Carlos III llegó al trono, observó que la mayoría de los países utilizaba en sus pabellones navales el fondo de color blanco con el escudo de armas en el centro. Algunos de esos reinos también estaban regidos por la casa de Borbón -España, Francia, Inglaterra, Sicilia, Toscana...- y dado que estaban frecuentemente en guerra entre sí se producían lamentables confusiones en el mar, al no poder distinguirse si el buque avistado era propio o enemigo. 

Con el fin de solventar esa deficiencia técnica y táctica, el Rey encargó al Ministerio de la Marina que le presentara varios bocetos de banderas, con la única condición de que fueran visibles a grandes distancias y en cierta forma llamativas y revolucionarias. Tras sesudas discusiones sobre Historia y vexilología comparada, Carlos III se decidió por una que representaba tres franjas, dos rojas en cada extremo y una amarilla central, de entre 12 enseñas. La seleccionada se convirtió así en el origen de la que posteriormente  acabaría siendo la enseña nacional de España.

El Rey firmó en Aranjuez el 28 de mayo de 1785: «He resuelto que en adelante usen mis buques de guerra de bandera dividida lo largo en tres listas, de las que la alta y la baja sean encarnadas, y de ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en este el Escudo de mis Reales Armas reducido los dos quarteles de Castilla y León con la Corona real encima». El éxito que se vivió en la Corte y en el Ministerio con la elección de la nueva bandera fueron mayúsculos, adoptándose inmediatamente la nueva enseña. La bandera ganadora empezó entonces a utilizarse en buques de guerra y mercantes, en plazas y castillos marítimos y en otros establecimientos de la Armada como arsenales, astilleros, cuarteles y observatorios. Tal fue la fama del estandarte que la Real Compañía de Filipinas adoptó de manera inmediata la nueva insignia añadiéndole el escudo de la ciudad de Manila.

No fue hasta la época isabelina cuando la enseña trasciende el mundo militar y naval para convertirse en un elemento más del país, en un símbolo familiar, cotidiano y popular; una insignia que aparece por doquier y que es expuesta en balcones y tendidos, además de edificios oficiales y castrenses.

Desde entonces, el color de la bandera nacional se ha mantenido, el inconfundible rojo y gualda, a excepción de la Segunda República (1931-39) que sustituyó la segunda franja roja por una de color morado, en homenaje a Castilla, aunque esa tesis es cuestionada por algunos historiadores.

Durante la Guerra Civil, la tricolor siguió utilizándose en el bando constitucional mientras que en la zona sublevada se restableció la bicolor, a la que se incorporó el águila de San Juan en el escudo al término de la contienda.

En la actualidad, la Constitución ratifica en su artículo 4 que la bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas. El escudo no aparece recogido en la Carta Magna, sino en una ley posterior de 1981.

Como si de un vestido hecho a medida se tratase, el pueblo español viste desde la época isabelina e incluso un siglo antes, con el reinado de Carlos III, la esencia y el sentir de una bandera que en su momento fue tildada de vanguardista -por sus llamativos colores- y que está repleta de Historia viva desde hace 233 años, 175 de los cuales como insignia nacional.