Un recuerdo de escaso aliento

I. Ballestero
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Coque Malla cierra el verano musical de la capital con un recital honesto pero corto, apenas una hora y cuarto, en una noche en la que cantante y público parecieron experimentar una sensación parecida: ambos esperaban más

Quedaban pocas horas para el final del verano y minutos apenas para que acabara el penúltimo sábado de septiembre cuando Coque Malla acaparó el único foco de luz clara que se vertía sobre el escenario del auditorio de La Granja, en Ciudad Real, para prometer una hora y media de rock and roll a todos los presentes. Hacía años que el madrileño no se dejaba caer por Ciudad Real y aquello asumió la atmósfera de una tardía primera cita, y quizá uno y otros acusaron la falta de costumbre. Por aquellas tablas habían pasado la voz de la ciudadrealeña María Molina y los ritmos propios de Sugar Crush, ganadores de la segunda edición de Suena CR, pero los acordes previos no evitaron que el despliegue del madrileño, aunque honrado, supiera a poco. No cumplió Coque Malla con su promesa y se quedó corto en el minutaje de una actuación en la que Ciudad Real, también, se quedó corta a la llamada del madrileño, porque menos de un millar de gargantas acompañaron con sus voces y recital que incluyó un guiño a Los Planetas y algún recuerdo de Los Ronaldos.

Coque Malla suena como parece, y en la honradez de su directo reside el éxito de un disco, Irrepetible, que bebe mucho de sus letras y ritmos pausados pero que no desdeña algunas subidas de volumen que recuerdan a tiempos pasados, devueltos al presente cuando sobre el escenario aparece la sombra palpable de Los Ronaldos. Antes de invocar a la banda madrileña que fue, hubo un guiño para Los Piratas, que asomaron entre los acordes de El equilibrio es imposible cuando el concierto ya había avanzado en buena parte, un ‘cameo’ que el público interpretó como la subida de volumen a lo que precedía pero que en realidad fue el inicio de la bajada, porque después de Los Ronaldos, Quiero que estemos pegados y Guárdalo, la intimidad volvió a presidir la noche para entonar a ochocientas voces No puedo vivir sin ti. No hay manera. 

Fue el inicio de la despedida. Empezó a llegar el frío con el que terminan siempre las primeras veces. Apagaron las luces y volvió Coque Malla para alimentar un bonito recuerdo con Lo hago por ti, y cuando el auditorio parecía volver a coger temperatura llegó el final de Me dejó marchar, que fue casi una premonición. Los músicos se reunieron en el centro del escenario y se encendieron las luces. Hubo honradez en el despliegue, pero la cita duró poco más de una hora. Cantante y público compartieron la sensación que acompaña al final de las primeras veces:ambos esperaban algo más.