Divididos por el 'Brexit'

M.R.Y. (SPC)
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El plan del Gobierno británico de poner en marcha un 'divorcio suave' que no rompa del todo con Europa ha reabierto una crisis en el Partido Conservador que incrementa la fragmentación que ya vive el país por causa de la salida de la UE

Cuando el 23 de junio de 2016 se celebró el referéndum sobre el Brexit, ya se demostró la división de opiniones entre las cuatro provincias que conforman el Reino Unido: Escocia -con un 62 por ciento- e Irlanda del Norte -con un 55,7-, se posicionaron a favor de seguir en la Unión Europea, mientras que Inglaterra -con un 53,3 por ciento- y Gales -con un 52,5- respaldaron la salida del bloque comunitario, una decisión que triunfó finalmente con un ajustado -y sorpresivo- 51,9 por ciento. Y, desde entonces, esa fragmentación ha seguido vigente, con el Gobierno de Edimburgo lanzando una continua amenaza de celebrar un segundo referéndum de independencia, tras la consulta separatista de 2014, en la que un 55 por ciento votó por permanecer en el país anglosajón.

El tira y afloja que vive Londres con las administraciones regionales es permanente, principalmente con Escocia y Gales, que reclaman una devolución de competencias tras el divorcio con Europa. Se trata de una guerra continua desde hace dos años que está haciendo un gran daño al Ejecutivo de Theresa May.

Pero, sin duda, el mayor escollo al que se enfrenta la primera ministra está dentro de su partido y, más concretamente, en el seno de su Gabinete. 

Así quedó demostrado esta misma semana cuando, después de meses de arduas negociaciones para configurar cómo será la salida de la UE, dos de sus principales ministros, el de Exteriores, Boris Johnson, y el del Brexit, David Davis, abandonaron el barco en medio de duras críticas, al considerar que la premier «concede demasiado y de forma demasiado sencilla» a los todavía socios comunitarios y de «matar el sueño» iniciado con la consulta de 2016.

La culpa la tiene el conocido como Brexit suave, la apuesta de May, que aboga por una zona de libre comercio entre las partes, con un «modelo aduanero amable para los negocios» y que permite a los ciudadanos de los dos lados continuar viajando «a los territorios de uno y otro para pedir estudiar o trabajar». Una claudicación para los más firmes defensores del divorcio, como Johnson, que consideran que, de este modo, la ruptura nunca será del todo una realidad.