El público se vuelca con el Encuentro

Diego Farto
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La plaza Mayor estaba abarrotada en todos los espacios que permitían ver la reunión de Medinaceli y la Virgen de la Esperanza

Encuentro entre la Esperanza y el Cristo de Medinacelli - Foto: /Fotos Rueda Villaverde

Cientos de personas se agolparon ayer en las plaza Mayor para asistir al encuentro entre Jesús de Medinaceli y la Virgen de la Esperanza y como en tantas otras ocasiones en las que los movimientos de los pasos resultan espectaculares a la vista, la salva de aplausos fue atronadora.  

El saludo entre Jesús y su madre tuvo lugar con más de media hora de retraso sobre el horario previsto. Aun así, a la hora señalada la imagen de Jesús de Medinaceli ya estaba dispuesta bajo el alero del Ayuntamiento de Ciudad Real a la espera de que la comitiva de la Esperanza hiciera su entrada en la plaza.

En esta espera la comitiva de Medinaceli, que debía aguardar en la calle Carlos Vázquez, quedó desmadejada y con la cruz de guía en posición yacente en el suelo.

Encuentro entre el Cristo de Medinaceli y La EsperanzaEncuentro entre el Cristo de Medinaceli y La Esperanza - Foto: /Fotos RUEDA VILLAVERDE Cuando el palio verde de la Virgen se perfiló sobre el edificio que cierra la plaza por detrás de la fuente de Alfonso X ‘El Sabio’, el paso de misterio se puso en marcha para que llegar a su altura en el mismo centro del recinto.

Ahí se desarrollaron los saludos de rigor entre una y otra imagen, pero también entre los representantes de cada una de las hermandades y los capataces.

Encuentro entre el Cristo de Medinaceli y La Esperanza
Encuentro entre el Cristo de Medinaceli y La Esperanza - Foto: /Fotos RUEDA VILLAVERDE
Tanto las gradas como los balcones de la plaza que se corresponden con viviendas particulares y algunos de los pertenecientes a empresas tenían un buen número de espectadores, los que asistieron al encuentro en mejores condiciones. Otros lograron situarse razonablemente en el espacio entre gradas o en ambos extremos del eje longitudinal del ágora capitalina y los menos afortunados, muchos de ellos visitantes foráneos, tuvieron que conformarse con una visión esquinada desde los extremos de la plaza que a la hora de la verdad, les dejó sin ver lo esencial.