El Congreso 'congregó' 11 orejas y dos rabos en el ruedo

Pedro Belmonte
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Brillante resultado de un excelente festival, a beneficio del Cáritas y del Cotolengo, en el que los toreros dieron lo mejor y los aficionados respondieron de tal forma que hubo que desempolvar el cartel de 'no hay billetes'

Hacía tiempo que no se colocaba el cartel de no hay billetes en la plaza de toros fuera de los días de feria e incluso ya van dos ferias sin verlo. El viernes por la mañana lo desempolvaron del cuarto de los trastos de la plaza y fue colocado ante el asombro de los que, confiados fueron a sacar su entrada para el Festival del Congreso, que así será como quede para la historia. Precios muy populares y cartel rematado, aunque creo que debería haber figurado un torero de la tierra en representación de la sede, dio como resultado lleno hasta la bandera y fenomenal ambiente, porque hasta el tiempo acompañó, fresco al final, pero hay que entender que estamos en febrero, aunque sea el último día del mes.

El primer objetivo estaba cumplido, Cáritas y Cotolengo tendrán sus buenos euros y solo faltaba que los toreros viniesen dispuestos y el ganado acompañase, como así fue. Diego Ventura sacó dos caballos nuevos que respondieron a la perfección, uno incluso de raíces albaceteñas, más concretamente de la villa del roble, y pudimos ver al ventura entregado, llegándole muy cerca al toro de San Pelayo con las monturas, clavando arriba y saliendo airoso. Brilló como no, con Nazarí, con el que casi toca al burel, terminando con un rejón arriba a lomos de Remate que tiró al toro sin pontilla, paseando las dos orejas.

Enrique Ponce volvió a decir en voz alta que quiere seguir ahí, por mucho que se empeñen en retirarlo. Brindó su toro a la presidenta Cospedal, escuchando algunas protestas. Su enemigo, de Las Ramblas, hizo cosas raras por el pitón derecho, por lo que baso su trasteo con la mano zurda, templando y cuajando una faena en su más claro estilo, despacio y llevando largo al animal.

Incluso se atrevió por el pitón malo consiguiendo dos tandas notables. La pena fue la espada, que quedó a mitad y caída cobrando después una estocada, paseando una oreja.

El Juli hizo lo que quiso con el excelente toro de Daniel Ruiz, que quedó mermado tras una voltereta, pero el madrileño no le dio importancia, quitando muy variado, con remate de larga cambiada de rodillas y otro por lopecinas, que pusieron la plaza boca abajo. Con la muleta hizo lo que se le antojó, con sabiduría, suavidad, embarcando al toro por abajo y aliviándolo para que no doblara las manos. El toro tuvo prontitud, fijeza, nobleza y clase, pero la costalada le impedía poder lo que el animal quería. Lo mató de una estocada trasera y algo atravesada y paseó los máximos trofeos. El cuarto toro, también de Las Ramblas, pecó de embestir algo soso aunque derrochó nobleza, lo que junto a que comenzó a molestar el viento, propició que la faena no cogiese altura hasta el final. Banderilleó con la solvencia acostumbrada e incluso hubo un par de tandas largas y templadas que su público no captó. Calentó a sus seguidores con su toreo más vistoso y tras una estocada algo trasera, le fueron concedidas las dos orejas.

El segundo rabo de la tarde lo paseó Miguel Ángel Perera, que cuajó un toro de Garcigrande con sitio, temple, mando y ganas como un novillero. Muy vistoso con el capote, no quiso quedarse atrás realizando quites con chicuelinas y tafalleras enlazadas, rematando con una gaonera. Terminó la faena rebozándose de toro, sin enmendar el sitio, haciendo pasar al animal por donde mandaba Perera, toro muy mirón, pero obediente a los toques. Estocada desprendida y algo trasera, fue el preludio de pasear, al igual que El Juli, los máximos trofeos.

Cerro la tarde el novillero José Garrido, que no tuvo suerte, pues primero le fue devuelto su novillo de Domingo Hernández, al quedar lesionado, saliendo un sobrero de Las Ramblas que lo puso en apuros pues desarrolló sentido e incluso le pegó una voltereta. Se orientó pronto, aunque en alguna ocasión, por abajo le obedeció con más largura. Voluntad, valor, ganas y una estocada algo desprendida, le hicieron pasear las dos orejas del pupilo de Daniel Martínez. 11 orejas y dos rabos para un Congreso que se recordará en la ciudad.