«No entiendo a la gente que trata de tú a su empleada y ella debe responder de usted»

C.CUESTA
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Entrevista a Marta Robles, coautora, junto a Carmen Posadas, de 'Usted primero'

 
A veces la nostalgia y la añoranza sobre un recuerdo del pasado aviva el sentimiento de una persona que siente la necesidad de actuar para recuperarlo. Este es el caso de Marta Robles y Carmen Posadas que se han unido para escribir el libro Usted primero, la guía de las buenas formas (Ed. Espasa) donde repasan todas aquellas reglas de cortesía que se están olvidando en la sociedad actual. Marta Robles destaca que ha sido una experiencia muy satisfactoria para las dos autoras que se han mimetizado tanto que no se diferencia el estilo de cada una de ellas.
¿Cómo surge esta iniciativa? ¿Responde quizás a un pretexto de alguna experiencia que han podido compartir juntas en su vida personal o profesional? 
Surge de la amistad y el cariño. Somos amigas y cómplices. Comemos todas las semanas y hablamos de todo, literatura incluida. Uno de esos días de almuerzo, surgió en la conversación una cita sobre la elegancia que aparece en el Debrett’s Etiquette and Good Manners: «La elegancia es no hacer daño a los demás». A partir de ahí, decidimos que estaría muy bien hacer una especie de reinterpretación de esa biblia británica de las buenas maneras, a través de la literatura, el arte, la ciencia, la filosofía, la psicología, el sentido común, y también todas nuestras experiencias personales, sin pretender dar lecciones a nadie.
¿Como se repartieron las tareas?
Dividimos el trabajo en dos partes, jugándonoslo a cara o cruz. Luego, cada una añadía lo que quería en cada capítulo. El libro está hecho tan a cuatro manos que en la editorial nos dicen que parece de una tercera persona. 
¿Sienten, acaso, cierta nostalgia de unas conductas de cortesía hacia la mujer que cada vez son más escasas? 
Yo siempre echo de menos la atención cuando no existe. Pero no hacia las mujeres. Entiendo que  debe ser de los hombres hacia las mujeres, de las mujeres hacia los hombres, y entre hombres y mujeres. La gentileza hace más agradable la vida. Y, además, es una herramienta infalible, no solo en la seducción sino en los demás ámbitos de la vida. Tal vez, el único problema es que se piensa que solo consiste en que un señor le abra la puerta a una señora. Y no, es mucho más. Es, como la elegancia, un puro acto de generosidad. Pero también, creo yo, de inteligencia. 
¿Echa de menos una educación familiar de las buenas conductas de respeto y obediencia de las que habla el clásico de Fernández de Moratín en El sí de las niñas? 
Esa obra se desarrolla a comienzos del XIX. Dos siglos después, las cosas han cambiado mucho. El autor criticaba asuntos de la época que siempre me han parecido deplorables. Creo que debe existir obediencia y respeto a los padres, pero no sumisión. Considero que cada época se debe adaptar a su tiempo y conservar, de los anteriores, lo fundamental. 
¿Qué le ha pasado a la sociedad mejor formada académicamente para que en tan solo unas décadas ponga en desuso prácticas utilizadas durante siglos?  
Algunas de estas costumbres se rechazan porque se consideran pertenecientes a una clase social determinada o poco igualitarias. Yo insisto en que los cumplidos, bien entendidos, no deben tener sexo ni clase social. En cuanto a la educación, considero que tiene que ver con la familia. Los profesores han de impartir formación, pero es en el hogar donde se deben fomentar los valores y aprender la importancia de los límites y de la generosidad. 
¿Usted recuerda el trato de «don» o de «usted» que se daba a los mayores, profesores, a las personas con quienes no existía mucha confianza antiguamente?
En mi época, en el colegio, yo no me refería a ninguna profesora de «doña», ni las hablaba de «usted». Eran todas monjas o señoritas seglares y las llamaba «madre» o bien por su nombre y las trataba de «tú». Y sin embargo, creo que entonces no se ponía en duda la autoridad de los profesores, ni por parte de los niños ni mucho menos por parte de los padres, como sucede ahora.  Siempre he pensado que la regla básica para utilizar el «usted» es que sea por ambas partes. Es decir, no entiendo la gente que trata de «tú» a su empleada de hogar y ella debe responder de «usted». 
¿Considera bonito un piropo a un mujer, en un ambiente de respeto, o cree que es un tema puramente machista? 
Yo adoro la galantería, pero no solo a las mujeres, también a los hombres. Lo que sucede es que hay quien piensa que es una grosería y son cosas distintas. Y luego, también es cierto que hay piropos más torpes y otros infinitamente más inteligentes, que suelen tener más aceptación. En todo caso, no creo que sea machista en absoluto. Ahora piropean ellos y piropeamos nosotras. Insisto en que las groserías no son piropos. 
En su trabajo da mucha importancia al sentido del humor como solución a situaciones complejas. ¿Puede poner algún ejemplo que recuerde que le haya permitido salir airosa de una situación descortés? 
En mi caso he vivido infinitas situaciones, desde un resbalón en un escenario al ir a recoger un premio, del que me levanté riéndome de mi propia torpeza, hasta, por ejemplo, en Londres donde una amiga mía sevillana que no sabía nada de inglés le pidió a un chico en la calle que nos hiciera una foto diciéndole «squeeze me», en vez de «excuse me», es decir, le pidió que la exprimiera o pellizcara, en vez de decirle «perdone». Lo solucionamos todo a carcajada limpia. 
¿Qué le sugiere la expresión «quien tiene educación no la demuestra y quien carece de ella trata de parecer que la tiene»? 
La educación, como el movimiento se demuestra andando. Ya se sabe lo que dice el refrán: «dime de qué presumes y te diré de qué careces». No conozco a nadie elegante que diga que lo es y se pase el día corrigiendo a los demás. Y me refiero a la elegancia que señalamos en este libro, la de no hacer daño a los demás. Presumir de elegancia es muy poco elegante... Pero yo diría «quien tiene educación, no habla de ella, sino que la demuestra y quien no la tiene trata de aparentarla». 
¿Qué se puede hacer para recuperar y fomentar la buena educación y las buenas formas cuando vemos en los medios de comunicación como se insultan nuestros políticos y cuando observamos que un adolescente es capaz de dar un puñetazo a un presidente del Gobierno? ¿Mantiene usted la esperanza? 
Los adolescentes y los jóvenes son el reflejo de sus mayores. Pero, en todo caso, un presidente del Gobierno ha recibido el puñetazo de un joven, no de toda la juventud. Y hay muchos políticos que son maleducados, pero no lo son todos. Y es verdad, que en los medios de comunicación parece que el que más insulta y más barbaridades dice es el más listo..., pero hay mucha gente que hace lo contrario y sabe que todo eso no es más que parte del espectáculo.  Por supuesto, que mantengo la esperanza. En realidad sé que hay mucha más gente que respeta los límites que los que no lo hacen. Si no, no podríamos convivir. Lo que pasa es que las personas poco generosas, como los malvados, hacen más ruido. Sin embargo, hay muchos más hombres buenos que respetan a los demás que de los otros. Lo fundamental, siempre es la esencia de la gentileza, tratar de no hacer daño a los demás. Saber como se agarra el tenedor, como hay que vestir o como hay que saludar es menos importante. Y todo se aprende. Lo importante es que no se olviden los valores y se transmitan.