Una lengua para ser libre

Diego Farto
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El venezolano Gonzalo Rangel y el viseño Juan Castell unen sus esfuerzos en un ensayo sobre el peso de la cultura en la política

Una lengua para ser libre - Foto: Tomás Fernández de Moya

Un idioma con 500 millones de hablantes, más de 60 de ellos en Estados Unidos, como es el castellano, debería ser una poderosa herramienta para afrontar los riesgos del presente en todos los países. Bajo esa premisa, el politólogo venezolano Gonzalo Rangel y el médico y novelista viseño Juan Castell han unido esfuerzos para dar forma a un ensayo a cuatro manos.

Su objetivo es mostrar a las sociedades hispanoamericanas y al mundo entero que en la cultura en español hay disponibles herramientas suficientes para navegar en un mundo globalizado hacia el fortalecimiento de la democracia.

Rangel, que reside en España desde hace dos años, reconoce que su propuesta parte del reconocimiento cuando todavía vivía en Venezuela de «la debilidad de las instituciones políticas, lo que me llevó a estudiar la cultura como parte de estas instituciones y por qué la cultura genera instituciones fuertes o débiles», a partir del análisis de la Historia. Su primer intento se centró en la historia del país sudamericano, «pero enseguida me di cuenta de que eso no era suficiente para empezar a comprender el problema», lo que le condujo a enfocar también la Historia de América Latina y «valorar los aspectos positivos del proceso de colonización española en América».

En este sentido, Rangel apunta como aportaciones españolas, «la presencia del Derecho Romano y la base cultural común», pero también los primeros ayuntamientos conformados al modo peninsular, como una forma de participación de los ciudadanos en el gobierno de su ciudad. Por el contrario, el politólogo vincula los elementos negativos de aquella colonización a la herencia de la Reconoquista, ocho siglos de enfrentamientos de carácter religiosos, los más fanatizados en opinión del analista. Quienes se embarcaron en las primeras embarcaciones que cruzaban el Atlántico lo hicieron con el mismo espíritu que quienes se alistaban para arrebatar a los moros los últimos territorios de la Granada nazarí.

Sin embargo, Gonzalo Rangel niega que el origen de la debilidad de las instituciones democráticas en Hispanoamérica sea fruto de esa herencia cultural española. “Hay países de área, como Uruguay, Chile o Costa Rica, que tienen una gran solidez institucional”.

De todos modos observa que las democracias “en España y en América Latina, en el fondo no son tan distintas” aunque las principales diferencias son que a este lado del Atlántico los nacionalismos tienen un gran peso, que en el caso de los sistemas políticos del otro hemisferio corresponde a los populismos.

De momento, y de la mano de Juan Castell, Gonzalo Rangel se dedica indagar en la historia medieval española, y en cuestiones como la trayectoria de la Orden de Calatrava, puesto que está convencido que muchos de los futuros colonizadores llevan consigo ese espíritu de cruzada.

Por su parte, Juan Castell, que subraya el optimismo que muestra Rangel en su proyecto y el dinamismo con que se desenvuelve, aclara que su principal aportación a la obra, a la que se ha incorporado a propuesta de sus socio venezolano es hacer un texto de carácter divulgativo que permita que esta obra se difunda más allá de los círculos especializados.