Héroes que van de verde

Hilario L. Muñoz
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Sobrino Magán y Larrondo Sánchez son los dos guardias civiles con más de 25 años de servicio que rescataron a un menor en un incendio esta semana en una actuación en la que la rapidez fueclave para desalojar un bloque de viviendas

El rojo es el color de moda desde este viernes en España. Los superhéroes de la familia Increíble regresan a la gran pantalla y parecen que ese es el color de quienes salvan la vida los ciudadanos de las grandes amenazas. En la vida real existen las personas de carne y hueso y es el verde el color de los dos héroes del día a día protagonistas de la historia de rescate de esta semana. José Miguel Sobrino Magán y José Carlos Larrondo Sánchez son dos personas que entran dentro de esta descripción. Ambos son guardias civiles, desde hace más de 25 años, y ellos fueron los agentes que actuaron en el incendio de un bloque de viviendas en la ronda del Carmen el pasado martes, donde ayudaron al desalojo del inmueble y sacaron de la vivienda a un menor que estaba en el piso donde se inició el fuego, desorientado, junto a su perro. Entre el humo se hicieron camino para llegar a la vivienda, en una historia de rescate, que como en las películas de héroes empieza por casualidad.

Ambos estaban de servicio cuando ocurrió el incendio el pasado martes. Estaban realizando por la ronda el trayecto que va desde la nacional 401 a la 430 para seguir su ronda de vigilancia por las vías, cuando vieron «salir humo de varias ventanas de una vivienda». «No vimos a nadie en la calle», por lo que optaron por detener su vehículo, el de atestados de la Guardia Civil de Tráfico al que pertenecen, en la ronda y ponerse a llamar a los timbres para que les abrieran . Mientras, el otro agente llamaba a los bomberos.

«Abrió una vecina de abajo y le dije que arriba había un incendio y si vivía alguien», explica Sobrino. La vecina le dijo que podía haber un niño de 12 años, como así ocurrió. El Guardia Civil subió sin pensárselo los dos pisos del bloque y en el rellano estaba el chico entre «un humo negro y un olor muy malo» que había en todo el bloque. «Estaba sin camiseta y al verme me preguntó qué había pasado», continúa el Guardia Civil, quien agarró al muchacho y lo bajó escaleras abajo tras preguntarle si había alguien más en el piso, a lo que él dijo que su perro.

En la calle, junto al chico se quedó Larrondo, y mientras Sobrino volvió a por el perro que «estaba en la misma puerta y no se podía poner de pie». «Lo cogí, lo bajé para abajo y subimos a llamar a las otras viviendas que había», explica Sobrino. Uno a uno, los vecinos fueron saliendo entre anécdotas como el niño de apenas ocho años que tenía órdenes de no abrir la puerta y así lo hizo hasta que el Guardia Civil dio dos golpes fuertes a la puerta o una mujer de religión musulmana que salió con el velo puesto, lo que retrasó el abandono del hogar.

Antes de llegar los bomberos, ya estaba todo el mundo fuera y los guardias civiles estuvieron controlando el tráfico, llamando a la ambulancia para atender al menor y trasladarlo al hospital, donde fue dado de alta el miércoles. Las trabajadores del centro psiquiátrico, ubicado frente al bloque que sufrió el incendio, fueron las que primero le atendieron, dándole agua y llevándoselo a las instalaciones a la espera de que llegaran los sanitarios. «Siempre que pasa parece que la espera es muy larga, pero fue rápida la cosa, con la anécdota del niño de ocho años incluida».

Tras estos minutos de trabajo heroico, los agentes de la Guardia Civil de Tráfico continuaron su labor y con el tiempo se fue conociendo lo ocurrido entre felicitaciones. La primero, de sus superiores, que llamaron a los agentes y les felicitaron personalmente por lo hecho, una labor que va más allá de su cometido, que es el ámbito de sanciones y colaborar en accidentes de tráfico. Luego llegaron las personas anónimas que lo comentaban vía WhatsApp. «Es un orgullo y te pone la piel de gallina cuando le dices a la gente que lo ha visto en la prensa y le dices: he sido yo», explican, aunque entienden la importancia de que «se reconozca el trabajo». «Al fin y al cabo, somos guardias civiles y lo llevamos en el cuerpo», argumentan cuando se les pregunta por los motivos que llevan a entrar en una vivienda en llamas.

No es la primera vez que ambos trabajan en el recate de personas cuya vida corre peligro. Sobrino estuvo antes en otro incendio, de una vivienda sola, y ambos han asistido a varios accidentes. De hecho, el trabajo es el trabajo y tras lo heroico del incendio ambos tuvieron que trabajar aquella noche, quizás con más ganas e ilusión, tras salvar vidas y el deber cumplido.