Lo que costó hacer 'Te doy mis ojos'

L.G.E.
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A la directora, Icíar Bollaín, le llegaron a decir que quién iría a ver su película. Laia Marull confesó que fue complicado rodar las escenas más duras y que algunas se quedaron fuera del montaje. En una de ellas Tosar se hizo una brecha

Han pasado quince años y ya se puede asegurar que ‘Te doy mis ojos’ es un referente del cine español que va más allá de lo que es el séptimo arte, porque abordó la violencia de género en un momento clave en el que España empezaba a tomar conciencia de lo que estaba pasando. «A día de hoy me encuentro con gente que me da las gracias, que me dice que su madre salió de aquello después de verla», contó ayer Icíar Bollaín en un encuentro organizado por el Festival Cibra entre parte del reparto y el equipo técnico en el Ayuntamiento de Toledo. «Me encuentro con policías que me dicen que la ven para aprender a tratar a las víctimas», señaló.

Pero costó mucho hacer ese referente. «Cuando estábamos acabándola me djieron que quién va a ir a ver esa película», desveló la directora.  La guionista, Alicia Luna, le reconoció a Bollaín «el trabajazo increíble de conseguir el poco dinero con el que se hizo la película y todo lo que tuvimos que aguantar de muchísimas personas de decir que el guión no era bueno».

Se les cerraron puertas incluso de asociaciones de mujeres, como una de Madrid que no les gustaba que se pusiera tanto foco en la figura del agresor. No ocurrió así en la de Toledo, María de Padilla, cuya contribución fue clave para la confección de la historia final. El alma de esta asociación, Mari Carmen Calvo (Pizqui) estuvo en el recuerdo de todos los que se reenconcontraron.

Luna contó que iban los jueves a Toledo a hablar con las víctimas que acudían a esta asociación. «Hacer el guión nos llevó unas cuantas lágrimas, vómitos y náuseas», recordó, «llegábamos a las once de la mañana y salíamos a las once de la noche». Contó que al final el personaje de Pilar nació de las doce mujeres que había en la terapia.

Carmen Fernández, de la asociación María de Padilla, intervino para recordar esos días y agradecer a la directora y a la guionista porque «fueron las personas más discretas y porque ninguna mujer se sintió mal, fueron sinceras y les contaron sus historias». También la colaboración de la asociación fue clave para que el rodaje fuera en Toledo. «De tanto venir, vimos que la ciudad tiene una imagen muy ponete, con esa muralla, ese río», contó Bollaín. También reconoció que en Toledo se palpa ese «peso de la religión, la tradición y la historia que hay en el maltrato».

El rodaje también tuvo costes  emocionales. La protagonista, Laia Marull, contó que disfrutó mucho hacer la película menos cuando tocó hacer las escenas más duras, las más físicas. «Alguna incluso no salió en la película porque no hacía falta», desveló, « en las primeras tomas era yo la que estaba cuidando a Luis, en plan de que no pasa nada.  Pero hacia el final del día era al revés». Recuerda perfectamente cómo, al decir corten, a veces se giraba y veía a todo el equipo llorar.   

Al actor que hizo del marido maltratador, Luis Tosar, el rodaje le costó una brecha. Se la hizo en una de esas escenas duras cuando arrancó una reja de una puerta y se golpeó con ella sin querer. Tosar ya había hecho antes de un agresor también con Icíar Bollaín en el corto ‘Amores que matan’. «A la hora de entenderlo, afrontarlo, uno tiene que bucear en partes de uno mismo que quizá no quisiera», contó, «para entender de qué vienes, es un poco triste descubrir que uno no está tan lejos de ciertas formas de actuar». Aunque Bollaín sí ve una evolución en la concienciación sobre esta materia, a Tosar se le vio más pesimista. «Es bastante desolador quince años después ver cómo están los números», lamentó. En concreto, criticó que en Educación no se ha avanzado.

Uno de los reencuentros más entrañables fue el de Laia Marull con el que hacía de su hijo porque de primeras no lo reconoció cuando se lo encontró antes de entrar a la Sala Capitular. Nicolás Fernández, que hoy pasa de  los veinte, tenía por entonces siete años. «Yo tenía un terror inmenso a Luis», desveló, «detrás de la cámara Luis conmigo no hablaba prácticamente, así que le tenía como ese respeto paterno».

Bollaín contó que un niño tan pequeño no podía interpretar ese respeto de verdad, así que «Luis, que es un hombre encantador, que es una fiesta, con el único con el que no hablaba era con Nicolás». Eso sí, el día que acabó el rodaje le invitó al parque de atracciones.