«El mal existe, lo he visto, y tienes que juzgarlo sin ánimo de venganza y con serenidad aunque te repugne»

Pilar Muñoz
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Entrevista a Carmen Pilar Catalán, presidenta de la Sección Segunda de la Audiencia

Carmen Pilar Catalán Martín de Bernardo nació en Daimiel un 12 de octubre. Es licenciada en Derecho y en Criminología, puede presumir de haber realizado todos sus estudios con beca y está convencida de que Dios la llamó a ingresar en la carrera judicial, en la que lleva 36 años. En la sala de vistas demuestra ser una persona de carácter, segura de sí misma, que  intimida por su personalidad y empaque, pero luego, cuando se quita la toga, deja ver que también es «una enamorada de la vida, de mi profesión y de mi condición de mujer», que confiesa haber llorado alguna vez al dictar una sentencia. También reconoce que tiene un pronto, que por fortuna le dura poco. «No me cuesta nada enfadarme, pero tampoco pedir perdón». En 36 años de carrera judicial, es la primera entrevista que concede, revelándose una mujer franca, aguda y humana.

¿Siempre quiso ser juez?

Un tío mío que vivía en Madrid dijo «la niña sirve», y me llevaron interna a un colegio de monjas de Madrid donde cursé el Bachillerato. Después empecé la carrera en el CEU y al terminar te hacían la evaluación y fue entonces cuando me dijeron que valía para ser diplomática. Yo, con mi juventud, pensé que bien, pero cuando se lo comenté a mi madre, una mujer sabia, me dijo que me lo quitara de la cabeza (risas).

 ¿Cuándo escuchó la llamada de la Judicatura?

Mi vocación nació en Daimiel. Había terminado Criminología y me propusieron ser juez sustituto. Así comencé en el Juzgado de Daimiel y allí lo descubrí, pero lo descubrí con tanta fuerza que solamente he querido ser juez. Y tengo la satisfacción de haberlo conseguido sin tener preparador: ya estaba casada, me encerré en mi casa, cogí todos mis libros de Derecho y me preparé a conciencia. Me costó mucho tiempo, aprobé a la segunda, tuve la mala suerte de que murió mi padre en el ínterin y me costó dos convocatorias, pero lo conseguí.

Fue de las primeras mujeres jueces. Ahora su señoría tiene nombre de mujer, pero entonces no era así.

El día 1 de agosto cumplo el 12 trienios, luego son 36 años en la carrera judicial. Cuando yo aprobé la oposición en la Escuela Judicial éramos cinco o seis mujeres, lo demás eran hombres, no sé cuantos, pero setenta u ochenta. Jamás me he puesto cortapisas de ningún tipo por ser mujer, quizá porque siempre he creído en mí. Cuando una persona cree en lo que es no hay nada que se le ponga por delante, porque si no tiras por un camino, tiras por otro.

 ¿Ha sentido que algún acusado la infravalorara por ser mujer? ¿Ha tenido que imponerse?

No. Mi primer destino fue un pueblo de la provincia de Orense, Verín. Estamos hablando de hace más de 30 años, la gente de Galicia, sobre todo la de los pueblos de interior, es muy cerrada, excelentes personas, pero con una idiosincrasia particular. Cuando llegué, con mi juventud, la primera vez sentí algo de miedo mezclado con alegría, sentimientos muy encontrados... Sobre lo de imponerme, es lo que decía antes, será porque va en mí: nunca pensé que por ser mujer tenía que imponer más de lo que puede imponerse un hombre, jamás. Yo tenía que cumplir la función encomendada, y si la podía realizar con diálogo, mejor. Ese ha sido siempre mi lema, nunca he sido señoría, he sido Carmen Pilar. No me ha costado.

¿Que le costó más?

Adaptarme a la manera de ser de los vecinos de Verín, pero no por ser mujer, sino porque llegaba de La Mancha a un pueblo de Galicia cerrado. Sí notaba que con veintipocos años me miraban con recelo y en alguna ocasión pude tener la sensación de que pensaban: a esta nos la vamos a comer, pero antes de que me comieran iba a comer yo. Pero se me pasaba muy rápido. Nunca tuve necesidad de imponerme más allá de la función que yo tenía.

¿Recuerda su primer caso o juicio?

Hubo un día en que casi me pongo a llorar. Tenía que dar validez a un testamento ológrafo y tuve que leerlo. Pero cual fue mi sorpresa al abrir el sobre y ver la letra y que venía en gallego: yo no sabía si irme del juzgado, si quedarme, ... lo hice como pude. No era un asunto complicado, pero recién ingresada en la carrera judicial, con todos los familiares mirándome, y yo, sin saber como se leía aquello, me quería morir. Luego pensé pues que lo lea el secretario judicial que es gallego y, si todos están de acuerdo, aquí paz y después gloria.

¿Y algún caso especialmente complicado?

Todos tienen su complicación. Sí te puedo decir que aún en el día de hoy, los casos más complicados, sean de civil o de penal, son los que veo con trasfondo humano, que yo podría estar en ese lugar, que los tengo que juzgar conforme a las leyes porque, lógicamente, para eso están y tengo un juramento. Pero, cuando yo sé que voy a hacer daño con una decisión lloro: he llorado mucho y sigo haciéndolo, y pido a Dios que me conserve esa capacidad de sufrir.

¿El peso de la toga puede hacer que no aflore esa humanidad? Usted sorprende.

Amo a las personas. Puede parecer una frase ridícula, pero para mí no supone un esfuerzo querer a la gente, como tampoco trabajar. Por eso, en los asuntos en los que veo un trasfondo humano, que los hay y muchos, porque es raro que la gente venga a los tribunales con alegría, que también las hay, y en los que la ley dice algo con lo que tú no estas de acuerdo, que también puede pasar, porque las leyes son criticables aunque las tengamos que impartir, siento algo que choca contra mis sentimientos y me produce mucha, mucha desazón.

La Judicatura es casi un sacerdocio, entrega total y mucha soledad a la hora de dictar sentencia, al menos eso es lo que percibe desde el otro lado. ¿Cómo se lleva?

Bien, gracias a Luis, mi marido. Siempre lo he tenido a mi lado, creo que empezó a querer la profesión conmigo, siendo ajeno a este mundo, y eso es consecuencia del amor. Cuando uno elige a su pareja para toda la vida, lo hace con todas las consecuencias, y él ha respetado mis momentos de absoluta entrega, que luego he tratado de compensar. Mis padres siempre me decían nunca pienses en la cantidad, sino en la calidad.

¿Y lo ha llevado a rajatabla?

Absolutamente. Nunca me ha supuesto un esfuerzo, pero también he de decir que he contado con la comprensión de mi marido. De otro modo, habría sido muy difícil, porque sí es cierto que los problemas te los llevas a casa. A veces me dice estás ausente, qué te pasa, qué ocurre, ... Y es que estoy pensando en una resolución, En esta profesión, y en otras que requieren echarle tantas horas, es vital el marido.

¿Cuánto tiempo estuvo en Verín?

Un año. Después me destinaron a Almadén, más tarde Almodóvar del Campo y luego a Puertollano. Ascendí a magistrada y me marché a Madrid, al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2. Estuve un año y volví a Ciudad Real, al Juzgado número 2 de Primera Instancia e Instrucción. Después pasé a magistrada de la Audiencia cuando se creó la Sección Segunda y más tarde pedí la presidencia.

¿Y cuánto tiempo lleva al frente de dicha presidencia?

21 años. Tomé posesión el 5 de noviembre de 1994, y muy orgullosa de serlo.

Es la presidenta y, además, la única mujer de la Sección. ¿Qué tal se lleva eso?

He tenido la suerte de contar con la mejor gente. Cuando llegué no estaban los compañeros que están ahora, entonces era secretario judicial Fernando Aragón, que fue el secretario que tuve en Puertollano, pero tanto por los compañeros de entonces como los de ahora son estupendos, parece que haya un Ángel de la Guarda que me va poniendo lo mejor.

¿Cuántos presidentes de la Audiencia ha visto pasar?

Cuando empecé a trabajar en la Audiencia el presidente era Julián Pérez Templado, después le sucedió José María Torres y ahora María Jesús Alarcón. De la Sección Segunda  primero fue José María Torres, que luego pasó a presidir la Audiencia y yo ocupé el puesto.

¿Nunca ha aspirado a presidir la Audiencia Provincial?

No porque siempre me acuerdo de mi madre cuando me decía no quieras ser diplomática, no servirías. No es ningún demérito, me parece fenomenal, pero no es lo mío. Además, me costaría asistir a los actos oficiales, sonreír a todo el mundo, no es que sea maleducada, trataría de sonreír y daría la mano a todo el mundo, pero no es mi manera de ser. Prefiero el segundo plano.

¿Qué es lo peor a que se ha enfrentado en estos 21 años al mando de la Sección Segunda?

Asuntos de pornografía infantil. Hubo un caso que me vi obligada a ver las cintas y estuve una semana sin poder dormir,  ni comer. Las imágenes venían a mi cabeza y no podía comer. Es la primera vez que he visto el mal, y cuando digo el mal es que existe, porque cuesta creer que eso lo pueda hacer una persona. Lo mismo que existe el bien, Dios, existe el mal ...

Y eso que usted está acostumbrada a ver asuntos difíciles de digerir ...

Lo más duro que te puedes imaginar, la degradación con criaturas de 3 y 4 años. Eso es maldad, el mal. Y  tienes que juzgarlo pero sin venganza, con serenidad, y eso es muy duro porque afloran tus peores instintos. En otras personas he visto el error, la confusión... pero aquí no hay justificación, es el mal.

¿Y los momentos más agradables?

Los que vivo con mis compañeros el día a día, cuando vamos a desayunar, a tomar algo, y cuando nos vamos a comer cada mes o dos meses. Y cuando terminas un asunto complicado y los discutes con tus compañeros y te dicen Carmen, qué bien, y eso de que después de tanto tiempo, te diga un compañero que bien está es para darle un beso en la boca (risas).

¿Cómo se lleva la soledad ante una resolución judicial?

La soledad de un magistrado es igual a la de cualquier otra persona que tiene que decidir algo. Uno está solo cuando tiene que pensar lo que tiene que hacer. Es buscar un poco la tranquilidad, el sosiego, la serenidad, como cualquier otro profesional, para no errar, para impartir Justicia.

¿Qué opina de los juicios con jurado popular?

Al principio no estaba muy de acuerdo, quizá porque a mí no me hubiera gustado que me juzgara un jurado popular y porque pienso que todo necesita de una profesionalidad. No solo vale el sentido común, hay que saber. Y si para nosotros ya supone una carga, imagínate para gente que no sabe y que viene con miedo. Por eso no estaba muy conforme, pero poco a poco y celebrados unos cuantos, me he dado cuenta de que los ciudadanos son más sensatos de lo que creemos, y siempre han dado un veredicto conforme a como yo hubiera puesto la sentencia.

También es verdad que el magistrado presidente del Tribunal juega un papel vital, puede facilitar las cosas o embrollarlas.

Tienes que dar un objeto de veredicto que se entienda. En el último juicio sometí al jurado a cuatro preguntas, lo fundamental. Cuanto más claro se lo des, más fácil es para ellos.

¿Cuánto ha cambiado la Justicia en estos 36 años?

Mucho. Ha cambiado la actitud del ciudadano hacia la Justicia, quizá porque nos lo hemos ganado a pulso. No veo el respeto que yo percibía al inicio de la carrera, en mis primeros años, no hablo de miedo porque el miedo y el respeto no tienen nada que ver, pero hemos pasado a un todo vale y la Justicia no es ajena a los cambios, es una institución más de la sociedad. Antes había un respeto hacia todo, a cualquier institución, la Iglesia, los sacerdotes, los profesores. Yo he ido a mi casa quejándome y he cobrado. Ahora se quita la autoridad a todo el mundo, se confunde, todos somos libres, pero el respeto tiene que estar presente en todo. Y yo lo he notado mucho, también en la sala de vistas.

¿La ha sacado de quicio más de una vez, algún abogados, acusado, testigo?

Sí, muchas veces, en algunos juicios he dicho hasta aquí hemos llegado. Comprendo que tienen que defender a su cliente pero no todo vale. El derecho de defensa debe buscar todos los caminos, pero no la confusión, los recovecos, confundir al juez. Si vas por la puerta trasera me pillas de espaldas, y eso a mí no me parece ni legal ni valiente. De frente todo lo que quieras.

¿Qué le falta a la Justicia?

Humanidad por parte de los jueces y respeto por parte de los ciudadanos. Humanidad en el sentido de que veas el trasfondo personal en cada caso, que no sea copio y pego. No digo que mis compañeros no sean humanos, que lo son, es ver ese trasfondo.

De un tiempo a esta parte han proliferado los llamados jueces estrella, ¿qué opina?

No creo en los jueces estrella. Y por la expresión de tu cara al preguntármelo me estás diciendo que conteste que eso no está bien (risas). Eres muy expresiva preguntando. Huyo de todo aquello que no sea decidir en serenidad, legalidad y justicia.