La proeza del bronce japonés

Cándido de la Cruz
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El ciudadrealeño Paco Marfil relata su experiencia con la selección española en el Mundial de fútbol para ciegos

Paco Marfil, con la medalla de bronce conquistada en el último Mundial - Foto: /Fotos Rueda Villaverde

Dos semanas después de poner rumbo a tierras niponas y tras 24 horas de viaje desde Tokio, Paco Marfil regresaba ayer a casa con la medalla de bronce conseguida en el Mundial de fútbol para ciegos colgada del cuello. Y nada más desembarcar, lo primero en lo que pensó fue en comenzar a preparar el partido que disputa este sábado con su club, el ONCE Málaga. Así es Paco Marfil, un apasionado del deporte que en su primer torneo oficial con la selección española ya sabe lo que es saborear la dulce sensación de subirse al podio.

Pero como él mismo relata, sin perder en ningún momento la sonrisa a pesar del cansancio de la dura travesía, conseguir esta medalla ha sido una auténtica odisea. Por ello, este bronce sabe a oro. Tras caer ante Argentina en el primer partido de la fase de grupos por 1-0 y empatar con Alemania (1-1), el gran momento llegaba ante Corea del Sur, un choque que significaba el debut de Marfil en el Mundial.

España partía en el grupo de favoritos gracias a su brillante palmarés, pero esta potencia mundialista estaba contra las cuerdas. De hecho, Marfil reconoce que «si no entras en los cruces la imagen hubiese sido penosa». Y cuando más lo necesitaba España apareció su figura en un partido donde se presentó de imprevisto la lluvia, un incómodo acompañante para unos deportistas invidentes que necesitan de las instrucciones de compañeros y seleccionador para orientarse, así como el sonido que produce el balón.

«Fue un encuentro muy difícil en unas condiciones extremas», explica Marfil, que como defensor cumplió a la perfección con su cometido:dejar la portería a cero.

No obstante, se sumaba un empate que dejaba la incertidumbre de saber si España se clasificaba para cuartos de final como uno de los mejores terceros, y con todo igualado frente a los coreanos la organización dictaminó que  una tanda de penaltis decidiría al cuartofinalista, aunque en lugar de celebrarse tras el partido  se aplazó esta ruleta rusa al día siguiente.

Sorprendió esta medida a los propios miembros del equipo nacional, tal y como reconoce Paco Marfil, que además de vivir unas horas previas de enorme tensión porque España se jugaba su trayectoria en la élite, también dejaba menos tiempo para preparar el posible cruce posterior.

 

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