El debate que no cesa

DPA
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Íker Casillas disfruta de la titularidad en el Madrid y en la selección española, aunque siguen las dudas sobre su rendimiento

511785593 - Foto: JAVIER SORIANO

Entre la resistencia al óxido y el escepticismo de sus detractores. Así afronta Íker Casillas la llegada del crepúsculo de una carrera marcada por el éxito y una última etapa que ha generado una profunda división entre la hinchada del Real Madrid y de la selección española.

A sus 33 años, el arquero blanco es símbolo de lo que hoy es el fútbol: su actividad traspasa el ámbito del deporte. Cualquier suceso de su carrera es escrutado hasta el infinito. Desde los guantes que lleva hasta frases aparentemente inocuas. Desde una desafortunada intervención en un entrenamiento hasta su peinado. Nada es intrascendente.

Una buena prueba se dio en el último ‘clásico’ jugado en el Bernabéu el 25 de octubre. El bloque ‘merengue’ perdía 1-0 y una parte de la afición volcaba su frustración en Casillas, como tantas otras veces. Sin embargo, a los 22 minutos, al coliseo madridista se le congeló el corazón al ver cómo Leo Messi se aprestaba a rematar un balón a escasos cuatro metros del arco. Y ahí apareció ‘El Santo’ para desviar el balón milagrosamente. El resultado: ovación clamorosa.

El mostoleño vive desde hace dos años en una interminable montaña rusa de emociones. Cuando llegó José Mourinho, en 2010, era indiscutible e idolatrado. Era el cancerbero que acababa de levantar la Eurocopa y, antes, dos Ligas de Campeones con el conjunto ‘merengue’, entre otros muchos trofeos.

Al principio, la convivencia entre el técnico y el portero pareció cordial. Incluso, en 2012, el Madrid ganó la Liga, rompiendo la hegemonía del Barcelona. Y ese mismo año, el arquero levantó en Sudáfrica el trofeo que acreditó a España como campeona del mundo. Casillas estaba en la cima.

Pero llegó la caída. Mourinho le quitó la titularidad en la escuadra blanca en un día que cambió el curso de su carrera. Fue el 22 de diciembre de 2012, cuando, ante el Málaga, el portugués puso como titular a Adán. Un mes después, llegó Diego López, suplente entonces en el Sevilla, e inmediatamente se convirtió en el titular del conjunto de Concha Espina. El cisma estaba firmado.

A partir de entonces, la catarata de rumores fue irrefrenable. Pocos creyeron que, sin motivos, Casillas pasara en seis meses de ser el campeón del mundo en Sudáfrica a suplente indiscutible para Mourinho.

Las especulaciones comenzaron a llenar páginas de periódicos y se acuñó un nuevo alias para Casillas, que pasó de ‘Santo’ a ‘topo’ por las supuestas filtraciones del guardameta a la prensa sobre las interioridades del vestuario.

Cuando el técnico portugués dejó el club al final de esa campaña, el Santiago Bernabéu ya vivía cada partido como una ‘guerra abierta’ entre ‘mourinhistas’ y ‘casillistas’. La llegada de Carlo Ancelotti tuvo un efecto insospechado. Con fama de ‘pacificador’, el italiano optó por una decisión profundamente original: poner a López en la Liga española y a Casillas en Champions y Copa del Rey. El destino propuso un guiño perverso: el Real Madrid conquistó los trofeos en los que jugó el de Móstoles. Pero eso no impidió que la división acabase, ni mucho menos.

Sin embargo, con López en el Milan y el costarricense Keylor Navas en el banquillo, el capitán ‘merengue’ vive ahora tiempos más tranquilos en el Madrid.

En la selección española permanece el debate, pues el técnico, Vicente del Bosque, habla de una «transición dulce», sugiriendo la necesidad de anticiparse a una renovación en el arco. Pero mientras ésta llega, Casillas permanece en la titularidad. Así, la nueva batalla del arquero parece ser contra el tiempo mientras reza para que se mantenga la débil tregua que en estos días le concede el Bernabéu.