«Oía voces, veía al demonio, no a mi madre y le corté el cuello»

Pilar Muñoz
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El fiscal pide 25 años de internamiento psiquiátrico para el joven acusado del salvaje asesinato de su madre y de matar su perro, mientras que la defensa sostiene que es inimputable

Tenía 18 años y «nunca» hasta entonces había dado muestras de sufrir alucinaciones (ver cosas que no existen) o de que pensara que ocurrían cosas que no eran verdad (delirios). Kevin R. P. era un chaval aparentemente normal, según vecinos y amigos de Almadén. «No era violento, no buscaba peleas ni se alteraba aun chinchándole por cosas de fútbol». Sin embargo, el 22 de noviembre de 2013 acabó de forma salvaje con la vida de su madre después de matar  a su perro empleando también una violencia extrema y estar a punto de acabar con su padre de no ser por un vecino que salió en su defensa.

«Oía voces y veía al demonio, con cara alargada, brazos negros y nariz puntiaguda, dándome zarpazos. Creía que me iba a matar», declaró ayer el joven acusado de degollar a su madre después de golpearla hasta partir y arrancarle la mandíbula y clavarle reiteradamente y con saña  un fragmento de cristal de la mesa del comedor que rompió de un puñetazo. «Me abalancé sobre ella creyendo que era el demonio, yo no veía a mi madre», testificó en la primera sesión del juicio que se sigue contra él desde ayer en la Audiencia Provincial de Ciudad Real.

El fiscal pide que se le imponga una pena de 25 años y nueve meses de internamiento psiquiátrico por un presunto delito de asesinato, otro de homicidio en grado de tentativa y un tercero de maltrato injustificado a animales.

Su abogado defiende la inimputabilidad del encausado habida cuenta de que «no era responsable de sus actos, no sabía lo que hacía en ese momento», precisó Fernando Amián Costi.

Aquel 22 de noviembre, Kevin R. P. regresó a Almadén después de haber pasado toda la semana trabajando en Madrid. Llegó al pueblo sobre las seis de la tarde y se encerró en su dormitorio, del que salió para comprar cocaína. Después, volvió al domicilio familiar y se metió en su cuarto donde consumió la droga y donde, supuestamente, empezó a sufrir un brote psicótico.

Sobre las diez y media de la noche abandonó la vivienda con su perro encaminándose a casa de su abuela. Sin embargo, una vez en la calle, comenzó a pegar puñetazos y patadas al animal hasta estrellarlo contra la pared y causarle la muerte. Después arrojó el cadáver  a un contenedor que había en las inmediaciones. «Estaba en casa con los niños y me sobresalté al oír alaridos. Me asomé por al ventana y vi a un chico maltratar a un perro. Me dio tanto miedo que llamé a la Policía», declaró una vecina de Almadén, quien dos años después aún siente escalofríos al recordar «cómo le segó la lengua y arrancó trozos de carne al perro».

Después, regresó a su casa, volvió a encerrase en su cuarto y a consumir cocaína. Al rato se personaron en la vivienda agentes municipales para esclarecer las causas de la muerte del perro, encontrando en la puerta al padre del ahora acusado. El hombre se fue con ellos para recoger al animal. Nada más cerrar la puerta, Kevin bajó al comedor donde estaba su madre, se abalanzó sobre ella y en su delirio comenzó a golpearla ferozmente en la cabeza y la cara. Le clavó reiteradamente un fragmento del cristal de la mesa rota y luego siguió asestándole golpes hasta el punto de causarle la avulsión traumática del maxilar inferior (mandíbula) que posteriormente tiró por la escalera de la casa tras arrastrar el cuerpo de su madre. Cuando regresó a la vivienda, el padre lo primero que se encontró fue la mandíbula de su mujer y luego el cadáver irreconocible en medio de un gran charco de sangre. «¡Has matado a tu madre!», le gritó el padre, quien tuvo que salir huyendo después de que su hijo se abalanzara sobre él con el propósito de acabar con su vida.

«Estaba en el garaje y al oír gritar: ¡Socorro, socorro! salí corriendo y el padre se puso detrás de mí, saliendo huyendo Kevin, semidesnudo, tras gritarme te ordeno que mates a mi padre. Estaba descompuesto, era otra persona».

Otro vecino encontró a Kevin  deambulando, «ausente» y cuando subió a su coche le dijo que le llevara al cuartel de la Guardia Civil. «Pensé que se había tenido una pelea o una discusión, pero  tras subir al coche me dijo que había matado a su madre».

El matrimonio que vive en el piso contiguo manifestó no haber oído nada porque tenía el televisor muy alto. La mujer declaró que cuando el padre del acusado llamó a la puerta y le dijo lo ocurrido no daba crédito. La mujer pidió al Tribunal poder dar un beso al acusado: «Lo he visto crecer, era  muy pacífico, jamás ha dado una mala contestación».

El padre del encausado se acogió a su derecho a no declarar y al término de la primera sesión del juicio pidió a los policías que le custodiaban que le dejaran darle un abrazo. Los agentes dieron una lección de humanidad y contribuyeron a que el acusado se calmara.