Oda al buen periodismo

DPA
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Además de escritor, Gabriel García Márquez se jactaba por ser reportero, un oficio al que calificó como «el mejor del mundo», y por vivir con los pies en la tierra, «pegado a la gente»

Oda al buen periodismo

Gabriel García Márquez no se cansaba de repetir que el periodismo era el mejor oficio del mundo, «una vaina que uno lleva por dentro» y, en su caso, además, el suelo bajo los pies que no le permitió perder contacto con la realidad cuando comenzó a acumular premios, entre ellos el Nobel de Literatura en 1982.

Sin embargo, en sus últimos años, dejaba entrever cierta aflicción por la mala calidad del periodismo escrito, más regido por la velocidad que por la calidad, lo que lo llevaba a «sufrir como un perro» cuando leía los diarios.

Convencido de que estamos ante un género literario, en una de sus numerosas disertaciones, reunidas en el libro Yo no vengo a decir un discurso, el autor de Cien años de soledad tomaba nota de los muchachos que salían de las escuelas de Periodismo desvinculados de la realidad, con más afán de protagonismo que de vocación; se quejaba del abuso de la grabadora y apuntaba que el oficio no había logrado evolucionar.

Lo que conoció García Márquez fue el de las largas sobremesas de café, las lecturas compartidas, las aventuras algo descabelladas, el lápiz y el anotador, el mismo que su colega -y enemigo íntimo- peruano Mario Vargas Llosa plasmara en su novela Conversación en la catedral en 1969.

Gabo dio sus primeros pasos en la comunicación en 1948 en el diario El Universal, de Cartagena de Indias, en Colombia, y en 1950 se pasó a El Heraldo, en la caribeña Barranquilla, donde escribía una columna diaria titulada La jirafa bajo el seudónimo de Septimus.

Sin embargo, fue en el diario El Espectador, de Bogotá, donde debutó como reportero.

En 1958, fue reclamado por Fidel Castro a Cuba poco después del triunfo de la Revolución para contrarrestar la información adversa de EEUU. Este contacto hizo que, poco después, en 1959, fuera invitado a formar parte de la agencia cubana Prensa Latina.

«Donde aprendí yo a agarrar la noticia y que no se me escapara fue en Prensa Latina», confesó Gabo durante una entrevista en 2008 para el documental argentino La palabra empeñada. Tras un breve paso por Nueva York, donde fue enviado para abrir una filial de la agencia, renunció a seguir en ese medio y se radicó en México, donde desarrolló gran parte de su obra literaria y escribió Cien años de soledad, publicada en 1967.

A pesar del Nobel y de su gran éxito, García Márquez nunca dejó de lado su oficio. En 1999, publicó en la revista colombiana Cambio su célebre reportaje sobre Shakira.

Un lustro antes, a los 72, creó junto a su hermano Jaime y el empresario Jaime Abello Banfi la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, con sede en Cartagena de Indias, que realiza cursos y talleres para reporteros.

«Una pasión insaciable», decía acerca del periodismo García Márquez. Y sabía por qué: «Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a morir por eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, y no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente».